miércoles, 30 de diciembre de 2020

SALARIO MÍNIMO Y EMPLEO

Otra vez y después del mismo tire y afloje de todos los años por esta época, el gobierno reglamentó por decreto el salario mínimo mensual para el 2021 en un 3,5 % para llegar a $ 908.526, que Duque, como siempre con sus mentiras y engaños, infla agregando el subsidio de transporte para falsear el valor nominal, siendo que el transporte no es un ingreso del trabajador sino un rubro de gatos del empleador quien tiene que garantizar que su empleado llegue a tiempo a cumplir con la jornada laboral. 

Cada año se repite lo mismo. Los empresarios dentro su ignorancia sobre economía y movidos por su apetito financiero, afirmando que el salario justo impide la creación de empleo porque, como dijo Mac Master el presidente de la Andi por la radio el martes en horas de la mañana,  el empresario debe mirar si podrá pagar el valor establecido antes de crear un empleo. Pero, no sé si por ignorancia o por mala fe, los empresarios niegan que en el sistema de mercado son las reglas de oferta y demanda las que operan y propician los movimientos de las variables económicas. 

Los neoliberales insisten en que el tema de es de oferta y que el empleo está asociado a los costos de las empresas. Pero quienes utilizan fuentes de origen keynesiano afirman todo lo contrario: que es el tamaño de la demanda lo que obliga a los empresarios a enganchar personal para atender los pedidos del mercado. La historia económica demuestra que el enfoque de demanda tiene la verdad.

 

El argumento de los trabajadores tiene razón cuando afirman que para reactivar la economía se debe hacer un incremento considerable en el salario, por cuanto lo que se necesita es la existencia de gente en la calle con mucho dinero en la mano para comprar, de manera que las empresas puedan dinamizarse, por lo cual el incremento pírrico del salario no facilitará la reactivación que tanto se necesita en razón al golpe recibido de la pandemia, cuyo primer efecto por motivo del aislamiento fue el cierre de las empresas con su consecuencial aumento del desempleo. La reactivación depende del tamaño de la demanda agregada. 

Pero los empresarios son cositeros y cortoplacistas; piensan en el año siguiente y no en el futuro de mediano plazo, cerrando la posibilidad de dar un gran salto a la demanda agregada para que se produzca la reactivación económica que tanto afecta la vida social como efecto también del desempleo, con todas las secuelas en materia de descomposición social que esto acarrea. Y el gobierno, como siempre, apoyando las posturas del factor capital en detrimento del factor trabajo que es el medio con el que una sociedad produce valor, sin el cual no es posible la acumulación capitalista.

Al menos ya se definió el asunto y todos sabremos a qué atenernos para el próximo año. Era de esperarse porque el gobierno siempre privilegia a los empresarios por dos motivos: uno, porque quienes eligen al presidente no son los trabajadores sino los capitalistas y dos, porque este es un gobierno neoliberal y esta postura política le tienen mucho miedo a la demanda por el falso temor de que ésta genera inflación, el más grande enemigo del neoliberalismo, por la afectación que hace al capitalismo rentista. Así que no ha sido sorprendente la forma de resolver el tema el cual se ha enmarcado como siempre en la discusión entre el salario mínimo y empleo.

CON ESTA ME DESPIDO

 Corría el mes de julio del año 1977 cuando don Gerardo Fernández Cifuentes me mandó el mensaje con Miguel Ángel López que quería hablar conmigo. Me acerque a su oficina en la antigua sede de El Liberal en la carrera tercera con calle segunda para ver de qué se trataba, ante lo cual me invitó para que escribiera una columna en el diario. 

El buen don Gerardo, como le decía el Ronco López, había leído un par de artículos escrito en el periódico “Tribuna Libre”  que Miguel Ángel López publicaba cada que podía y que él personalmente armaba letra por letra en la tipografía de Modesto Castillo, los cuales le habían llamado la atención por los temas y el estilo que en esa época de juventud, yo me inspiraba en el humorista Lucas Caballero cuyo seudónimo era Klim 

Hoy han transcurrido cuarenta y tres años con cinco meses desde esa fecha, período en el cual solo he suspendido mis artículos durante algunas temporadas cortas, cuando ocupé cargos en el gobierno local. Estuve, después del fallecimiento de don Gerardo Fernández, con Francisco Lemos Arboleda, Eduardo Gómez Cerón, Aura Isabel Olano, Guillermo Alberto González, Itsmenia Ardila, Ariadne Villota y ahora con Laurentino Tello, si no se me olvidó alguno.    

Ya en este siglo me propuse escribir artículos de interés nacional y con enfoque técnico, lo cual probablemente disminuyó la gama de lectores, pero logré constatar un selecto grupo en Popayán y el Valle del Cauca a través de la página web, principalmente quienes fueron mis estudiantes, lo cual me llenó de satisfacción; pero, como ocurre siempre en la vida, todo se termina algún día por lo cual hoy me estoy despidiendo de mis lectores. Fueron cerca de 2 mil artículos que publiqué en el diario y es suficiente como forma para expresar mi pensamiento, que algunos compartían y otros disentían del contenido. 

Debo expresar mis agradecimientos a los directivos del diario, que durante este período, le toco afrontar una situación lamentable por los mismos motivos que sufren las empresas en este sistema económico, la cual, por fortuna sacó adelante y hoy con un pequeño ajuste en la marca, sigue adelante constituyendo el principal medio escrito que ya está empotrado en el corazón y la cultura local.

 

Seguiré, por supuesto, haciendo públicas mis opiniones, que ahora encuentran canales propios de los avances tecnológicos, de modo que los interesados podrán presenciar en mi canal de YouTube y también mi blog en el blogger.com. Porque el derecho a pensar no se puede extinguir cuando ya los años cubren de canas la cabeza. Muchas gracias también a todos los que leyeron mis notas y disculpas a quienes afecté con alguno de las posturas que siempre fije en los escritos de modo que solo me resta decirles por ahora que con esta me despido.

jueves, 24 de diciembre de 2020

LA CALAMIDAD NAVIDEÑA

Ya antes lo habíamos escrito y muchos comentarista lo habían señalado, pero creo que nadie había imaginado el efecto de la pandemia en la celebración navideña y el impacto en las costumbres que estaban arraigadas en la cultura nacional, por lo cual ha sido un dolor de cabeza para los gobernantes territoriales frenar el ímpetu de la celebración con los riesgos que esto trae para la salud humana. Pero es que las prevenciones sanitarias golpean lo más profundo del corazón humano que lleva empotrado el fervor familiar propio de la festividad de fin de año. 

Yo creo que son muy pocos quienes recuerdan el origen religioso de esta celebración que data desde el siglo III, porque, si bien todos hablan del Niño Dios, por encima colocan un paquete de satisfactores de necesidades humanas que han hecho de este período un componente de la calidad de vida. El fraternalismo se remueve y con mayor razón los aspectos filiales de la vida humana, constituyendo un componente social que enriquece la esfera emocional y efectiva de la persona y con ello las granes alegrías y satisfacciones que se viven en esta época. 

Pero la pandemia está destruyendo ese patrimonio cultural y con ello impidiendo que la comunidad disfrute y reciba el beneficio sentimental de la celebración. Este año se aprecian profundos cambios que han penetrado los sentimientos y producido un choque anímico que está deteriorando las más profundas expresiones ideológicas de la vida social. Durante el año se afectó el empleo y los ingresos familiares, el aislamiento generó problemas sicológicos, propició cambios en usos y costumbres tradicionales en la vida social y ahora, para rematar el calendario, se afectó la celebración navideña con todo lo que esto significa en el imaginario colectivo. 

Recreación, esparcimiento, solidaridad, integración, afecto, compañerismo, amistad, alegría, satisfacción y muchos otros factores que se asocian a la celebración, están siendo afectados produciendo cambios que seguramente no volverán a la normalidad tradicional. En muchas casas no habrá cena de navidad ni de año nuevo con el significado sentimental que este ritual contiene y no se sabe cuáles serán los efectos que esto traerá, que seguramente no serán trascendentales pero que representan cambios en la cultura enraizada desde antiguos orígenes ancestrales.  

 

Cambios en el uso del espacio público, en la forma de trabajar, en la técnica de estudiar, en la realización de trámites, en la prestación de servicios institucionales, en la relación de amistad, en las relaciones amorosas y hasta en la forma de saludar, fuimos presenciando durante el año, hasta que llegó diciembre y ahora toca ver el caso de más impacto porque toca las fibras más profundas de los patrones mentales que hacen parte de la vida humana. Definitivamente, sí es verdad que la vida cambio y así como aparecerán cambios profundos en la actividad económica y probablemente en la modalidad de capitalismo, también se vendrán modificaciones en el total de la vida social que conducirán probablemente a la conformación de un nuevo ser social posteriormente de que afrontemos la presente calamidad navideña.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

LA PROSPECTIVA POLÍTICA

 La situación socioeconómica de Colombia, derivada del acumulado de tres décadas de neoliberalismo, es lamentable y el medio apropiado para sacar el país de esa debacle es el régimen político con sus sistemas operativos; pero la realidad política colombiana no se presta para colmar las expectativas de la comunidad nacional.

 

Todos esperaríamos que fuera la llamada “izquierda” la corriente política que proponga y lidere un proceso de cambio que permita enderezar el funcionamiento del Estado hacia fines de gran alcance social; pero lo que vemos en el accionar de los dirigentes de esta corriente es totalmente alejado de la realidad y anacrónico frente a la coyuntura histórica. A los veinte años que van del presente siglo, las condiciones de la economía son muy diferentes a las del medio siglo pasado, cuando se originó el discurso que aun agitan muchos de los llamados “izquierdistas”. Ya no es la lucha de clases ni la idea de “pobres contra ricos”, ni es la destrucción del capitalismo lo que la sociedad requiere; porque hoy no es el mismo capitalismo del siglo pasado cuando la esencia del sistema económico era la existencia del empresariado y el proletariado; hoy predomina el poder de los rentistas y el proletariado está globalizado en pocas empresas que aún quedan en el aparato productivo mundial. Inclusive, los empresarios, aunque son también capitalistas, son sacrificados por el capitalismo rentista que es transnacional y que opera a través de los grandes fondos de inversión. 

El enemigo público número uno es el neoliberalismo, que se ha incrustado en el seno del Estado para colocar el organismo al servicio de los fondos de inversión, por lo cual la confrontación entre clases sociales queda fuera de tono y por ello el discurso del siglo pasado en contra de los ricos no se acomoda a la realidad presente, como tampoco la denominación de “izquierda” dentro de los mismos cánones conceptuales que se usaban hace medio siglo. Pero no se observa en el escenario político, que haya un debate acerca de cómo desmontar el neoliberalismo, cuyos cimientos están empotrados en la misma Constitución Política.

 

El debate político está girando en torno a la escogencia de candidatos, a quienes se les ubica en la derecha, la izquierda y el centro, pero no se discute sobre las políticas para desmontar el neoliberalismo. Hoy el eje del debate no es la confrontación de clases ni el cambio del sistema económico, sino la forma como se maneja el Estado y las políticas que debe adoptar para resolver el tema de la concentración del ingreso y la desigualdad. El manejo de los bienes públicos, que el neoliberalismo pretende trasladar al sector privado a raja tabla, requiere de una propuesta política clara de la que no se habla por parte de los candidatos. Se olvidan que uno de los factores que más ha contribuido a la agudización de la pobreza extrema, además del deterioro del empleo, es la privatización de los bienes públicos que con el exagerado sistema de tarifas, se come la mayor proporción de los ingresos familiares dejando sin opción a la satisfacción de las demás necesidades humanas.

El año 2021 seguramente tendrá mayor protagonismo social el debate político; pero las opciones no son halagadoras porque seguirá el tema concentrado en la escogencia de candidatos, es decir la política reducida a los personajes y no a las propuestas, con el agravante de que la discusión se concentra en la hoja de vida pasada de estos mismos, como si su historial personal fuera factor determinante de la calidad de la gestión pública con la que se realizan las políticas dentro del manejo del Estado, por lo cual en estas condiciones, paras el próximo año el país no puede esperar mucho sobre la prospectiva política.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

EL RECORTE DE LA JORNADA LABORAL

 El revuelo de esta semana surge por la iniciativa de recortar la jornada laboral de 48 a 40 horas a la semana, que transita en el Congreso y que tiene defensores y opositores, quienes han abierto un debate que se extiende por los diversos canales de circulación de la opinión pública. Los defensores utilizan el argumento de la productividad, un fenómeno que aún está por demostrarse por falta de claridad en la relación causa-efecto y también utilizan como argumento que esta medida la han hecho en países de esos que les llaman desarrollados en Norteamérica y Europa, cosa que es improcedente porque el contexto es diferente al colombiano, donde juegan los niveles de producto per cápita, la tecnología, la idiosincrasia, la calidad de la mano de obra y otros aspectos que generan diferencias entre un país del G-7 un uno de los anteriormente conocidos como tercermundista. 

El caso es que no es procedente considerar la propuesta de manera aislada del contexto, como se pretende hacer aquí. Hay muchos factores que considerar porque la situación es compleja, de modo que la jornada laboral por sí sola no significa mucho, si no se contemplan otros elementos que hacen parte del complejo, comenzando por los factores estructurales de la situación laboral, donde está incluido el caso del carácter de la vinculación de la masa laboral, que en Colombia presenta un alto porcentaje de informalidad. Entonces la jornada se refiere al componente formal pero este es menor que el informal de modo que los alcances de la medida solo serían parciales. 

Por otro lado hay que considerar que la jornada laboral no es un fin en sí mismo como se pretende abordar, sino un medio para alcanzar otros fines. Es necesario primero examinar la estructura del empleo y si esta estructura exige recorte de la jornada para lograr los objetivos, esa medida es procedente; caso contrario, no es conveniente aplicarla.  

La estructura del empleo en Colombia es concordante con su condición de subdesarrollo y se presenta el fenómeno que Samir Amín llama la “hipertrofia del sector terciario”, donde el rebusque es relevante, el cual conlleva a engrosar los sectores improductivos como el comercio, mediante procesos de autoempleo e informalidad. Así, las medidas derivadas del empleo formal, no ofrecen mayor impacto en el conjunto total de la economía.


Peor aún, cuando el gobierno no ha dicho que apoya dicha medida por lo cual su viabilidad es más remota; pues el gobierno es el responsable de la rectoría delos procesos económicos y quien puede aplicar las medidas de política complementarias, para que la propuesta tenga una viabilidad real. La mayor vergüenza de los neoliberales es el desempleo, que tratan de ocultar de cualquier manera, por su terquedad de aceptar las medidas keynesianas sobre la base de que es necesario aumentar la demanda agregada para que los empresarios enganchen nuevo personal y de esta manera generar empleo, sin necesidad de recurrir a otras maniobras discutibles como esta que se propone ahora y que conlleva el recorte de la jornada laboral.

martes, 1 de diciembre de 2020

EL EXTREMO CENTRO DE DUQUE

Durante el XIII Foro Atlántico. Iberoamérica y el mundo, Iván Duque se autoubicó políticamente en el “extremo centro” donde, dijo, era el lugar ideal. Como siempre, el hombre que anda perdido, se refiere a una posición que no existe. Esa postura hubiera sido razonable durante el siglo pasado, en época del capitalismo clásico, pero no ahora cuando predomina el capitalismo posindustrial o capitalismo posmoderno. 

Actualmente solo existen dos alternativas: el neoliberalismo y el anti-neoliberalismo, que oficialmente en Colombia está institucionalizado en la plataforma y los estatutos del Partido Liberal y cuyo nombre es la socialdemocracia, de tal manera que se es neoliberal o socialdemócrata, con posibilidad de que esta segunda opción sea reemplazada por el Progresismo de Stiglitz, cuando se institucionalice esta línea política. Pero por ahora las dos alternativas son neoliberalismo y anti-neoliberalismo por lo cual no se sabe dónde está el centro. 

En materia de política social, los servicios se ofrecen por la vía de la oferta directa del Estado o por la vía de los subsidios a la demanda con gasto social focalizado para que el usuario los compre en el mercado; o también por la vía del aseguramiento o la prestación universal del servicio. Los servicios sociales están a cargo del Estado o están privatizados. Las políticas públicas son top-down o son bottom-up. Entonces si solo hay dos alternativas, dónde cabe el centro en materia social?? 

En el terreno de la economía, también vemos dos alternativas en todos los temas que hacen parte de la agenda pública. O se hace crecimiento hacia afuera o se hace crecimiento hacia dentro. La política macroeconómica es con enfoque de aumentar el empleo o es para frenar la inflación; la política tributaria es progresiva con impuestos directos, o es regresiva con tributos indirectos; la política monetaria es expansionista para dinamizar la economía o es contraccionista para frenar la inflación. La política cambiaria es con tipo de cambio fijo o con tipo de cambio variable. Si la derecha privilegia el factor capital y la izquierda privilegia el factor trabajo, a quién privilegia el centro?? 

De esta manera, sobre todos los temas de Estado sociales y económicos, solo existen dos alternativas conceptuales por lo cual no cabe la del centro, que es más bien, un invento de los periodistas con sentido político para ubicar personas, mas no para ubicar posturas programáticas. El centro termina siendo neoliberal, esa corriente que lleva tres decenios imperando en Colombia y que es causante de la crisis económica y social que hoy reina en nuestra realidad nacional. 

Hoy la política macroeconómica es para detener la inflación y por lo tanto para generar desempleo; la política social es con enfoque financierista y por lo tanto separada del enfoque humanista; en el horizonte lo único que preocupa al gobierno es bajar el gasto social, obedeciendo a las directrices de los organismos multilaterales que imponen como finalidad en el manejo del Estado los propósitos de bajar el gasto público y detener la inflación, de conformidad con los intereses del capitalismo financiero internacional. 

Así, lo que vemos es que nuestro presidente anda un poco perdido hablando de una categoría política que solo existe en la cabeza de los periodistas pero que no cuenta con los debidos soportes conceptuales ni en la sociología ni en la economía, de manera que no es razonable por la falta de soporte conceptual el extremo centro de Duque.

martes, 24 de noviembre de 2020

LA PROTECCIÓN DE LA ECONOMÍA

En época del neocolonialismo, cuando las empresas multinacionales principalmente industriales controlaban el Estado y el mundo durante el siglo pasado, al instalarse una empresa subsidiaria en un país del tercer mundo, exigía que el Estado le protegiera el mercado para efecto de asegurar sus ventas. La protección consistía en que el gobierno fijaba impuestos a la importación de productos que le hacían competencia y colocaba mil trabas a los bienes rivales extranjeros. Pero cuando cambió la modalidad del sistema y se impuso el capitalismo rentistas, es decir cuando los especuladores internacionales del dinero tomaron el control del Estado y la economía a través de los fondos de inversión, se estableció el libre comercio y el gobierno eliminó los aranceles como mecanismo de protección del mercado nacional. Ahora en este siglo, cobrar aranceles es un pecado mortal que sanciona la Organización Mundial del Comercio (OMC), porque lo que prevalece es la globalización, supuestamente con un solo mercado mundial, donde predomina la competitividad para tener éxito comercial. Claro, es pelea de tigre con burro amarrado, porque la competitividad más fuerte la poseen no más de veinte países y al resto le toca acarrear con las consecuencias negativas del dominio de los poderosos en el mercado global. 

En Colombia, este fenómeno global está agravado con la altísima propensión marginal al consumo de importados que tiene el país, de modo que tras de gordo, hinchado, ya que, además de tener baja competitividad, existe un factor mental o cultural que abre más las puertas a los productos extranjeros en contra de la producción nacional. 

Sin embargo y tal vez como resultado de la pandemia, se está viendo que los gobiernos territoriales pueden contribuir a la protección de la producción nacional, que el gobierno nacional ya no realiza vía aranceles por las imposiciones de la OMC. El cambio surge también, porque dicho mecanismo no se ubica en el precio, como una de las variables de la función demanda, sino en la variable conducta del consumidor que también influye en la cantidad demandada. Hemos visto como en Cali, acertadamente, y tal vez en otros municipios que no conozco, la administración municipal adelanta campañas para promover el consumo de productos nacionales, lo que se convierte en un mecanismo novedoso para propiciar la orientación de la demanda en el mercado, favoreciendo las empresas nacionales. 

Ya que el gobierno nacional no lo hace mediante los aranceles sino que por el contrario estimula más las importaciones por la presión de los grandes importadores que manipulan los mercados, los gobiernos territoriales disponen de herramientas para adelantar procesos de direccionamiento de la economía mediante campañas publicitarias y otro tipo de eventos comerciales que también podría organizar canalizando la demanda interna hacia el consumo de productos nacionales. Esta podría ser una alternativa viable para combatir esa maligna expresión ideológica de los consumidores colombianos, de valorar más los productos extranjeros aunque no demuestren la calidad suficiente, y de jactarse o alardear con el consumo de mercancía importada. Así, probablemente no se logre el impacto de los aranceles, pero sí es posible logar una magnitud suficiente para desestimular a los monopolistas importadores que influyen en las decisiones del gobierno y con ello establecer una modalidad diferente e innovadora en la protección de la economía. 

martes, 17 de noviembre de 2020

LOS ALCANCES DEL VIRTUALISMO

Es de lógica suponer que los más beneficiados con el caso de la pandemia han sido los granes fondos de inversión en negocios tecnológicos como Black Rock, Vanguard, State Street y Fidelity, que juntos manejan un patrimonio por encima de los 17 mil billones de dólares y que controlan las operaciones de internet como las redes sociales y las plataformas con las que hoy se están realizando las interacciones humanas para casi todos los asuntos que así lo permiten, como los trámites de las empresas tanto públicas como privadas y la prestación de un sinnúmero de servicios tanto institucionales como personales, que por supuesto, han valorizado tanto los ingresos de esas empresas y como las acciones del capital, debido al gran incremento de la demanda y uso de los activos tecnológicos por parte de toda la humanidad en todo el mundo. Esos son los verdaderos ricos. 

Pero también es procedente examinar el beneficio recibido por el resto de la humanidad a raíz del uso obligado de los métodos virtuales en una gran cantidad de actividades cotidianas y acciones necesarias para la vida comunal, que por motivo del distanciamiento ha sido necesario introducir en el funcionamiento socioeconómico, porque, así como ha traído algunas comodidades en razón a las actividades desde la misma residencia, también ha originado limitaciones para varias necesidades que por su carácter es obligatorio el contacto físico. 

Es indiscutible que la calidad en varios de los servicios que hoy se prestan en modalidad virtual se ha disminuido, como el servicio educativo y el de atención en salud; además de otros servicios institucionales. Se reconoce el esfuerzo de las empresas prestadoras por mantener la operación, pero no se pueden evadir de las diferencias surgidas por el cambio de modalidad. El país, y creo que el mundo, no estaban preparados para la virtualidad. Existía la modalidad virtual en educación superior desde tiempo atrás; pero en muchos de los campos de la vida ni siquiera era imaginable, como es el caso de las ferias de recreación y cultura. 

Están proliferando los eventos académicos e institucionales de difusión, capacitación, debate y conocimientos, con la ventaja de que los expositores lo hacen desde su residencia, sin viajes ni viáticos, pero con los inconvenientes del contacto y las condiciones ambientales de estar sentados durante mucho tiempo frente a una pantalla de computador y atentos a los mensaje de audio que se transmiten. 

En el balance se observan aspectos positivos de la carga de interacciones por las plataformas de internet, pero hasta ahora, que no se ha superado la fase de aprendizaje para unos y otros, también tiene mucho peso el deterioro de la calidad de la interrelación humana debido a la falta de costumbre y de experticia en el manejo de la tecnología, sin tener en cuenta los temas donde no es posible usar el medio virtual para la satisfacción de necesidades humanas debido a que los satisfactores solo son posibles mediante el contacto físico, como los  relacionados con la recreación y el esparcimiento tanto activa como pasiva.


No sabemos ahora si debemos acostumbrarnos a la vida dentro de un reducido campo de acción permitido por la modalidad virtual, o si debemos esperar hasta que se supere la pandemia y, aunque todo no volverá a la normalidad anterior, volver a tener condiciones que permitan ir más allá de los alcances del virtualismo.

martes, 10 de noviembre de 2020

LA PRIVATIZACIÓN DEL ESTADO MISMO

Desde los orígenes del Estado Moderno, por allá en el siglo XVII cuando se creó el primer banco central en 1668, la soberanía del Estado reposaba en dos pilares básicos: por un lado las fuerzas militares con las cuales ejercía la soberanía política y por el otro lado el banco central con el que ejercía la soberanía económica, mediante la cual el Estado era el rector de los procesos económicos que, defendiendo la propiedad privada, realizaba con el uso de las políticas macroeconómicas como son la fiscal, la monetaria y la cambiaria. Para el efecto, desde siempre, inclusive cuando en Colombia se creó el Banco Nacional en 1880, las funciones principales de este organismo eran las de ser el banco de todos los bancos, el banco del gobierno, la autoridad monetaria y cambiaria y por supuesto, la de emitir el dinero con el cual circula la economía. 

Con el tiempo y ya en 1991, bajo la supuesta autonomía del banco, que no es otra cosa que el sometimiento del organismo a las conveniencias del capital financiero internacional, lo que se realizan mediante la influencia del BPI con sede en Suiza, los neoliberales le quitaron una pata a la soberanía del Estado y la dejaron chueca. La otrora magnificencia del organismo, que lo hacía gran autoridad, rector de los procesos económicos y el instrumento social más poderoso, quedó destruida. Ni la política fiscal, ni la política monetaria y ni la política cambiaria, son ahora herramientas para direccionar la economía hacia los fines de bienestar general y desarrollo nacional. Papá Estado era grandioso y podía amparar a su sociedad porque tenía banco e imprimía billetes que ahora le impiden, con el argumento de la inflación, lo cual es una falacia en momentos en que el aparato productivo tiene capacidad instalada ociosa como hoy. Además, la inflación, a los únicos que perjudica es a los inversores en papeles de renta fija; al resto del pueblo lo que le perjudica es el desempleo. 

El caso llegó al extremo cuando vimos por TV al gerente Juan José Echavarría diciendo, con palabras grotescas y macarrónicas, que el banco no prestaría dinero al gobierno para salir de la crisis fiscal derivada de la pandemia, porque el gobierno no le pagaba las deudas y mandó al gobierno a que fuera a conseguir dinero en el mercado de capitales de Nueva York, como cualquier perico de los palotes. 

Habrase visto?? A dónde ha llegado el extremo del modelo neoliberal colombiano que ya el banco no le sirve a su propio dueño para beneficio de toda la sociedad que lo gestó?? Claro que de eso se trataba cuando el IIE, hoy Instituto Peterson de Washington, infiltró en 1991 la Asamblea Constituyente para introducir en la Constitución Política la norma esa de la supuesta autonomía del banco. Precisamente se buscaba dejar al gobierno en la ruina para obligarlo a ir al mercado de capitales como cualquier particular, a buscar los recursos de financiamiento mediante deuda pública que los especuladores internacionales del dinero suministran a través del mecanismo creado por ellos deliberadamente para concentrar su negocio en el endeudamiento de los Estados.

El paralogismo del capitalismo rentista sustentado con las ideas neoliberales, fue precisamente ese: primero deteriorar la imagen del Estado del Bienestar a punta de mentiras y embustes, luego arruinar las finanzas del organismo para obligarlo a recurrir al endeudamiento en el mercado de capitales y así financiar las operaciones públicas; y finalmente sí, implantar la estrategia principal de arrebatar el banco central de las manos del gobierno, dejándolo sin la posibilidad de emitir dinero, herramienta idónea para el direccionamiento de la economía que, si bien es cierto había sido mal utilizada en muchos casos por el abuso de los políticos, era un tema subsanable con un adecuado manejo de la emisión. Así, con argumentos falaces, se dejó a la sociedad sometida a los intereses de los especuladores internacionales del dinero que navegan en las bolsas de capital, en un fenómeno que bien podemos llamar la privatización del Estado mismo. 

martes, 3 de noviembre de 2020

LO PERVERSO DEL CENTRALISMO

Desde 1886, cuando por la vía constitucional la élite política entregó el país a los intereses de los empresarios ingleses, se instauró el centralismo bogotano en época que era conveniente por la necesidad de construir un mercado nacional para el usufructo de las empresas extranjeras, que luego se ratificó en época del neocolonialismo después de la segunda guerra mundial, de conformidad con los intereses de las empresas multinacionales. Por esa época en el campo conceptual las teorías y enfoques del desarrollo justificaban plenamente las bondades del centralismo para el fortalecimiento del modelo de industrialización proveniente del exterior.

Pero una cosa son las conveniencias de los empresarios extranjeros y otra cosa es el interés nacional enmarcado en la necesidad de acondicionar los factores socioeconómicos para mejorar la calidad de vida de los nacionales y ahí, en ese escenario, es necesario reflexionar sobre las bondades del centralismo bogotano, que hoy está ahogando las posibilidades de cambio para avanzar en el progreso social, económico, político y cultural, que la comunidad nacional requiere debido a los escenarios presentes, algunos antiguos ya conocidos y otros surgidos por motivo de la pandemia.

Cabe recordar que uno de los factores que determinó el derrumbe de las economías socialistas, además de la falta de mercado y de gerentes como agentes dinamizadores de los procesos económicos, fue precisamente la concentración de las decisiones en una agencia estatal central. Igualmente, también es procedente recordar que en muchos países del mundo capitalista se dieron casos donde los fenómenos regionales propiciaron avances importantes de progreso económico y social motivados y dirigidos por instituciones propias y sin injerencia de los organismos centrales.

Luego vino en 1991, también por la vía constitucional, el acondicionamiento del país a los intereses del capitalismo rentistas sustentado con los argumentos neoliberales, que conlleva la instauración de un Estado “organizado en forma de república unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista…” cuyo trasfondo es la disminución del gasto público en el nivel central, pero que creó expectativas en las bases sociales sobre cambios favorables para realizar en este siglo.

Sin embargo, ya se van a completar los tres decenios desde la expedición de la Carta y lo que vemos es todo lo contrario. El centralismo bogotano ha instaurado sus métodos taimados para concentrar cada vez más el poder político en el nivel central y castrar con más potencia la posibilidad de las comunidades locales para diseñar y construir su propia historia, porque si bien la descentralización administrativa permite bajar el gasto público nacional, la conveniencia de los neoliberales es la  de mantener concentrado el dominio de las finanzas públicas para amparar el servicio de la deuda.

Con ello las posibilidades de mejoramiento de las condiciones de vida para la totalidad del territorio se ven frustradas y el ejercicio de la cacareada democracia participativa se ha convertido en una falacia, que ahora tiene demasiados obstáculos para afrontar la crisis y luchar por la reactivación económica y la reconstrucción social; pues se requiere ingenio, creatividad e innovación de parte de los actores sociales y las instituciones locales, si se pretende abordar la complejidad del problema en un mundo globalizado que tiene impactos derivados de los procesos internacionales; de modo que la realidad presente y la del inmediato futuro, demostrarán de manera contundente y con evidencias históricas lo perverso del centralismo.

martes, 27 de octubre de 2020

LA DEPRAVACIÓN DE LA PRIVATIZACIÓN

Desde los inicios del Estado Moderno por allá en el siglo XVII y durante más de tres siglos, los bienes públicos estuvieron asentados de manera exclusiva en el seno del Estado, por lo cual correspondía solo a este organismo producirlos, administrarlos y asignarlos a la sociedad. Pero cuando cambió la modalidad del sistema económico implantándose el capitalismo rentista, en el que los ricos no son empresarios sino que son haraganes que depositan su dinero en un fondo para vivir de los intereses, con su soporte teórico neoliberal se trasladó lo público al mercado, abriéndose las puertas para la privatización y así contribuir a uno de los dos propósitos del pensamiento neoliberal, el de disminuir el gasto público para no distraer los recursos fiscales que se deben canalizar con prioridad al pago de la deuda. 

Con ello, surgieron los empresarios inescrupulosos y agalludos que vieron en este campo una gran oportunidad de negocio, porque, sin duda, los bienes públicos son un buen objeto para realizar empresas y ganar mucho dinero, ya que este tipo de bienes tienen una demanda inelástica y no hay necesidad de hacer esfuerzos de penetración de mercado, porque los consumidores acuden a comprar sin necesidad de llamarlos. La gente hace fila para pagar de modo que el vendedor no tiene ni siquiera que hacer publicidad. 

El Estado creó las superintendencias, supuestamente, para ejercer la vigilancia y asegurar que las empresas privadas brinden un justo servicio a los consumidores. Supuestamente también, las empresas privadas tendrían que someterse a cumplir con los cánones de operación de los bienes y servicios públicos, de modo que la necesidad humana estuviera por encima de cualquier otro interés particular, por lo cual los productos se llevarían al mercado con precios razonables. 

No obstante, la corrupción se impuso por encima del interés general y el bien común. Los privatizadores, donde también se han incrustado empresas multinacionales que operan con procedimientos mafiosos, por un lado compran las decisiones del Congreso para aprobar normas que solo benefician al privatizador en contra de los intereses de la comunidad; y por otra parte compran a los funcionarios encargados de la vigilancia y defensa del consumidor de modo que siempre hay fallos que benefician al prestador del servicio sin consideraciones para el pobre consumidor. 

Con todo aquello, lo que vemos y sufrimos es un constante atropello de las empresas privadas que manejan los bienes públicos, que la comunidad tienen que aceptar resignada porque este tipo de bienes son imprescindibles para la vida humana y ante la orfandad de protección por parte del Estado, no queda de otra que aceptar resignado el atropello y el abuso que los privados brindan.

 

Hoy hay varias modalidades con las cuales los privatizadores operan para sacar la mejor tajada en contra del bienestar general; desde la expedición de normas creando nuevas obligaciones con nuevos instrumentos sobre servicios que ellos prestan con tarifas escandalosas, hasta los reglamentos de los servicios esenciales que siempre han existido como los servicios básicos domiciliarios, que en manos privadas no importa la necesidad humana sino las ganancias de la empresa prestadora. Los empresarios ya saben, desde que se meten en el negocio, lo que significa vender bienes públicos y los efectos sociales de este negocio; pero luego cuando revientan los problemas, lloran ante el Estado para que falle a su favor lo cual logran la mayoría de las veces recurriendo a la corrupción de los funcionarios que toman las decisiones. Es un calvario que el modelo neoliberal ha traído al país que mucho ha golpeado a la comunidad nacional y que se debe modificar por vía de las leyes para no seguir siendo víctimas de la depravación de la privatización. 

martes, 20 de octubre de 2020

LA ENCRUCIJADA DEL FMI

 

El Fondo Monetario Internacional (FMI) es uno de los organismos multilaterales que ha patrocinado la modalidad del Capitalismo Rentista y como tal, ha sido promotor de las políticas neoliberales que, como ya se sabe, concentran su punto de mira en bajar el gasto público y frenar la inflación, ambas acciones para favorecer a los grandes capitalistas especuladores internacionales del dinero. En sus consabidos monitoreos que hacen a los países, siempre recomiendan bajar el gasto público y medir con gotero el gasto social apoyando el desprestigio deliberado de este tipo de gasto, al que peyorativamente los neoliberales llaman populismo. 

Por eso sorprende las declaraciones de este organismo multilateral en los últimos días, que a raíz de la crisis generalizada en la economía consecuencial de la pandemia, ha salido a decir que el gobierno debe aumentar el gasto. Sorprendente porque la fórmula de aumentar el gasto para ensanchar la demanda agregada y de esta forma reactivar la economía es típicamente keynesiana, al que los neoliberales consideran como el demonio porque huele a comunismo en razón al mérito que Keynes le otorgaba al Estado y ellos asocian este mérito con el papel del organismo en las economías planificadas. 

Claro que el FMI tiene razón porque la historia ha demostrado que la forma de aumentar el empleo y dinamizar la economía es por la vía de la demanda agregada, donde el gasto del gobierno tiene un importante papel; pero en el enfoque convencional la fuente de este incremento del gasto es el cobro de los impuestos a los ricos, que hoy son los especuladores del dinero que se alimentan con la renta que les produce los papeles del mercado de capitales, y por otro lado la emisión de dinero, que hoy no se puede realizar porque el banco central ya no lo maneja el gobierno sino que está al servicio del BPI. Ambas medidas que le causan escozor a los neoliberales y por supuesto al FMI. 

Así las cosas, se produce un fresquito por el reconocimiento que hace el organismo multilateral al importante papel del gasto público; pero también se crea una gran preocupación cuando vemos el complemento de la recomendación del Fondo, ya que dice que la fuente de ese aumento del gasto del gobierno, debe ser un mayor endeudamieto por la vía de la colocación de papeles en el mercado de capitales, y ahí sí, tras de gordo hinchado; pues bien alto que está el saldo de la deuda pública y harto que se está comiendo el servicio de la deuda que ya para el 2021 se llevará el 38 % del presupuesto nacional, para seguir incrementando este concepto en las finanzas públicas que ya tienen saturada la base tributaria. 

El otro aspecto que se percibe, es la preocupación del organismo por la situación que afrontan sus protegidos que tienen tanto capital acumulado y ya no saben qué hacer con ello debido al estancamiento de la economía, generándoles lucro cesante y disminución de la tasa de interés que afecta sus ingresos. Entonces el Fondo quiere tirar al agua a los Estados endeudándose más para salvar el negocio a los especuladores del dinero; pero con ello y debido al alto nivel de endeudamieto presente de los estados, lo que hace es agilizar el camino al desastre total cuando los gobiernos se vean imposibilitados para pagar la deuda y entonces los agiotistas terminan matando la gallina de los huevos de oro y para ellos, el remedio sale peor que la enfermedad, viéndose con ello que la situación de hoy se ha convertido en la encrucijada del FMI.  

martes, 13 de octubre de 2020

CONFRONTACIÓN CAPITALISMO-SOCIALISMO

En Colombia, nadie, ningún caudillo ni movimiento político significativo, está proponiendo la implantación del socialismo en este país; ni siquiera el Partido Farc que durante medio siglo lucho dizque para cambiar el sistema vigente. Pero los defensores del actual establecimiento, quienes están sacando tajada del régimen actual, sin considerar el daño que el modelo neoliberal de la globalización hace al conjunto total de la sociedad colombiana, utilizan este argumento para atacar a quienes están en su contra, aprovechando el desprestigio internacional que el socialismo tiene y su falta de vigencia histórica; utilizan publicidad engañosa, sarcasmos, mentiras y todo tipo de mecanismos que distorsionan la realidad, con el propósito de restarle corriente electoral a sus opositores con el único fin de mantenerse en el poder. 

Lo cierto es que el capitalismo y el socialismo son sistemas, conformados por los tres componentes de producción-distribución-consumo y por lo tanto su característica básica es que no son estáticos sino dinámicos, por lo cual cuentan, como todo sistema, con un mecanismo interior que garantice el dinamismo y por supuesto el movimiento, de tal manera que es ahí, en el mecanismo que hace funcionar el sistema, donde se encuentra la diferencia entre el sistema capitalista y el sistema socialista. 

El mecanismo que hace funcionar el capitalismo es el mercado, o sea el juego de la oferta y la demanda y como tal, las decisiones sobre: qué se produce, cuánto se produce, cómo se produce y para quién se produce, las toma el mercado para lo cual se utiliza el argumento de la rentabilidad. El mercado es la autoridad económica. Mientras que en el socialismo el mecanismo que hace funcionar el sistema es la planeación y las decisiones sobre las variables de la economía las toma el Estado a través de su oficina central del plan, con enfoque centralista e imperativo. En el capitalismo las unidades económicas y los agentes de la economía toman las decisiones dependiendo de las condiciones del mercado y la rentabilidad que este produce, para lo cual intervienen los gerentes que imprimen el dinamismo y la iniciativa que conduce al crecimiento y los cambios cualitativos; en el socialismo las unidades económicas deben hacer lo que ordena el plan, para lo cual tienen directores burocratizados sin iniciativa ni dinamismo y los propietarios de los medios de producción tienen que someterse a realizar lo que el plan ordena o de lo contrario los medios serán nacionalizados; claro, si se someten al plan, pueden conservar la propiedad privada del medio de producción. 

Por supuesto, el dinamismo y el impulso que generan los gerentes, cada uno por su cuenta, es lo que produce los cambios cuantitativos y cualitativos que se encierran en el desarrollo económico y es la falta de estos gerentes lo que conduce al decaimiento del aparato productivo y toda la economía en las economías planificadas, por lo cual hay un consenso generalizado en el mundo que el mercado es necesario y que los sistemas planificados no tienen vigencia histórica. Por eso el socialismo no cabe en Colombia y es una falacia decir que se debe frenar a los socialistas los cuales no existen. Pero a la vez, una de las leyes del mercado es que crean la desigualdad en todos los niveles: entre regiones, entre sectores de la economía, entre ramas empresariales, entre unidades económicas, entre clases sociales, entre sectores urbanos, entre todo. Por ello, es necesario que intervenga el Estado con mecanismos de política económica para que neutralice o alivie las desigualdades que produce el mercado, pero sin cambiar el sistema.

 

Entonces, es absurdo y de mala fe, el argumento del socialismo para crear mala imagen a quienes se oponen al actual establecimiento neoliberal que está siendo manejado con enfoque fascista, que, además, requiere una idiosincrasia o cultura especial que, precisamente, en Colombia no existe y que nunca permitiría el establecimiento de dicho sistema, por lo cual es torcido y  maquiavélico plantear en el debate político la confrontación capitalismo-socialismo.

martes, 6 de octubre de 2020

NECESARIO CIERRE DE LA ECONOMÍA

A mediados del siglo pasado, Colombia adoptó el modelo de desarrollo industrial recomendado por la CEPAL para toda América Latina, el cual exigía un enfoque de economía cerrada para fines de proteger las unidades económicas que se instalaran dentro del país, las cuales eran principalmente, plantas industriales subsidiarias de empresas multinacionales. El modelo duró hasta 1980 y a partir de ahí, con la consolidación del Capitalismo Rentista y otros patrones de ordenamiento económico, llegó la transición y en febrero de 1990, Virgilio Barco decretó la apertura económica, para acomodar el país a las condiciones de la globalización mundial. Desde entonces viene la economía abierta y con ello el desangre total del aparato productivo nacional por la fuga del Excedente Económico, con su consecuencial efecto en el desempleo y el sometimiento de la economía nacional a la dependencia del sector externo con sus letales consecuencias en la balanza de pagos y el empobrecimiento secular generalizado. 

Pero ahora, para la pospandemia, es decir a partir de 2021, las condiciones son diferentes y se tendrá que pensar en un modelo distinto, que garantice la auto-sostenibilidad mediante procesos endógenos, en el que nuevamente se tendrá que considerar el cierre de la economía, por lo menos relativo, y la protección del aparato productivo nacional, el cual no será conformado mayoritariamente por subsidiarias de empresas extranjeras, sino constituido principalmente por empresas colombianas construidas a partir del aprovechamiento de los recursos de nuestro patrimonio natural. Caso contrario, apague y vámonos, porque sino, la crisis económica será total con efectos sociales altamente peligrosos.

El problema está ahora, es en la forma de hacerlo. Cuáles son las medidas de política que se deben aplicar, pero sobretodo, en la viabilidad real de estas políticas porque existen varios impedimentos y obstáculos, como son: una clase dirigente entreguista y vende patria, como se puede ver en los textos de los TLC donde a Colombia le aplicaron la ley del embudo; porque el país se sometió a las reglas de la OMC que impiden las medidas proteccionistas; por el dominio que ejerce el capital extranjero sobre las elites de poder que administra el Estado colombiano; por la debilidad empresarial del aparato productivo nacional; porque el fortalecimiento empresarial requiere liderazgo y no se vislumbra este factor en la clase empresarial colombiana; porque la competitividad interna es débil frente a las empresas extranjeras; porque el país no dispone de tecnología propia en las ramas de alta demanda en el mercado mundial; porque los recursos naturales están sometidos a la explotación inmisericorde de las multinacionales y el campo totalmente abandonado y en un ambiente de violencia;  porque el aparato universitario que forma el capital humano y la tecnología, anda en otro cuento derivado de la Ley 30 de 1993; y para completar el decálogo y no seguir citando restricciones y barreras, porque la idiosincrasia colombiana o cultura que llaman, le rinde pleitesía a las mercancías extranjeras y desprecian los productos nacionales, lo que configura, tal vez, el más grave de los factores que crean la dificultad para el fortalecimiento de la producción nacional y los procesos endógenos. La mentalidad de los colombianos es extranjerizante y en el mercado desprecia los valores autóctonos.

Así las cosas, el reto es gigantesco pero obligatorio; pues además de que el país no tendrá las suficientes divisas para importar y el capital extranjero disminuirá su llegada al país, la subutilización de los recursos nacionales, donde el desempleo de la mano de obra es relevante, conlleva una crisis social con efectos políticos impredecibles y condiciones de vida que lesionan la dignidad humana. De modo que el Congreso de la República tiene la responsabilidad de expedir las leyes pertinentes para permitir las medidas de política y debe dejar de estar vendiendo el voto para expedir leyes que benefician intereses particulares; pues de otra manera, sin las leyes apropiadas, no se podrá contar para la reactivación económica y la reconstrucción social de la pospandemia, con el necesario cierre de la economía. 

martes, 29 de septiembre de 2020

LA POTENCIALIDAD DEL CONCEJO

El concejo municipal está pasando inadvertido y analizando detenidamente, es necesario revisar su direccionamiento estratégico en la nueva etapa que se viene en Colombia, para afrontar el reto de la reactivación económica y la reconstrucción social derivadas de los efectos del Covid-19, que han llevado el país a una crisis grave cuyos daños aún no se perciben en su real dimensión. 

Varios expertos, que han hecho sus planteamientos en eventos académicos a través de las plataformas virtuales organizados por algunas universidades, han señalado acciones convenientes para reactivar la economía y casi todas corresponde a propuesta que se alejan de las políticas neoliberales que imperan en el país desde hace tres décadas. Lo grave es que por motivo de las normas constitucionales, cuyo espíritu es esencialmente neoliberal, la viabilidad de dichas medidas tiene serios inconvenientes. Pero, habrá que buscar el lado de aplicarlas o el país se irá totalmente al abismo. 

El rescate del aparato productivo, el aprovechamiento sostenido de los recursos naturales, la protección del mercado interno, el manejo adecuado de los bienes públicos, la política fiscal redistributiva, la política monetaria expansiva, y en general el incremento de la demanda agregada, son algunos temas señalados por los expertos como necesidad para sacar la economía de la crisis. La democracia participativa, la gobernanza, las políticas públicas bottom-up, la autonomía municipal, los procesos endógenos, la ingeniería social, el emprendimiento dirigido, el fortalecimiento de la organización social, el enfoque territorial, el desarrollo del capital humano y el fortalecimiento del capital social, son el complemento indicado para confeccionar la empresa colectiva que permita alcanzar objetivos en el mediano plazo, suficientes para establecer procesos sostenidos de reconstrucción económica y social, según los expertos.

 

Pero la viabilidad real de estos propósitos depende de los instrumentos idóneos para ejecutar las acciones, los cuales no existen, porque antes no estaba la crisis de hoy. Por eso es necesario adecuar las condiciones con el patrimonio público existente, donde los concejos municipales están presente, pero que son una institución subutilizada, constituyendo una pesada carga para la sociedad a cambio de una reducida utilidad. Las corporaciones administrativas concentran su acción en una función de control político, cuya esencia es ya anacrónica frente al Estado Posmoderno, que se limita a operar como comité de aplausos del alcalde, a cambio de prebendas que el gobernante le concede a un grupo de concejales que conforman la bancada de coalición, mientras que, como organismo conjunto, actúa desconectado de la base social que lo eligió, ya que la acción individual de los concejales tiene otro matiz de carácter político.

Sin embargo, las funciones y competencias vigentes, le permiten a la corporación administrativa encargarse de procesos concordantes y contributivos con las acciones necesarias para la reactivación económica y la reconstrucción social, que otro organismo estatal no puede, o no le interesa realizar, que neutralicen el centralismo bogotano y contribuyan al empoderamiento de las comunidades locales orientado a los procesos endógenos y la reconstrucción de aparato productivo. Pero, para el efecto, debe redireccionar su rumbo misional y actuar como organismo conjunto, independientemente de la filiación política de sus miembros, de modo que se descubra y se explote maximizando el bienestar público, la potencialidad del concejo.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

LOS CONFLICTOS INTRASCENDENTES



Mucha preocupación se palpa en varios pensadores y analistas de la situación social, al ver lo que está ocurriendo en el país en la coyuntura que se vive, la cual, sin duda, contiene las situaciones y problemas más graves de, por lo menos, el último medio siglo. Los niveles de pugnacidad se han incrementado en magnitudes alarmantes y las confrontaciones entre los actores sociales cada día dividen más a la comunidad nacional, con manifestaciones, algunas nacionales y otras territoriales, pero que están creando un clima de conflicto aterrador. 

La preocupación surge, no tanto por la cantidad de motivos por los que la gente está en desacuerdo, sino porque actualmente el país está afrontando una situación económica de mucha gravedad, con manifestaciones de paro en el aparato productivo y desempleo de los factores que están afectando los ingresos familiares y con ello la situación social, todo como resultado de la pandemia, donde se requiere de una empresa colectiva unificada entre todos los colombianos para afrontar ese grave problema, además de intervenciones del gobierno apropiadas a las condiciones existentes, con acciones fiscales que respondan a los verdaderos requerimientos del país. 

Pero no. Mientras la gravedad de la situación pide una cosa, los colombianos andan discutiendo por asuntos impertinentes frente a la realidad actual, polarizándose por temas, que si bien son importantes y merecen mucha atención, no corresponden a las verdaderas necesidades del país. La única realidad que responde a los problemas, se refiere a las políticas del gobierno nacional, que deben ajustarse a las exigencias de la crisis; pero a nivel nacional la discusión se concentra en otros aspectos del conflicto sociopolítico y a nivel territorial en diversos temas locales, que lo que hacen es distraer la acción institucional frente al problema real, como cuando se discute por el derribo de una estatua, cuya competencia es del Concejo Municipal, o por las marchas callejeras, cuando el verdadero enemigo son las políticas neoliberales que llevan treinta años destruyendo la dignidad humana. 

Los temas sobre lo que se requiere en el país como medidas de política están bien definidos y expuestos en distintos foros y eventos académicos realizados durante las últimas semanas a través de las plataformas virtuales, donde los expertos han intervenido y que no son exactamente los que hoy ocupan el espacio de los noticieros. Se trata, entre otros asuntos, de la reactivación de la economía, del papel del Banco de la República, del gasto social, de la política tributaria, de los programas de fomento económico, pero nada que ver con la quiebra de Avianca, las concesiones mineras, la exención de tributos a las multinacionales, el servicios de la deuda y otras de la agenda gubernamental.

Con todo aquello se produce una tristeza generalizada por el desvío de la atención y la concentración de la energía social en asuntos que no conducen al tratamiento serio de la crisis, como la pelea por las hojas de vida de los líderes políticos, mientras que, por lo que se vislumbra, la situación tomará varios años para enderezar la tendencia debido a que los impactos han sido muy fuertes; pero sobretodo, que requieren de esfuerzo unificado de los actores mediante procesos de concertación en esquemas democráticos de gobernanza; es decir, mediante procesos públicos muy, pero muy distantes, a los que hoy se están aplicando para resolver los temas de conflicto. Produce mucha desazón y desesperanza, ver que mientras el país se está derrumbado por culpa del Covid-19, el gobierno y los principales actores sociales andan ocupando el tiempo en temas distantes de la realidad y atizando el fuego de los conflictos intrascendentes.

martes, 15 de septiembre de 2020

DEL DEGENERO DE LA PLANEACIÓN

La planeación entró a Colombia en serio, a mediados del siglo pasado y se consolidó en las décadas de los 50 y 60, en pleno auge del modelo de industrialización que caracterizó el desarrollo capitalista en todo el tercer mundo. Cogió fama y se fortaleció en los campos académico e institucional, hasta el punto que el presidente Carlos Lleras graduó de “sabios” a quienes manejaban el tema. 

Pero en el decenio de los ochenta y ya cuando se había extinguido el modelo del capitalismo industrial con el desplome del Estado Interventor-Benefactor, serios cuestionamientos se hicieron al método y muchos eventos académicos e institucionales se realizaron, profundizando en los alcances y limitaciones del instrumento con base en la experiencia de los 30 años anteriores, con importantes ejercicios conceptuales y esfuerzos por construir una teoría que le brindara soporte metodológico y mayores alcances de tipo técnico. Los CORPES desempeñaron papel importante en este propósito y varios pensadores como Carlos Matus y la cooperación alemana, además de varias universidades,  hicieron significativas contribuciones a la construcción de un pensamiento capaz de sostener un enfoque de la planeación apropiado al sistema de mercado. Los orígenes de la planeación en el capitalismo se habían sustentado en la planificación imperativa del sistema socialista, en lo que se le conoce como Método Normativo, el cual, por supuesto, no permitía los logros esperados al instrumento incorporado a la gestión pública. Se propusieron nuevos métodos como el prospectivo, el estratégico, por citar solo estos dos. Se habló del enfoque sistémico, de la participación de los actores y de la construcción de abajo hacia arriba mediante el enfoque endógeno en la construcción del desarrollo futuro y otros aspectos novedosos. 

Pero pasados veinte años del presente siglo, vemos que todos los esfuerzos de los años ochenta por la construcción de una teoría y un método adecuado al sistema de mercado, se perdieron. La llegada del modelo neoliberal y su desesperación por mantenerse vigente, aun en contra de la propia realidad histórica, ha arrasado el trabajo conceptual y nuevamente la planeación ha echado reversa y el enfoque ahora es peor que el Método Normativo de los años sesenta. Los esfuerzos de Carlos Matus y demás pensadores y los ejercicios académicos de los años ochenta, se perdieron porque el centralismo bogotano con su esencia neoliberal echaron por la borda fundamentos tan importantes como el enfoque de procesos, el enfoque sistémico, la participación de los actores, la flexibilidad, el pragmatismo, la oportunidad, la pertinencia, la viabilidad real, la responsabilidad social y demás herramientas necesarias que había considerado la planeación, para la gestión pública en el marco de la democracia participativa.

Imposiciones del centralismo bogotano como la del KIT Territorial para los planes de gobierno, las de las políticas nacionales como el PISCC, los PDET o el cumplimiento de las Ley de Víctimas, por solo citar estos casos, demuestran que los neoliberales en su desesperación por controlar y medir con gotero el gasto público, han reducido la planeación a una “programación financiera”, de carácter rígido y lineal, dejando de lado principios de la planeación ya superados desde varias décadas atrás. Sus imposiciones desde la nación, atropellan la democracia participativa y violan conceptos elementales de la planeación, con el agravante de que nadie dice nada; y las corporaciones administrativas departamental y municipal que son los organismos llamados a defender la autonomía municipal y el desarrollo endógeno, amarradas a los acuerdos con los gobernantes territoriales, por lo cual se encuentra huérfana y desprotegida la realidad del degenero de la planeación. 

miércoles, 2 de septiembre de 2020

ALIANZA DE CENTRO-IZQUIERDA


Surgió en los últimos días en la opinión pública una propuesta sobre construir una candidatura única que agrupe un conjunto de personajes protagonistas de la política nacional, con miras a las próximas elecciones de presidente, a la cual le llamaron como una alianza de centro-izquierda y al respecto surgen varias reflexiones:

La primera reflexión que surge es sobré qué es eso de centro-izquierda? Porque si estuviéramos en el siglo XX y sobre todo antes de 1990, tendría sentido hablar de centro-izquierda. Pero hoy, a 20 años del siglo XXI, no parece procedente utilizar ese término; pues lo que predomina en el debate mundial es la confrontación entre dos alternativas: por un lado, continuar con el esquema neoliberal que ha imperado en el mundo desde hace treinta años y por otro lado una propuesta anti-neoliberal que sustituya dicho modelo propio de la modalidad de capitalismo rentista; no cabe otra alternativa. O se es neoliberal o se es antineoliberal, por lo que el centro-izquierda no tiene definición.

De otro lado es conveniente tener en cuenta que en épocas anteriores, también se ha hablado de lo mismo y jamás ha llegado a ninguna parte: al comienzo surgen muchos personajes protagonistas de la política que anuncian su voluntad de participar en la alianza, pero después se aprecia que todos están dispuestos a participar siempre y cuando el candidato sea él mismo. “Alianza sí, pero si el candidato soy yo”. Y se realiza un extenso debate sobre el mecanismo para escoger candidato que deje satisfechos a todos, que al final no llega a ninguna parte.

Otro interrogante que se deriva de la idea se refiere a la pertinencia de la propuesta frente a lo que necesita Colombia. Será que lo que el país necesita es un candidato escogido por fuera del establecimiento, en este caso por fuera del uribismo y sus grupos aliados? o lo que el país necesita es un conjunto de políticas por fuera del enfoque neoliberal que viene destruyendo al mundo accidental desde hace tres décadas.

En lugar de pensar en un mecanismo para escoger candidato, lo que se requiere es un conjunto de propuestas antagónicas al enfoque neoliberal. Una política fiscal que encierre un mecanismo de financiamiento del Estado diferente a la colocación de papeles de deuda en el mercado de capitales, con un sistema tributario redistributivo del ingreso que contenga impuestos directos y progresivos. Una política monetaria expansiva que contribuya al aumento de la demanda agregada y la generación de empleo; una política cambiaria donde el precio del dólar sea fijado por la autoridad del Estado y no por mercado. Una política de desarrollo que recupere el aparato productivo y fortalezca principalmente el sector agropecuario, dejando de lado el sector extractivista, que solo alimenta a las multinacionales; y en general, una política macroeconómica que propicie la generación de empleo. Y en política social, se necesita acabar con esa política de corte financierista para colocar nuevamente una política social de enfoque humanista, que rescate los valores universales del manejo de lo público. O sea, un tipo de Estado que rescate los bienes públicos y evite las privatizaciones desmedidas, para colocar lo público en el nivel que le corresponde en concordancia con la dignidad humana.   

No es entonces la escogencia mecánica de un candidato lo que Colombia necesita, sino la definición de una propuesta, en un proyecto político de fondo, que toque los fundamentos del modelo neoliberal que tanto daño ha causado a la humanidad y que tiene al país en el estado de postración que hoy existe, con los graves problemas sociales que tienen en riesgo la misma existencia humana. Después sí, pensar en cuál debe ser el perfil del candidato para ejecutar ese programa y el compromiso del mismo para sacarlo adelante, aclarando también que se necesita un Congreso comprometido, porque para todos los cambios se necesitan las leyes correspondientes; por lo tanto, de manera mecánica, no tiene sentido hablar de una alianza de centro-izquierda.



martes, 18 de agosto de 2020

EL SALTO DEL SENADOR VELASCO

El pasado fin de semana sorprendió en la opinión pública la postura del Senador Luis Fernando Velasco al interior del Partido Liberal y frente a Cesar Gaviria, cuando expresó a través de las redes sociales su inconformidad con el director del Partido y reclamó la puesta en práctica de la plataforma ideológica oficial, aprobada desde comienzos del siglo por la Constituyente Liberal, que es de carácter socialdemócrata y claramente contraria al ideario neoliberal que impera en Colombia desde los años noventa. A pesar de la poca credibilidad que hay en muchos sobre la postura de Velasco, por motivo de sus antecedentes caracterizados por el clientelismo y su postración al establecimiento para disfrutar de sus mieles, el hecho político es trascendental por la oportunidad y pertinencia respecto a la coyuntura política nacional del presente.

El derrumbe del modelo neoliberal es inminente, ahora con el empujón del Covid-19, y ante este cambio profundo que se viene en el manejo del Estado y el poder, sobre la mesa hoy se encuentran tres alternativas de solución ya conocidas: el Capitalismo Progresista del estadounidense Stiglitz, el Capitalismo Donut de la inglesa Kate Raworth y la Socialdemocracia, que se consigna en los documentos del Partido Liberal Colombiano. El Socialismo y con mayor razón el Comunismo, no son una opción viable porque no tienen vigencia histórica, razón por la cual nadie, que se conozca, está proponiendo la implantación de esos sistemas en Colombia. Solo se observa en la publicidad sucia y engañosa de quienes hoy detentan el poder, para causar miedo con el cuento del Castro-chavismo y así buscar la conservación de su dominación.

Lo malo es que el Partido Liberal ha perdido credibilidad en las masas populares, porque la camarilla neoliberal, que hasta ahora lo ha administrado, lo ha torcido y Gaviria ha convertido esa organización en un negocio familiar para conseguirles puesto a su mujer y sus hijos. Mediante el tráfico de avales ha permitido el ingreso de un grupo de politiqueros y corruptos que no profesan el pensamiento socialdemócrata, pero que se encargan de sostenerlo en el cargo de Director para conservar el aval electoral. Así, el Partido Liberal ha sido uno más del conglomerado politiquero que sostiene al establecimiento con sus políticas neoliberales, ahora aplicadas con enfoque neonazi como lo viene haciendo este gobierno.

Pero, por muy difícil que sea, es la mejor opción del país para rescatar el Estado del dominio de las élites rentistas y colocar el organismo al servicio de la dignidad humana; pues con ello queda totalmente desarmado el uribismo con su argumento del castro-chavismo, ya que nadie va a creer que el Partido Liberal es castro-chavista. Pero en cambio, los documentos de la plataforma política, liderados en su momento por Hernando Agudelo Villa, contienen propuestas anti-neoliberales totalmente viables dentro del Estado Social de Derecho establecido en 1991 y que se acomodan a los intereses democráticos del pueblo colombiano.

No conocemos hasta donde está dispuesto a llegar el senador caucano en esa materia, pero en todo caso es una alternativa que surge en un momento apropiado y que merece todo el apoyo y respaldo de las bases del Partido Liberal, donde se concentra el grueso del pensamiento histórico de esa organización, que tampoco está de acuerdo ni respalda a Cesar Gaviria. De hecho en las elecciones pasadas, fueron muchas las ciudades donde se formaron los grupos de “Liberales con Petro” y que apoyaron a este candidato, quien había hecho una propuesta de gobierno sobre los principios del Partido Liberal. Por eso, creo que no es justa la incredulidad frente a este caso, ya que todas las personas tienen el derecho de cambiar de posturas, más en el campo político, y más conveniente estar a la expectativa para ver hasta dónde llega el salto del Senador Velasco. 

martes, 11 de agosto de 2020

Y TAMBIÉN DESDE HOLANDA

En artículo anterior señalaba en esta columna la propuesta del Premio Nobel Stiglitz sobre el Capitalismo Progresista, como una respuesta al fracaso del Capitalismo Rentista con soporte neoliberal en el ámbito de la globalización financiera, hecha para Estados Unidos. Ahora hay que señalar a los holandeses que también tienen su iniciativa para dar solución al problema de la caída de esta misma modalidad de capitalismo en ese país.

La economía del donut, o sea la rosquilla en Colombia, se trata de un modelo propuesto por Kate Raworth que busca el crecimiento financiero a la vez que impulsar el bienestar de todos, por lo menos en teoría. Es decir, tendríamos el Capitalismo de Rosquilla (donut). Este enfoque de capitalismo propone un estilo de vida digno, justo y sostenible, por lo cual podría ser una la solución a la crisis generalizada que hoy afronta el mundo occidental, o sea el que gira en la órbita de la FED. La idea para afrontar la crisis que se está agudizando a raíz del Covid-19, está ganando acogida en el concierto internacional, y en ella se incluyen temas que ya, desde muchos años atrás, habían planteado autores latinoamericanos como Sunkel, Pinto y Villamil del grupo de la CEPAL, o el mismo Max-Neef, Premio Nobel Alternativo de Economía y hasta De Soto, el peruano de los años ochenta. En Colombia, varios profesores universitarios han hecho referencia a estos aspectos, pero nadie les para bolas porque son colombiano. 

En Holanda, el pasado 8 de abril la vicealcaldesa de Ámsterdam Marieke van Doorninck, en la presentación del plan de la ciudad pensado para superar la situación económica, decía que allá se adoptaría el modelo de ‘Economía del donut' propuesto por Raworth, que se basa en un consumo más consciente, con reducción drástica en el uso de recursos y materiales y con indicadores diferentes a los que se han usado tradicionalmente. Cabe recordar que ese indicador del PIB tradicional, ni dice nada ni sirve para nada diferente al ocultamiento de la realidad social.

El Capitalismo Rosquilla dejaría de lado el crecimiento del PIB y plantea qué la economía debe permitir prosperar a los seres humanos, en un mundo en el que cada persona pueda vivir una existencia caracterizada por tres elementos: dignidad, oportunidad y comunidad; y donde todos podamos hacerlo conforme a los medios de nuestro planeta generador de vida. Dice el autor, que se parece a una rosquilla porque tiene tres áreas: el agujero interior del donut, donde se incluirían las necesidades básicas del ser humano y la sociedad como comida, agua potable, acceso al trabajo, vivienda, energía, sanidad, igualdad y libertades básicas. En la zona exterior del donut, estarían los puntos de inflexión de las variables que se convierten en una amenaza para la vida en el planeta como son el deterioro de la capa de ozono, la perdida de la biodiversidad, la acidificación de los océanos y la deforestación. En el área que forma la rosquilla en sí, se encontraría el espacio donde radica el bienestar, que es dentro del que debería moverse la evolución de la economía, sin pasar al agujero central, desatendiendo las necesidades básicas del sujeto, ni saliendo hacia la exterior, poniendo en riesgo la salud del planeta. O lo que es lo mismo, los objetivos económicos deben satisfacer las necesidades humanas dentro de un límite aceptable para el planeta.

Qué dirán los uribistas, que defiende a muerte el Capitalismo Rentista para proteger a Sarmiento Angulo, cuando no es desde Cuba o Venezuela, que se proponen las fórmulas para corregir los efectos sociales del sistema, sino desde USA y también desde Holanda. 

miércoles, 5 de agosto de 2020

EL DERRUMBE DE LA ECONOMÍA

Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001, en su reciente libro titulado “Capitalismo Progresista, la respuesta a la era del malestar”, reconoce el fracaso del Capitalismo Rentista, hace un análisis crítico del  mismo y presenta algunas fórmulas para rescatar el sistema y evitar la catástrofe total. Ya desde varios años atrás, varios economistas habían anunciado esta situación, pero como no son premio nobel, la gente no les paró bolas.

Esta modalidad de capitalismo se caracteriza principalmente, en que los poseedores de las grandes fortunas no hacen inversiones de riesgo creando empresas y propiciando la generación de empleo, sino que prefieren entregar su dinero a un agente del mercado de capitales, quien especula en ese escenario para obtener ganancias y entregarle la renta periódica al propietario que hoy le llaman inversor, a quien Keynes le llamaba especulador. Es mejor ganar poco pero fijo y seguro, es la filosofía de estos capitalistas.

Por supuesto, este esquema económico tiene asegurado su fracaso, no solo porque violenta la ley natural que dio origen a la economía como instrumentos de conservación de la especie, sino porque, entre otros varios, tiene dos factores esenciales que le imprimen la debilidad: por una parte, porque convirtieron el dinero en la principal mercancía para hacer negocios, sin contrapartida en el sector real de la economía y por otra, la de mayor peso, porque convirtieron al Estado en el marrano para hacer sus inversiones, mediante préstamos de dinero que hacen comprando los títulos de deuda pública. Se produce entonces el desecamiento del aparato productivo y con ello la disminución de la base tributaria que afecta los ingresos fiscales y crea dificultad para pagar la deuda y, por lógica, para mantener un gasto público a la altura de las necesidades sociales. La mayoría de los Estados del mundo están endeudados hasta los tuétanos.

Todo ese esquema, que tiene un soporte teórico conocido como neoliberalismo, tiene que desplomarse en el largo plazo, a pesar de los esfuerzos que hacen los fondos de inversión y los organismos multilaterales que están en manos de dichos fondos, lo cual en la presente coyuntura de la pandemia, se aceleró. Stiglitz escribió examinando la situación antes del Covid-19 y ya en esa época el fenómeno se estaba cocinando. Ahora los efectos del virus y el paro que ha generado en la economía ha incrementado los factores de deterioro económico y ha puesto al Estado entre la espada y la pared, por cuanto el interés del capitalismo financiero internacional es que el organismo disminuya el gasto social para proteger el pago de la deuda, mientras que la pandemia ha impuesto la obligación de aumentar el gasto público para atender las necesidades de salud y subsistencia a las clase populares.

Las fórmulas que recomienda el Premio Nobel, que las denomina progresistas, se refieren a la economía de Estado Unidos, pero se asemejan a patrones que funcionaron en época del capitalismo clásico, donde la fuerza del aparato productivo, el peso del mercado de bienes y servicios, la generación de empleo, eran factores clave; pero ante todo, el significado del Estado y su papel en el engranaje económico, por lo que el autor señala la importancia del régimen político y los alcances de la política en materia de salvación de la economía, que, de todos modos, debe ser dentro del mismo sistema capitalista, pero alejado del capitalismo salvaje neoliberal para que se pueda evitar del todo el derrumbe de la economía.