Revisando
los hechos históricos desde la antigüedad y con mayor razón los del último
siglo, se observa con claridad que los fenómenos mundiales o internacionales,
están por encima y son determinantes de los hechos al interior de los países en
los asuntos relacionados con ellos. Se aprecia que los centros de poder mundial
ejercen influencia y dominio sobre los procesos internos y que estos finalmente
se someten a aquellos.
Si
esa ley histórica se cumple, el próximo presidente de Colombia no será
progresista, sino salido del otro bando y prevalecerá el péndulo que en las últimas
cuatro décadas se ha observado en los países de Latinoamérica. Solo cuando se
derrumbe la modalidad del capitalismo rentista con el poder concentrado en los
fondos, como Black Rock, por ejemplo, y regido por la FED, que se sustenta en
la doctrina neo-neoclásica y su derivado neoliberal, se podrá implantar en los
países dependiente un cambio del modelo económico y social, que se sostenga y
perdure en el largo plazo, hasta llegar a su propósito de condiciones de vida y
dignificación humana , como lo quiere el progresismo.
El
capitalismo financiero internacional ha implantado los mecanismos e
instrumentos para ejercer la dominación global, los cuales son muy potentes y
están blindados con normas constitucionales y del derecho internacional, de
modo que se convierten en un obstáculo para que los Estados, en su conjunto o
sea las tres ramas, puedan aplicar políticas que permitan solucionar
estructuralmente los problemas sociales y satisfacer las necesidades del
pueblo.
Comenzando
por el Banco de la República que raptaron mediante norma constitucional y lo
colocaron a su servicio a través del BPI de Suiza, convirtiéndolo, además, en
autoridad económica por encima del gobierno, el cual con su política monetaria
de freno a la inflación para beneficiar a los rentistas que colocan su
inversión en papeles de renta fija, propicia el desempleo masivo que afecta la
situación social. Luego lo protegieron con normas que solo una asamblea
constituyente puede modificar, esta que los mismos centros de poder global,
siempre impedirán por miedo a que les tumben su poder.
El
negocio del rentismo internacional, es mantener al Estado sometido al mecanismo
de financiamiento que ellos han impuesto a través de los mercados de capitales,
haciendo del Estado un deudor continuo y permanente, que no se puede escapar de
sus garras y se mantiene esclavo de la deuda; porque propiciaron la
implantación de una estructura de financiamiento donde el organismo queda amarrado
a la deuda y debe destinar más de la mitad de los ingresos tributarios al pago
de las obligaciones, limitando al gobierno por escases de recursos, para
atender las necesidades sociales y de inversión. Para complementar, crearon el
cuento de la “regla fiscal”, con la que aseguran que el gobierno destine
prioritariamente los recursos de los impuestos, para atender las obligaciones
con los acreedores. Así, al gobierno no se le permite implementar las políticas
sociales necesarias para el cambio, por limitaciones fiscales que no pueden
evadir. Y si trata de aplicar programas sociales, por algún lado, atacan las
propuestas con el argumento falaz del “populismo”, cuyo concepto ha sido
distorsionado y lo utilizan de manera peyorativa contra los principios del
Estado de Bienestar, que se impuso en la mitad del siglo XX. Para complementar
el dominio internacional, se ha establecido el monitoreo periódico del FMI y los
acuerdos de Basilea mediante los cuales el BPI ejerce su dominación sobre el
banco central. Adicionalmente, y para mantener el sometimiento del Estado al
servicio de la deuda, se inventaron otros instrumentos como las calificadoras
del riesgo (Moody’s, Estándar & Poor´s, Fitch Ratings), con las cuales
hacen “terrorismo” fiscal contra algún gobierno que pretenda escaparse de su
secuestro.
Pero
hasta aquí, solo se ha señalado una fracción del conjunto de factores que
limitan al gobierno para realizar los cambios, que espera con afán la comunidad
nacional en corto plazo y que exasperan el ánimo cuando no llegan rápido las
soluciones deseadas.
Además
de los mecanismos permanentes, los núcleos de poder internacional no se quedan
de brazos cruzados cuando su domino está en riesgo. Meten todo el billete que
sea necesario a través de las ONGs que poseen para tal efecto, como ocurrió en
1990 con el IIE (hoy Instituto Peterson) fundado en Washington en 1981, que
influyó el cambio de la constitución política en Colombia, para poder
secuestrar en banco central con la complicidad de Cesar Gaviria. Cualquier
intento de cambio en el país que vaya en contra de los intereses globales, será
frenado con el auspicio y la financiación de fondos provenientes del exterior,
que manejan los organismos civiles alimentados con donaciones de los grandes
grupos financieros. Y no hemos citado el cinturón de la OMC que aprieta desde afuera, ni el enclave de FEDESARROLLO, el esbirro que mete cizaña desde adentro para la conservación del régimen.
Pero
también hay fenómenos internos que impiden el cambio a la velocidad que la
ciudadanía espera y necesita, de modo que la impaciencia empuja procesos
electorales desesperados, que terminan en contravía de las verdaderas
soluciones al descontento social. No solo es la acción inmoral y antiética de
los neonazis, que utilizan métodos depravados para atacar al gobierno presente con
el fin de dañar la imagen pública mediante la falsedad que condiciona la
opinión de la ciudadanía, similar a la propaganda nazi de Goebbels, sino también
que el soporte político del gobierno, presenta debilidades como para enfrentar
la magnitud de las fuerzas opositoras nacionales e internacionales.
Históricamente,
la cultura política colombiana es caudillista y los procesos electorales no se
sustentan en una plataforma ideológica que contenga propuestas de gestión y
políticas públicas, sino en el nombre y cualidades de un personaje. De otro
lado, el desempleo y la pobreza generalizados por culpa del modelo neoliberal
que ha imperado en los últimos 30 año, generan una acción política espontánea y
reactiva de horizonte coyuntural, que facilita la manipulación del voto
mediante cualquier prebenda; situación que aprovechan los tenedores del gran
capital para comprar la conducta del elector y alcanzar las cifras electorales deseadas.
El
actual gobierno no llegó al poder montado sobre una estructura organizacional
con soporte ideológico fuerte y de gran cobertura, sino como resultado reactivo
de la situación de descontento acumulada durante lo que va del presente siglo, que
había sido originada en el desempleo y la pobreza generalizada propios del capitalismo
salvaje, agravado por el pésimo gobierno del anterior presidente cuyo talante
neonazi concentró los beneficios del poder en grupos de amigos y ocasionó la
horda electoral que llevó al triunfo de la propuesta progresista.
Pero
el progresismo, como partido, no existe. Se aprecia una “cocha de retazos” antagónica
al neoliberalismo y a las elites tradicionales del poder, corruptas y
criminales por cierto, en cuyo liderazgo se destacan los nietos de expresidente,
quienes se creen los propietarios del Estado, al mejor estilo neonazi. Los
actores contrarios a esa tradición política hegemónica, se agruparon y superaron
la tradicional clientela que ha sustentado el ejercicio del poder en el último
medio siglo. No fue el producto de un proceso político ordenado y consecuente
construido sobre bases sociológicas profundas y estables, sino el
aprovechamiento de la coyuntura de descontento y la presencia de un
caudillo con el carisma suficiente para canalizar la votación.
Por
supuesto, la necesidad de crear una organización sólida y con fortaleza
estructural que se alimente con las posturas progresistas o cualquiera
antineoliberal, está vigente y es un menester histórico, ahora que el modelo
neoliberal se está derrumbando en todo el mundo, según se deduce de los
síntomas globales de inflación y la próxima recesión económica, lo cual implica
la debida preparación para la construcción del futuro modelo que reemplace al
actual, diseñado sobre bases nacionales y aprovechamiento del patrimonio productivo propio. Pero la dirigencia territorial de la llamada “izquierda” no muestra un
comportamiento apropiado frente al reto, como se puede ver en la conservación
de los viejos vicios de la izquierda del siglo pasado, donde se manifestaba la
pugna interna entre los propios camaradas y no sobre el verdadero rival en el
escenario político. Para completar, no se vislumbra un caudillo de alto perfil,
que recoja las riendas del proceso y lidere la continuidad del mismo.
El
panorama aquí narrado, deja ver la alta probabilidad del péndulo, que ha
ocurrido en toda Latinoamérica, y que permite prospectar un gobierno de derecha
en 2026 y nuevamente, uno de izquierda en 2030, porque el grueso de la
comunidad es impaciente en razón a que las condiciones de vida no dan espera y
existe la creencia errada de que, con un simple cambio de gobierno, al día
siguiente la situación mejora.
Sin
embargo, el deterioro en las condiciones de vida seguirá en aumento mientras la
situación global sea la misma y por ello el descontento será creciente.
Seguirán las manifestaciones de descomposición social y los fenómenos de
violencia que la acompañan, de modo que al período 2026-2030 le corresponderá
una situación de mayor caos, agravada con el desplome total del modelo
neoliberal, que se espera en esta misma década llegue a su final, por ruptura
de sus contradicciones dialécticas que se están agudizando y se manifiestan en
el desbalance entre el sector monetario, cada vez más grande, y el sector real,
cada vez más pequeño. Así, lo que corresponde hacer por ahora, es alistarse
para evitar que la premonición del vaivén ocurra, cuando llegue el momento en
que esté afuera Petro.