A pesar de que en el primer mes del año ocurrieron hecho
trascendentales como el caso de Odebrecht, el asesinato de líderes sociales, el
conflicto universitario, entre otros, la gran prensa bogotana le otorgó mayor
relevancia a dos casos que también son muy importantes, por su incidencia en la
política exterior y las relaciones internacionales: La negociación con el grupo
guerrillero ELN y la situación de Venezuela que, aunque no es un asunto que
compete a los colombianos, el gobierno nacional lo ha incorporado a la agenda
gubernamental ocupando porcentaje significativo en las labores del gobierno; y
la gran prensa bogotana le ha concedido la mayor trascendencia, porque se
pueden utilizar para distraer el pensamiento público y desviar la atención
sobre los temas que comprometen a las élites del poder nacional.
Por supuesto, sobre estos dos temas han llovido opiniones
de todos los lados, con posturas encontradas, propias del ambiente de
pugnacidad que de manera antagónica ha venido inundando la opinión pública
desde hace más de una año. Sin embargo, los debates propiamente políticos
protagonizados por los actores que están obligados a intervenir como son los
partidos políticos, han estado más bien escasos. Comprensible en los partidos
que andan detrás de la mermelada de Duque; y los llamados movimientos de
oposición, no cuentan con los altavoces de la gran prensa, que hoy está en
manos de los grupos económicos de Santodomingo, Sarmiento, Ardilla y el ultraderechista
grupo Prisa de España, apartándose de la función pública de los medios de
comunicación que, aunque estén privatizados, su rol en el contexto social debe
enmarcarse en la libertad de expresión, la objetividad y la verdad ante todo.
Pero el que causa más notoriedad y sorpresa es el Partido
Liberal. Por ahí, algunas voces aisladas de dirigentes sensatos, se han
pronunciado; pero la contundencia y la fortaleza de su postura y sus
declaraciones como otras veces lo había hecho, han estado bastante ausentes.
Por supuesto, no causa extrañeza la actitud timorata de este Partido, al tenor
de sus costumbres desde que se dejó obnubilar por la corriente neoliberal que
lo tiene hipnotizado.
Sin embargo, hay que recordarle a los dirigentes del
Partido Liberal que tienen un compromiso político y una obligación jurídica
derivada de la Resolución 2895 de octubre de 2011 expedida por la Dirección
Nacional y que tiene peso legal con base en la Ley 1474 del mismo año 2011.
Según esta Resolución, sobre el caso del ELN el Partido debe comprometerse “a buscar la solución de los conflictos
existentes en el seno de la sociedad colombiana, incluyendo los armados, por
medio de la deliberación, la concertación y la negociación política,
entendiendo estos procesos como el desarrollo de una función de Estado que debe
materializarse en formas económicas, políticas y sociales que hagan posible la
reconciliación”. Por lo tanto, este partido debe
debatir con el gobierno sobre la ruptura de los diálogos de paz, tal como reza
el Punto 6 de la Declaración Ideológica de los Estatutos, que tienen fuerza de
ley. Y sobre el caso de Venezuela, es obligación del Partido Liberal, debatir
con el gobierno para que se respete la autodeterminación de los pueblos, tal
como se consigna en el Punto 14 de la misma declaración que dice “El Partido Liberal Colombiano promoverá, en
el marco de las relaciones internacionales, la integración regional, el respeto
por la autodeterminación de los pueblos, la no intervención y la prevalencia de
la justicia social sobre los intereses particulares”.
Siendo así, los liberales
de convicción, quienes están comprometidos con esa plataforma ideológica y la
postura socialdemócrata que encierra, tienen la obligación de ejercer presión
ante la dirigencia nacional, para que frente a la trascendencia de estos dos
temas, no se siga presentando el silencio del Partido Liberal.