martes, 27 de febrero de 2018

LOS TRES CEROS DEL PESO

El escándalo de esta semana ha sido porque, una vez más, en las autoridades económicas se habló de quitar tres ceros a la nominación monetaria de modo que un mil pesos pasarían a ser un solo peso. En los últimos años de esto se ha hablado varias veces, pero hasta ahora no se ha cristalizado como realidad y siempre genera debates y opiniones encontradas algunas a favor y otras en contra.

En lo profundo de la economía el hecho no es trascendental. Como existe la partida doble donde, por un lado, está el sector real y por el otro el sector monetario, que se equilibran en el balance mediante ajustes en el nivel general de precios, que es el mecanismo articulador de los dos, un efecto notorio sucedería si en cualquiera de los dos lados ocurriera un cambio de volumen, ya sea aumento o disminución. Que cambiara la magnitud de bienes y servicios en el sector real, o cambiara la magnitud de dinero circulante en el sector monetario. Pero ninguno de estos cambios ocurriría con la citada decisión, que significa un simple cambio de nominación en la unidad de medida monetaria, de modo que en lo profundo de la economía no ocurrían hechos de gran trascendencia.

Pero como la conexión de los dos sectores se produce en el escenario del mercado y se realiza a través del proceso de distribución del producto social, ahí sí se vienen las consecuencias que son más de carácter operativo y práctico, que de modificaciones estructurales de la economía. Por razones de idiosincrasia o cultura, los agentes del mercado pueden adoptar conductas de irracionalidad que generen efectos en las transacciones de la actividad cotidiana, generando inconvenientes y problemas para los participantes en la oferta y la demanda que pueden traducirse en traumas y conflictos de la economía.

Se tendría que pensar en los argumentos que sustentan la medida monetaria y comparar su peso con los inconvenientes prácticos de su aplicación, para ver si realmente se justifica. Porque puede suceder que son tantos los traumatismos en la operación diaria, que no cubren el beneficio que puede traer la eliminación de los ceros, la cual como se observa a primera vista, se limita a simplificar la contabilización y los registros que hoy alcanzan cifras elevadas, pero con una capacidad adquisitiva muy pobre. Igualmente, también hay que considerar que existen zonas del país cuya monetización es baja, con medios de pago alternativos y hasta formas de producción y cambio precapitalistas, donde los conflictos por motivo del cambio pueden mayores.

La propuesta puede ser de esas que suelen aparecer como cortinas de humo para cubrir otros fenómenos de gran impacto social o político; habrá que esperar los argumentos de sustentación para comprender mejor el fenómeno y poder sacar conclusiones acerca de los beneficios que puede traer la eliminación de los tres ceros del peso.

martes, 20 de febrero de 2018

EL PELIGRO DEL POPULISMO


El concepto de populismo, que hoy es un poco confuso, tomó fuerza a mediados del siglo 19 por causa de los marxistas, quienes criticaron dicha postura como se puede deducir del escrito de Carlos Marx “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. El sectarismo de Marx no le permitía aceptar nada diferente a la revolución socialista como fórmula para solucionar los problemas sociales de desigualdad y pobreza y por eso rechazó todas las propuestas de economía popular, si eran dentro del capitalismo, como hizo también con el cooperativismo de Roberto Owen.

Después, cuando los alemanes crearon el Estado Social por allá en 1890 mediante la Constitución de Bismark, las necesidades del pueblo se convirtieron en objeto de las políticas del Estado creándose así la Política Social y surgiendo el Estado del Bienestar que se consolidó en los años treinta del siglo 20 y se fortaleció con los soportes de Keynes. Simultáneamente, los temas populares pasaron del terreno económico al terreno político y después de la segunda guerra mundial, mientras en Europa se desarrollaban las economías socialistas, en Latinoamérica surgían los gobiernos populistas de Vargas en Brasil, Perón en Argentina y Rojas en Colombia, entre otros, que no causaban mayor malestar a los grupos de poder, por esa época las multinacionales, a las cuales les convenía el elevado gasto social para así tener volúmenes de venta. Para esta época no había motivo de rechazo como lo hizo Marx, porque cabía en el marco del Estado Social.

Pero en los años ochenta del siglo pasado cuando se transformó el sistema mundial pasando del Capitalismo Empresarial al Capitalismo Rentista, el populismo se convirtió en un pecado grave, como un delito, despreciado por la nueva teoría económica, que después del Consenso de Washington comenzó a señalarlo peyorativamente y a imputarle cargos de irracionalidad. El populismo es un enemigo del neoliberalismo porque aumenta el gasto público y ya se sabe que el objeto final de todas las posturas neoliberales es la disminución del gasto, sobre todo del gasto social, el cual se debe focalizar, para lo que se utiliza el sisben. Ahora sabemos que toda acción del Estado que ponga en riesgo el servicio de la deuda, o sea los ingresos de los fondos de inversión y el capital de los rentistas, debe ser combatido y atacado de manera implacable.

Lo cierto es que las posturas Socialdemócrata y el Populismo son parientes cercanos y ambos, constituyen la propuesta política que confronta a la postura neoliberal. Hoy el Populismo constituye la esencia del Estado Social que, según los fundamentos creados por los alemanes en 1890, debe asumir con sus recursos la carga de satisfacer las necesidades de los más pobres, lo que, por supuesto, tiene incidencia en la economía; pero si estuviéramos en el capitalismo industrial como el del siglo pasado, nadie lo miraría como enemigo. Sino que como estamos en el capitalismo rentista sustentado por el pensamiento neoliberal, estos pensadores que no aceptan el incremento del gasto social por razones del interés de los fondos y los rentistas agrupados en ellos, solo ellos y nadie más, sí consideran que existe el peligro del populismo.

miércoles, 14 de febrero de 2018

NIVEL ÉTICO DE LA CAMPAÑA ELECTORAL


En las esferas académicas es común la queja por los patrones mentales que rigen la conducta humana en el marco del accionar político, que por las épocas de elecciones se alborota y casi que la cultura política se concentra en esto: simplemente en tomar posición frente a los candidatos; pero por lo general, sin considerar las propuestas programáticas ni las fuerzas sociales que representa el actor, sino los puros aspectos formales y estéticos, las más de las veces construidos por los medios de comunicación social. Muy pocos se detienen a meditar sobre el contenido de las ideas del candidato y sobre los intereses que representa.

Pero en ese trasegar de opinión entre colombianos, esta vez que se realizan elecciones para el nivel nacional, el fenómeno ya se está volviendo preocupante. Ahora sí es cierto que las ideas y propuestas han pasado al último lugar y el debate se está concentrando en los ataques virulentos de unos contra otros utilizando argumento de todo tipo, menos políticos. De su pasado, de su riqueza, de sus amigos, de su familia y lo peor, con una carga cuantiosa de injurias, calumnias, mentiras y distorsión de la verdad, de todos los lados.

El régimen político es el puente entre la sociedad y el Estado, este último que, si bien surge del seno social, se erige por encima de ella para regir los procesos del conglomerado humano hacia el mejoramiento de las condiciones de vida, en lo que se le ha dado a llamar los fines sociales del Estado. Por ello los procesos que se realizan dentro del régimen, a los que se le denomina el sistema político, deberían darse cumpliendo los más elevados cánones de la ética pública. Pero eso no está ocurriendo.

En esta campaña, más que en todas las ocurridas en el medio siglo anterior, se está presentando una muy clara separación de linderos entre la izquierda y la derecha, pero no sobre la base de la población objetivo de las propuestas como fuera la iniciación de los términos por allá en la Revolución Francesa, sino sustentada en las fuerzas de poder que representan los candidatos. Se le llama de derecha a todo lo que esté en concordancia con las fuerzas de la oligarquía tradicional que durante dos siglos ha manejado el Estado colombiano y que esté en contra del proceso de paz y se le llama de izquierda a los que están por fuera de las elites tradicionales y a favor del acuerdo con la insurgencia, independientemente del contenido de las políticas públicas que proponen y los beneficiarios de las mismas.

Es por lo tanto lamentable, que en un momento histórico en que el país está a punto de tocar fondo por la corrupción y la gente está exasperada por la situación socioeconómica, por lo tanto, propicio para dar el gran cambio hacia fines de mayor dignidad humana, cambio este que solo requiere modificar la forma como se está manejando el Estado, las actividades en este importante campo de la vida social hayan caído en tan bajo nivel ético de la campaña electoral

martes, 6 de febrero de 2018

LA CAÍDA DE LAS BOLSAS

Al comienzo de esta semana el alboroto en los medios fue por la caída en las bolsas de valores de gran parte del mundo capitalista, que, iniciando en Nueva York, arrastró mercados en Europa, Asia y por supuesto Latino América. Los economistas neoliberales corrieron a dar explicaciones del fenómeno utilizando argumentos, más de tipo especulativo que científico, como el nivel de empleo en USA, el anuncio del alza en la tasa de interés de la FED, la política tributaria de Trump, los precios del petróleo y otros que, por supuesto, son factores que inciden en el inmediato plazo y se convierten en las gotas que rebosan la copa, pero que no constituyen las verdaderas causas y el fondo, que desde hace diez años se viene acumulando y guardando la masa de energía que tarde o temprano ocasionará el cataclismo.

Quien ha planteado la situación en el fondo y ha anunciado el derrumbe total del modelo de la globalización financiera es el doctor Nathan Hagens, con argumentos sólidos que se caen por su propio peso. El Capitalismo Rentista ha convertido el dinero en mercancía, cuando los clásicos lo consideraban simplemente como medio de pago, y violando el principio de la partida doble, incrementan los volúmenes de dinero a través de las operaciones en bolsa, sin que este tenga el debido respaldo en el sector real de la economía, el cual se viene desecando hace un cuarto de siglo por la contracción de aparato productivo mundial. Así, el Estado ha sido la cuña que contiene el modelo, pero a través del endeudamiento público permanente, continuo y progresivo, lo que como dice Hagens, no se puede sostener un mecanismo de deuda de largo plazo utilizando cada vez más endeudamiento para pagar los vencimientos anteriores.

En 2008 hubo un campanazo y ahora se presenta otro. Si los interesados no introducen ajustes fortaleciendo el aparato productivo y salvando las finanzas públicas, dentro de diez años habrá otra caída de las bolsas y así sucesivamente, hasta que se vendrá el derrumbe total del modelo que no se podrá sostener porque el componente monetario no tendrá el debido respaldo en el sector de bienes y servicios o se quedará pequeño frente a la gran magnitud del crecimiento del ahorro en manos de los especuladores internacionales del dinero, que se agazapan en el seno de los grandes fondos de inversión.

Por supuesto, estos son golpes que afectan a los grandes multimillonarios del mundo, porque los pobres vienen afectados desde finales del siglo pasado, ya que dicho modelo ha propiciado una gran acumulación de riqueza en unas pocas personas del mundo, que no son más de 200, y ha generalizado la pobreza en la gran mayoría de países y personas, por lo que, independientemente de los vaivenes de los mercados de capitales, en donde el colombiano es poco significativo en comparación con la magnitud global, los pobres siguen igual; pero que en las noticias económicas, donde ahora predominan los asuntos monetarios y las situaciones que viven los especuladores del dinero, los titulares en primera página son los de la caída de las bolsas.