martes, 28 de noviembre de 2023

ADN DE LA VIOLENCIA EN COLOMBIA

 La historia de Colombia está caracterizada porque es la historia de los conflictos y la violencia, como se puede ver en los dos siglos anteriores, desde la Patria Boba que comenzó en 1810, pasando por las nueve guerras civiles que hubo en el siglo XIX para terminar en la “Guerra de los mil días”. Luego vino el siglo XX con la violencia que durante la primera mitad protagonizaron los liberales y conservadores, para terminar en la segunda mitad con el conjunto complejo de fenómenos de violencia, donde confluyeron múltiples actores con diversidad de propósitos como guerrilla, narcotráfico, paramilitares, bandas criminales, pandillas sicariales, mercenarios y muchas formas más. 

El siglo XXI, que se creía iba a mejorar la convivencia y podría tener mejores condiciones de armonía social y clima pacífico, resultó peor que el anterior. Las guerrillas se torcieron, los paramilitares se ajustaros a la realidad presente y aparecieron otras manifestaciones de conflicto con diversidad de expresiones que van desde la violencia intrafamiliar, pasando por la violencia barrial, siguiendo por los grupos y bandas tradicionales, los extorsionistas que cogieron fuerza, las mafias de todos los pelambres acompañadas con violencia, hasta la violencia de los altos niveles del poder, donde se cruzan muertes de dudosa procedencia. 

La violencia no solamente es política; está incrustada en la esencia de los colombianos, por lo que se observa en el interior de la familia, las pandillas de las calles y los campos, además que se ha diversificado. Hay violencia psicológica, violencia laboral, violencia institucional y violencia material, que, en todos los casos, deteriora las condiciones de vida. Las celebraciones familiares, las tradiciones culturales, los carnavales populares, las fiestas patronales, en los espectáculos públicos, en los torneos deportivos, en el tráfico de las calles, en los colegios, en las filas de las entidades, en el vecindario y en todo lugar, se aprecian las manifestaciones de violencia por cualquier motivo, sin nombrar el caso más aberrante que es la violencia de género, donde la mujer es la víctima más relevante. 

La violencia está enraizada en la ideología o la cultura de los colombianos, que casi en todas las fiestas de celebración, a la madrugada de remate de fiesta es un enfrentamiento violento entre borrachos. La violencia está incrustada en los tuétanos de los colombianos, que comienza desde el maltrato a los niños producido por los mismos padres y termina en las amenazas y chantajes en los altos niveles del poder político y económico. 

En esas condiciones sociales y culturales existentes en la realidad objetiva de la comunidad nacional, ¿cómo se debe concebir una política pública orientada a la construcción de paz?? 

La política pública de paz debe tener viabilidad cultural o ideológica, viabilidad social, viabilidad financiera y viabilidad técnica. No se trata de celebrar acuerdos con grupos armados y realizar negociaciones como las realizadas en el siglo pasado en los años cincuenta, en los años ochenta y en los años noventa. Los hechos muestran que los resultados no fueron los esperados porque por encima se colocó la conducta violenta de los actores y los procesos fueron un fracaso. En este siglo, se está viendo los mismo: acuerdos con paramilitares, acuerdos con las Farc, pero la violencia sigue peor que antes porque ahora la descomposición social creada por el modelo neoliberal y agravada por la ideología de la postmodernidad, ha trascendido la violencia sociopolítica y está invadiendo todas las esferas de la vida social. 

El diseño de una política pública para atender este gran problema público, implica abordar las causas objetivas y también las subjetivas; atender los factores estructurales y también los factores coyunturales, por lo que requiere medidas de inmediato plazo, de corto, mediano y largo plazo, diseñados por los actores sociales, más allá de negociaciones en mesas cerradas entre el gobierno y un solo actor, que está contaminado ideológicamente y opera en un caldo de cultivo que propicia más violencia.

Ya está claro y demostrado que, así como se ha realizado el propósito en los últimos setenta a años, así no es; porque puede resultar peor el remedio que la enfermedad, visto en el contexto de toda la complejidad social donde cohabitan multiplicidad de actores con diversidad de intereses. Pero no se conoce una formula acertada, pertinente y viable para afrontar esta complejidad, que inicia en la sangre misma de los habitantes y circula en el mismo ADN de la violencia en Colombia. 

domingo, 26 de noviembre de 2023

LA RAZÓN DEL COBRO DE INTERÉS

Desde época de la antigua Grecia, cinco siglos A.C., el tema de la tasa de interés y el cobro del mismo ha sido objeto de análisis y comentarios sobre su racionalidad y justeza, a la luz de la ley natural y los principios filosóficos, como los que expuso Aristóteles en esa época. Posteriormente, y con la evolución de la economía y después de 25 siglos, aun el tema sigue ocupando primeros lugares en el análisis de la economía, como ocurre hoy, cuando, independientemente de su eficacia, la política macroeconómica neoliberal lo ha convertido en el principal instrumento para regular la inflación monetaria. 

Pero desde, los albores del capitalismo, por allá en el siglo XVI, el cobro de interés se ha considerado como el costo que tiene el dinero, por lo cual se justifica cuando se aplica como contraprestación a la concesión de un préstamo. Es decir, el cobro de interese es justo y equitativo, cuando un prestamista le entrega dinero al prestatario en calidad de préstamo para ser devuelto posteriormente. Eso es el principio universalmente aceptado. 

La pregunta que surge, entonces, es: cuándo la autoridad de tránsito y transporte, concedió un préstamo a los infractores de una norma reguladora, ¿¿cómo para que cobren intereses por las multas de tránsito?? Es una aberración de un principio universal sobre el costo del dinero, que no corresponde de manera pertinente, al argumento de pérdida de capacidad adquisitiva del dinero y la necesidad de indexar el valor real. Eso es otra cosa.

Es cierto que el Código de Tránsito ha sido concebido y diseñado, no con el propósito de ordenar la movilidad, racionalizar el uso del espacio, elevar la competitividad ni para mejorar las condiciones de vida de la población, sino que, y está muy claro, el objetivo es instaurar un instrumento idóneo para enriquecer a las mafias globales de privatización de los bienes públicos; pero el caso del cobro de interés por las multas, ya es un extremo morboso que se aparta de cualquier argumento sólido para justificar la razón del cobro de interés.

domingo, 19 de noviembre de 2023

LA NECESIDAD DE PEDAGOGÍA POLITICA

Quienes desean el cambio de las políticas públicas con las que el Estado responde a las necesidades humanas de la sociedad, lo que deben hacer es dedicarse a realizar actividades tendientes a la toma de conciencia sobre el ejercicio cívico de la participación en política, para acabar con esa patología social de que para ganar elecciones se necesitan manejar volquetadas de dinero. La cultura política colombiana se aparta de todos los cánones sociológicos de las relaciones Estado-Sociedad, situación que aprovechan quienes solo tienen intereses particulares, pero cuentan con el dinero suficiente, para manipular la voluntad electoral y mantener los grupos de dominación que desde mediados del siglo pasado vienen controlando el manejo del Estado en todos los niveles. 

No obstante, lo que se ha visto en la tradición, es que los militantes de grupos de afuera de los políticos tradicionales, se dedican a atacar y pelear entre ellos mismo, descuidando la siembra de conciencia en la comunidad, sobre la realidad económica, social, institucional y política que impera en nuestro medio. Eso permite que las elites tradicionales utilicen los medios masivos de comunicación convencionales, para difundir mentiras y distorsionar la verdad, influenciando la mente de la gente y creando temores y posturas en contra de sus verdaderos intereses. De tal manera, que, para evitar el efecto de la gran prensa y las campañas de desprestigio mediático contra las propuestas de cambio, la más adecuada estrategia es el contacto personal en los mismos territorios donde reside la comunidad y con base en ejercicios de convivencia, compartir pensamientos para el conocimiento de la realidad objetiva.

 

La gente del común no sabe del daño que las políticas neoliberales le han hecho al país desde 1991, y no vivieron lo que era la economía y las instituciones de Colombia antes de 1980. Los jóvenes no habían nacido todavía. Entonces solo conocen la realidad del capitalismo salvaje y no es fácil asimilar el significado de los cambios para volver a tener en algo, no igual porque no es posible, pero similar a ese pasado que permite mayor dignidad a la vida humana y por eso existe la necesidad de pedagogía política. 

domingo, 5 de noviembre de 2023

CONSTRUIR EL PROGRESISMO COLOMBIANO

 Si bien es cierto que no es verdad la afirmación de los políticos tradicionales quienes afirman que los resultados de las elecciones territoriales de octubre son un rechazo al gobierno nacional, también es cierto que el gobierno de Petro no es un dechado de virtudes ni que el presidente sea una pera en dulce. Ya se ha señalado que el gobierno, como cualquiera, comete errores a la luz de la teoría de la gestión pública y considerando las expectativas creadas con su elección.  

Se ha reconocido que la elección de un gobernante de afuera de las élites tradicionales de poder, fue consecuencia o efecto del descontento generalizado derivado de la situación económica, social e institucional que, todavía, reina en Colombia. Examinando las causas del fenómeno que originó la reacción masiva, está muy claro que los factores estructurales causantes del problema radican en las políticas neoliberales que durante treinta años se han impuesto en Colombia y que los factores coyunturales se ubican en el fracaso del pésimo y corrupto gobierno del anterior presidente. Así, blanco es, gallina lo pone; por lo cual la esperanza de la ciudadanía, sin saberlo a ciencia cierta, pero sintiéndolo, estaba centrada en cambio de las políticas neoliberales y la lucha contra la corrupción que tiene hastiada a la comunidad. 

Pero, el direccionamiento que ha impuesto el gobierno actual, no corresponde a los elementos estratégicos existentes en el escenario y la respuesta no ha sido del todo pertinente frente a las necesidades específicas de los colombianos. No se observa una ruta concreta para avanzar en la dirección correcta durante los cuatro años del período, sino una dispersión de acciones diversas, que dan oportunidad para el ejercicio de la oposición y la publicidad engañosa de las élites tradicionales.   

Ahora, no se trata de hacer un listado de los desaciertos o elementos impertinentes aplicados, sino de pensar en una solución hacia el futuro que responda a los mismos motivos, que aún mantienen, del descontento generalizado. Una solución política más coherente con la causa estructural señalada y que permita sembrar un proceso político organizado, con una arquitectura adecuada, que corrija las debilidades del tradicional caudillismo empotrado en la cultura política colombiana. 

Lo apropiado es la conformación de una organización política única, cohesionada, que sobrepase las limitaciones del proceso que llevó a Petro a la presidencia, cuyo carácter se asimila más a una “colcha de retazos”, además contaminada con los viejos vicios de la izquierda del siglo XX, esos que no precisaban quién era el verdadero rival y se dedicaban a atacar a los propios compañeros. Una organización donde pueda operar la democracia interna, que hoy no es eficaz por la pequeñez de la cultura política y los resabios individuales de muchos miembros de la dirigencia, sobre todo en los niveles territoriales.

De acuerdo a la reciente historia política latinoamericana, la ola progresista es la corriente recomendada para sostener un proceso político de largo alcance. Según Ángel Arellano, un analista uruguayo, “el discurso progresista rescata la promoción de la justicia y el progreso social, la equidad, la participación, la democracia, y da al Estado un rol esencial como actor garante de la disminución de la desigualdad y las discriminaciones de las minorías, apoyado en una nueva lógica de la distribución de los recursos públicos”: Por ello, el progresismo constituye el mecanismo más idóneo para conducir el desmonte del neoliberalismo, el que por fortuna, ya está dando los últimos estertores en todo el planeta y que se espera se derrumbe totalmente dentro de esta misma década, fecha para la cual ya se debe haber avanzado en el proceso de caracterizar las propias especificidades nacionales y con base en ello construir el Progresismo Colombiano.