La
única pensión de vejez que existe es la pública, pero FEDESARROLLO, la agencia
promotora del neoliberalismo en Colombia, y Santiago Montenegro, el esbirro que
ha colocado el capitalismo financiero para defender sus intereses, insisten en
comparar a Colpensiones con los fondos privados, siendo que esta comparación es
absurda; es como comparar toros con caballos.
La
pensión de vejez tiene su fundamento por allá a finales del siglo XIX, cuando
en época del Estado Prusiano se comenzó a hablar de las funciones del Estado,
que luego se concretaron en Alemania mediante la Constitución de Bismarck, que
ya en el siglo XX se convirtieron en políticas sociales bajo el concepto del
Estado del Bienestar, cuando a este organismo se le asignó también la misión de
proteger las necesidades humanas, principalmente de los pobres, que no tienen
dinero para pagar la propia satisfacción.
La
pensión de vejez es un asunto público, porque es de interés general que nos
compete a todos los individuos de la especie, quienes, sin excepción, tendrán
que llegar a la tercera edad, por su puesto, si no se mueren antes. Es un bien
público que contiene el satisfactor de la necesidad humana de protección, que
los adultos mayores requieren cuando ya no están en capacidad de generar sus
propios ingresos, después de agotada su vida laboral. Por lo tanto y
considerando el carácter público tanto de la necesidad como del satisfactor, es
al Estado a quien corresponde asumir la responsabilidad frente a la prestación
del servicio respectivo, para lo cual, como en todos los casos de los bienes
públicos, es con el dinero recaudado en los impuestos como se debe cubrir el
costo del satisfactor, el cual, se define con base en la necesidad humana y no con
base en las cuotas pagadas durante la vida laboral.
Para
cumplir con esta obligación del Estado, en el siglo pasado, se había creado un
mecanismo con operación de carrusel, mediante el cual los jóvenes pagaban la
cotización mensuales durante su vida laboral, dinero con el cual se pagaba la
pensión a los viejos y si algo faltaba, entonces se cubría con recursos del presupuesto
nacional; sistema que funcionaba sin mayores traumatismos y sin crear la crisis
fiscal de la que se habla hoy. Pero cuando se impuso el capitalismo rentista,
con el soporte conceptual del pensamiento neoliberal, se crearon los fondos
privados que hoy se han vuelto un dolor de cabeza para quienes llegan a la
vejez y para la situación del fisco.
Los
fondos no son bienes públicos sino negocios privados. No son satisfactores de
la necesidad humana de protección que requieren los viejos, sino la manera de
que el capital financiero se aproveche de los ahorros de los trabajadores
durante su vida laboral, que luego cuando ya están en la edad respectiva, pueden
retirar mes a mes hasta que se mueran. Eso no es una pensión con carácter
humanista, sino un ahorro privado obligatorio con carácter financierista. Una
manera de saquear el esfuerzo de la edad laboral para que el gran capital haga
negocios y se embolsille las ganancias obtenidas con el dinero de los
trabajadores. Eso no es una pensión sino un ahorro privado.
Lo
que ocurrió fue que desde los años noventa, con engaños los fondos privados
secuestraron a los jóvenes y se dedicaron a recibir durante más de 20 años, las
cuotas mensuales del ahorro, dejando al sistema del Estado sin ingresos para
pagar pensiones, de manera que le tocó al presupuesto nacional asumir esa
responsabilidad sin contrapartida de ingreso. Claro, así, el acumulado llegó a
tal nivel que hoy la carga pensional contra el presupuesto alcanza sumas muy
elevadas; por ello, la única solución para el problema fiscal es que los fondos
privados se acaben y los jóvenes regresen a pagar sus cotizaciones a
Colpensiones.
La carga fiscal le duele mucho a los
neoliberales, porque el foco de esta doctrina es la disminución del gasto
público, con el fin de que el Estado no ponga en riesgo el servicios de la
deuda a favor de los especuladores internacionales del dinero y para controlar
la inflación, que es el mayor enemigo de los especuladores que invierten su
dinero en papeles de renta fija con el riesgo de que la inflación se les coma
la renta. Entonces, no existen dos sistema de pensiones ni mucho menos
alternativos, por cuando solo se cumple la función sociológica de protección a
la necesidad humana en el sistema público, por lo cual las pensiones privadas
no existen.