miércoles, 28 de noviembre de 2012

LA BASURA DE BOGOTA


Desde cuando comenzó la privatización de lo público después de 1991, a raíz de que la distribución de los bienes y servicios públicos se trasladó al mercado, sólo se han presenciado conflictos, ineficacia, quejas e inconformidades por todo los lados. Aseguran los partidarios de este fenómeno, que eso es necesario porque el Estado es mal administrador, lo cual hoy no es tan cierto: por una parte, porque pudo haber sido mal administrador el Estado Burocrático que existía antes de 1991, pero no el actual modelo de Estado Gerencial que se implantó con la Constitución vigente; y por otro lado, quien es ineficiente no es el Estado sino los politiqueros que controlan el régimen y que ocupan los cargos a través del esquema clientelista.

Lo cierto es que con el traslado de lo público al mercado nos vemos frente a un dilema: por lado, el Estado que es experto en manejar lo público porque lleva realizando ese papel más de dos siglos, pero que no sabe nada del mercado; y por otro lado los privados, que son expertos en temas del mercado porque llevan ahí más de dos siglos, pero que no saben nada de lo público. Al final, paga los platos rotos la comunidad.

Desde la fundación del Estado Moderno, por allá en el siglo 18, uno de los papeles que se le asignó a este organismo fue el de manejar los bienes y servicios públicos con carácter monopolista y exclusivo. Sólo a partir de 1991, fue cuando los privados pudieron entra también a hacer negocio con ánimo de lucro, mediante el manejo de lo público, una perversa postura de la doctrina neoliberal que tanto daño ha hecho principalmente a los más pobres. Pero ahora, algunos agentes del gobierno nacional cuestionan al alcalde Petro, porque disque quiere acabar con la libre competencia en el manejo de las basuras. Qué horror. Hasta dónde han llegado los neoliberales. Si el Estado no monopoliza lo público tal como figura en los principios que soportaron el Estado Moderno, entonces para dónde va este país?

Lo cierto es que únicamente quieren utilizar los bienes y servicios públicos, no para satisfacer el interés general y el bien común en concordancia con los fines esenciales del Estado, sino para convertirlo en objeto de negocio con ánimo de lucro y beneficiar así a los inescrupulosos empresarios que camuflándose en la supuesta eficacia en la prestación del servicio, solo persiguen llenarse los bolsillo privados tal como ocurría con la basura de Bogotá.