A
comienzo de semana en la primera sesión de la Junta del Banco de la República,
contra todos los pronósticos de los analistas económicos quienes pensaban que
el banco iba a mantener la tasa en el mismo nivel, la autoridad monetaria
resolvió bajar la tasa de interés en 25 puntos básicos quedando la cifra en 4,5
%, con el argumento principal de que el año anterior la tasa de inflación
estuvo por debajo de lo esperado, además de otros motivos como el flujo de
entrada de dólares al país que se ha incrementado y considerando también el
estancamiento de la demanda interna que tiene frenada la economía.
No
se sabe cuáles son los resultados reales de esa política, porque en los libros
de teoría se afirma que con esa medida se aumentará la demanda agregada y habrá
dinamismo en el mercado, por lo cual el trasfondo de la medida está en la
necesidad de reactivar la economía que el año pasado estuvo pesada y las ventas
de las empresas se vieron afectadas con el consecuencial efecto en el desempleo
y los ingresos familiares y así el círculo vicioso; pero la historia y las
estadísticas nos muestran que esa política teórica no es tan exacta como dicen
los organismos multilaterales y los teóricos neoliberales. Lo que se ha visto
es que la baja en la tasa de interés beneficia a los intermediarios
financieros, pero no se percibe sustanciales aumentos en la demanda agregada y
mucho menos en la reactivación de la economía, ni tampoco en la meta de
inflación fijada.
Antes
de 1991, cuando la autoridad económica era la Junta Monetaria, las medidas de
política macroeconómica eran para aumentar el empleo y con ello beneficiar el
aparato productivo cuyas ventas aumentan si hay gente en la calle con plata en
la mano. Era época en que el Gobierno manejaba la economía en concordancia con
las políticas generales de desarrollo y bienestar social. Pero ahora, la
autoridad es el Banco, organismo que si bien es cierto es estatal, no se somete
a las políticas del gobierno sino a los vaivenes y conveniencias del capitalismo
financiero internacional. En ese tiempo, la política monetaria ofrecía dos
alternativas: o era expansionista para aumentar el empleo, o era contractiva
cuando había pleno empleo. Casi siempre era expansionistas lo cual significaba
brindar créditos a los agentes económicos y emitir moneda para aliviar el
déficit fiscal.
Pero
hoy no. Ahora los propósitos no son los del empleo ni el aparato productivo,
sino el sector financiero y principalmente los capitalistas rentistas que han
invertido su dinero comprando papeles de renta fija, por lo cual sus ingresos
corren mucho riesgo cuando la inflación se eleva porque se les come sus
ganancias. La política monetaria se ha reducido simplemente a fijar la meta de
inflación, que sirve de señal para que los especuladores del dinero sepan qué
papeles compran según el interés que pagan y las decisiones de política se
limitan a subir y bajar la tasa del Banco, que es la indicativa de la economía,
sin importar el empleo ni lo que ocurra en el aparato productivo, por lo cual,
en vista de la baja inflación del año 2017, ahora la autoridad monetaria bajó
la tasa de interés.