Los
gobiernos de Santos han sido desastrosos. Las políticas macroeconómicas tan
funestas como las de Uribe; una política fiscal esclava del servicio de la
deuda, una política monetaria sumisa a los designios del Banco Central y una
política cambiaria sujeta al vaivén del mercado. La política de desarrollo
totalmente impertinente frente a la realidad del país pero arrodillada a la
OCDE; las políticas sectoriales burocratizadas, inconsecuentes y en manos de
los politiqueros; la política territorial echando reversa a la
descentralización y castrando la autonomía territorial y para completar, la
designación de ineptos en los altos cargos de la administración, solo con los
méritos de ser miembros de la élite oligárquica o cuotas de mermelada.
Pero, hay
que reconocerle a Santos el mérito que tiene la aplicación de una salida
civilizada para la solución del conflicto sociopolítico que impera en Colombia
hace más de medio siglo, a pesar de todos los ataques de sus contradictores.
Las especies de animales sin raciocinio solucionan sus conflictos, ya sea por
la comida, el territorio o la hembra, utilizando la pelea violenta; pero en la especie
humana que tiene razón, la solución de conflictos por la vía de la violencia no
es lo más sensato ya que siempre en el conglomerado social hay todo tipo de
conflictos cuya solución acorde con su estatus biológico, debe ser mediante
diálogo y concertación. Es inherente al conglomerado social la existencia de
multiplicidad de conflictos; pero no podemos imaginarnos, por ejemplo, la
resolución de los conflictos conyugales que son a diario y en casi todas las
parejas, matándose el uno al otro. Ya no existiría la especie humana. La
especie humana no debe ser como los otros animales.
A santos le
ha tocado ser protagonista de la pelea interna de la oligarquía colombiana que
históricamente, desde Bolívar y Santander, siempre se ha peleado; pero no tan
fuerte como ahora que se enfrentan la mafia antioqueña contra la aristocracia
bogotana, rodeadas ambas de los lagartos y arribistas politiqueros que están
repartidos entre los dos bandos, ubicándose la mayoría, eso sí, en el bando que
tiene los puestos y los contratos. Lo grave para Santos es que sus opositores
recurren a armas de bajo nivel, propias del estilo neonazi, como el engaño, la
tergiversación, la mentira, la publicidad inmoral. Pero Santos resiste y contra
todos los embates, pero respaldado por la comunidad internacional, sigue
adelante. Estos no han podido o no han querido, entender la diferencia entre
que una cosa es derrotar al enemigo y someterlo a la ley triunfante y otra, muy
distinta, es negociar acuerdos cediendo concesiones de ambos lados.
No
sabemos dónde irá a parar el proceso con las Farc; pero de lo que sí se puede
estar seguro, es que el acuerdo introduce un nuevo artificio en la historia de
Colombia, que pone a pensar a todo el país en algo que no estaba en la idiosincrasia
nacional, como es la posibilidad de construir una nueva sociedad a partir del
esfuerzo por conquistar la paz. Probablemente las estructuras del régimen y la
influencia de las fuerzas de poder internacional seguirán igual, pero la gran
mayoría remando hacia el mismo lado y con el mismo propósito de convivencia
armónica y pacífica, podrá superar los antagonismos y alcanzar los cambios en
la vida social que justifiquen la actual tragedia que vive Santos.