Ahora sí, están los que son en el partidor; después de ver
la proliferación de precandidatos que hubo desde finales del año pasado, todos
moviéndose por el aval, ese artificio aberrante que le han colgado a la
democracia colombiana y que solo ha servido para consolidar mafias en el
ejercicio del poder.
Ahora vendrá la etapa de competencia, que en concordancia
con la lamentable cultura política nacional, los contrincantes se dedicarán a
escudriñar el pasado personal de los candidatos para montar el debate sobre los
ataques personales por lo hecho en el pasado y no por el proyecto futuro. Para
nada se tendrá en cuenta las propuestas sobre políticas públicas ni sobre el
estilo de gobierno que se plantea hacia el futuro. Un desvío total de la
esencia de gobernar, que se debe concentrar en el manejo del Estado y por
supuesto en los mecanismos objetivos para ejercer la gestión pública.
Pero las normas vigentes resaltan la importancia del
programa de gobierno propuesto, aunque la praxis política lo deja de lado. Dice
el Artículo 3° de la Ley 131 de 1994, que los programas deben “surtir posteriormente su publicación en el
órgano oficial de la entidad territorial respectiva o, en su defecto, las
administraciones departamentales o municipales ordenarán editar una publicación
donde se den a conocer los programas de todos los aspirantes, sin perjuicio de
su divulgación pública de acuerdo con la reglamentación en materia de uso de
medios de comunicación”, supuestamente, para que la opinión pública conozca
su contenido y con base en ello, decida su actitud frente al voto. Vamos a ver
si las entidades territoriales cumplen la ley y proceden a realizar dicha
publicación, lo que ayudaría mucho a la pedagogía sobre el proceso electoral,
atrayendo la atención de la gente sobre el contenido del programa y restándole
importancia a la foto del afiche pegado en la pared o a los chismes sobre el
pasado del candidato.
También vendrán los famosos debates a través de los medios
de comunicación, donde, por lo general, se descubre la ignorancia de los
periodistas sobre temas de gestión pública; y se pretende que en dos minutos el
candidato resuelva asuntos de la agenda pública que en la práctica requieren
varios meses de serios estudios e igualmente, el conocimiento de la situación
desde adentro de la administración. Les toca a los participantes, especular anticipadamente
sobre temas que aún no conocen, ni las condiciones y recursos para resolverlos.
Pero bueno, todo eso es parte de nuestra feria electoral,
que cada cuatro años se repite para que el funcionamiento del régimen político,
siga igual y las mismas elites de poder, en este caso territoriales, se
mantengan administrando el Estado en los niveles subnacionales. Mientras la cultura política siga siendo la
misma que hoy existe, probablemente no habrá cambios, a pesar de que varios de
los aspirantes en sus discursos hagan referencia al cambio y la renovación;
confundiendo también renovación con la edad del personaje y no con las ideas y
los antecedentes de la persona.
Esperemos
a ver los próximos tres meses que se viene en el escenario electoral y
confiemos que este año se logre algún avance en el mejoramiento de los procesos,
donde se destaque el bien común y el interés general, por encima de las
conveniencias y pasiones personales tanto de los candidatos, como de los
electores, quienes también sobreponen sus conveniencias individuales para tomar
la decisión del voto, sin considerar los aspectos de carácter público. Ojalá
que este año, se vean mejoras en el sistema electoral.