La planificación es
un tema que cogió fuerza en la segunda mitad del siglo pasado y durante ese
período se han hecho diversos planteamientos y modificaciones en las esferas
institucionales y académicas, los más fuertes, después de 1980, cuando el
sistema económico mundial introdujo cambios profundos en sus estructuras y en
la manera de relacionarse con el Estado. El tema del método ha sido aspecto
importante y las reflexiones conceptuales orientadas a la construcción de una
teoría de la planificación, han destacado la importancia de este factor en los
ejercicios prácticos de la aplicación del instrumento para el diseño de rutas hacia
objetivos de desarrollo. Por supuesto, Colombia no ha sido la excepción en el
debate sobre el tema y también tiene experiencias destacadas iniciadas desde
los años 20, cuando se definió un plan de obras de infraestructura
principalmente de vías, y después de 1958 cuando vino la institucionalización
con la creación del DNP (Departamento Nacional de Planeación) y con ello toda
la historia que se conoce ampliamente.
En época del
Presidente Belisario Betancur se lanzó el “Plan de desarrollo integral para la
Costa Pacífica” (PLADEICOP) que se consideró como el primer esfuerzo
institucional con el liderazgo de la CVC. En el gobierno de Cesar Gaviria se
difundió el “Plan Pacífico” como “una
nueva estrategia de desarrollo sostenible para la costa pacífica colombiana”
según reza el Documento DNP-2589 de marzo de 1992. Mediante la ley del PND
2014-2018, la 1753 de 2015, se creó el fondo para el desarrollo del “Plan Todos Somos PAZcífico”
administrado por el Ministerio de Hacienda, con el fin de financiar la atención
de las necesidades más urgentes, el cual tenía como objetivo “Contribuir al desarrollo social, económico y
ambiental de la franja del Litoral Pacífico y disminuir las brechas existentes
con respecto a la franja Andina del Pacífico colombiano y al resto del país.”
Son tres esfuerzos institucionales de gran magnitud que se han realizado con el
apoyo del Gobierno Nacional. Sin embargo, el estado general de la región sigue
dejando insatisfacciones y no es atrevido afirmar que hoy la situación de
descomposición social y de calidad de vida es igual o peor de la que se vivía en
1980, por lo cual es absolutamente necesario revivir la reflexión y el análisis
sobre los procesos necesarios para mejorar las condiciones generales de vida que
reinan en la región pacífica.
El primer punto que merece un examen es, si la franja del
litoral se debe considerar como objeto de planificación de manera aislada del
conjunto total de territorios que abarcan la territorialidad gubernativa, tal
como se consideró en los ejercicios de planificación citados. Hoy, cuando pensamos
en la zona pacífica, no solo nos referimos a la región homogénea del litoral,
sino a los Departamentos de Chocó, Valle, Cauca y Nariño en su conjunto, con
todas las interacciones económicas y sociales, que se realizan entre el litoral
y la zona andina, aún en territorios donde no existe la comunicación
carreteable como el departamento de Cauca. Si bien la delimitación político
administrativa no coincide con los linderos regionales de homogeneidad natural,
social y económica, los procesos institucionales y las relaciones de
complementariedad según las especificidades de cada zona, justifican el tema de
la reflexión, para que se tome el pacífico, desde el litoral marítimo hasta el
cordón magistral de la cordillera central.
También es necesario pensar en cuál es el verdadero
potencial franja pacífica. Si es únicamente el mar con sus riquezas y recursos,
restándole importancia a los elementos continentales donde la biodiversidad y
la riqueza turística ocupan lugar meritorio, o si también se consideran estos
aspectos. Se piensa en la pesca y el transporte internacional, pero no se le
brinda el justo valor a la fauna, la flora y el paisaje, que encierran factores
de valioso aprovechamiento económico, ni tampoco a la potencialidad energética de
las corrientes hídricas que drenan hacia el pacífico desde la cordillera
occidental, ni a la dotación del subsuelo de esta cadena montañosa.
Otro tema que merece consideración se refiere al valor de
la región en el contexto nacional, el cual ha constituido el principal
argumento para justificar la intervención del Gobierno, según se deduce de los
documentos institucionales de las políticas nacionales citadas anteriormente.
La costumbre es destacar la importancia del litoral para el desarrollo
nacional, lo que significa ubicar en primer lugar los intereses de los
importadores y exportadores ubicados en la ciudad capital y de las empresas
localizadas en el denominado Triángulo de Oro del viejo modelo
industrialización del país, pasando a segundo plano, las verdaderas necesidades
humanas de las comunidades asentadas a lo largo y ancho de la misma franja
geográfica.
Hoy este aspecto se reviste de
especial importancia si tenemos en cuenta el Punto 1 del acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la
Construcción de una Paz Estable y Duradera celebrado
con el antiguo grupo guerrillero Farc, cuyo título es “Hacia un Nuevo Campo Colombiano: Reforma
Rural Integral” y que se refiere, no a las
prebendas y tratamientos que se le darán a los antiguos combatientes, sino a
los procesos que el cumplimiento del acuerdo obliga para ejecutar en las zonas
rurales del país y que probablemente servirán para sentar las bases de las
condiciones favorables al clima de convivencia armónica y pacífica que tanto
anhelamos los colombianos. En dicho acuerdo el gobierno se compromete a
promover el cambio de enfoque en la gestión del desarrollo pasando del Enfoque
Sectorial que tradicionalmente se ha aplicado en el país desde tiempos
inmemoriales, a la introducción del Enfoque Territorial para el desarrollo
rural, el cual ha tomado fuerza internacionalmente durante lo que va corrido
del presente siglo.
Dice el documento de la CEPAL presentado en un evento
realizado en Costa Rica en 2005, que “La
persistencia de la pobreza rural y la necesidad de enfoques innovadores para su
abordaje, cambios en la concepción del rol de la agricultura y de la
agricultura familiar, la necesidad de un abordaje más holístico de los temas
rurales, son algunos de los elementos que han marcado de manera importante este
resurgimiento. Conceptos como agricultura ampliada, nueva ruralidad,
territorialidad, servicios ambientales, cultura local, descentralización,
gobernabilidad y cooperación local se han abierto paso en la literatura sobre
desarrollo rural y están haciendo sentir su influencia en el pensamiento de
muchos gobiernos y agencias de desarrollo.”
Por su parte, se anota en el acuerdo suscrito con el grupo
insurgente colombiano “que la RRI (Reforma Rural Integral) concibe el territorio rural
como un escenario socio-histórico con diversidad social y cultural, en el que
las comunidades —hombres y mujeres— desempeñan un papel protagónico en la definición
del mejoramiento de sus condiciones de vida y en la definición del desarrollo
del país dentro de una visión de integración urbano-rural” y más a delante afirma que “la RRI es de aplicación universal y su
ejecución prioriza los territorios más afectados por el conflicto, la miseria y
el abandono, a través de Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial, como instrumentos
de reconciliación en el que todos sus actores trabajan en la construcción del
bien supremo de la paz, derecho y deber de obligatorio cumplimiento”, para
terminar señalando que “los planes y
programas acordados como parte de la RRI deben tener un enfoque territorial, diferencial
y de género que implica reconocer y tener en cuenta las necesidades,
características y particularidades económicas, culturales y sociales de los
territorios, de las mujeres en todo su ciclo vital, de las comunidades rurales
y de grupos en condiciones de vulnerabilidad , garantizando la sostenibilidad
socio-ambiental”.
Entonces, en razón al citado acuerdo, el país se coloca a
tono con los procesos que desde los años noventa se vienen considerando para
abordar el desarrollo rural en Latinoamérica, como son los ejercicios
realizados por el IICA (Instituto
Interamericano de Cooperación para la Agricultura) con la cooperación de la
GTZ (agencia de cooperación alemana) en Centroamérica, las iniciativas
realizadas en quince Estados del nordeste y norte del Brasil, el trabajo en
Colombia realizado con la colaboración de la Corporación Latinoamericana Misión
Rural y el caso de desarrollo local en Ecuador, entre otros. Ahora, nos toca
examinar las condiciones para aplicar dicho enfoque en el caso colombiano,
aprovechando las enseñanzas resultantes de la experiencia del sur del
departamento del Tolima cuyo informe final fue presentado en diciembre de 2009,
y particularmente, examinar las condiciones para su aplicación en la zona
pacífica, vista no solamente como el litoral, sino como los territorios que
hacen parte de la región político-administrativa que ya se señaló.
Una mirada rápida efectuada con sentido académico por
estudiantes de la Maestría en Administración Pública de la ESAP en el municipio
de Jamundí durante los años 2016 y 2017, permite sacar algunas conclusiones de
primera mano, que muestran aspectos interesantes para la aplicación del Enfoque
Territorial, donde el papel del Concejo Municipal no debe dejarse de lado, pero
ante todo, destaca la necesidad de introducir reformas legales para ajustar
funciones y competencias de esta corporación administrativa, a los retos
históricos que las circunstancias actuales le han impuesto al ordenamiento
institucional del país.
Según las conclusiones de los estudiantes, cuatro objetos
de análisis se deben considerar para la implementación del Enfoque Territorial,
de modo que se trascienda y vaya más allá de lo que hasta ahora ha realizado el
Gobierno a través de la Agencia de Renovación Territorial (ART), organismo
creado para tal efecto. Dicha entidad, actuado con la premura del tiempo y seguramente
afrontando las dificultades propias del despegue de un proceso, se concentró en
la expedición de normas jurídicas, todas pertinentes y necesarias para
establecer el piso legal, pero con alcances limitados en materia de gestión
pública, cuyo enfoque contemporáneo recomienda ir más allá de la simple normatividad
legal, considerando que la norma, por sí sola, no dinamiza los procesos
sociales, económicos e institucionales necesarios para alcanzar los objetivos
propuestos.
Uno de los aspectos a considerar, es el relacionado con el
ordenamiento territorial. Se conoce que en el campo académico existen cerca de
una decena de enfoques teóricos sobre esta materia pero, considerando el
predominio de las leyes, la obligación es la de adoptar los conceptos asociados
a la norma del artículo 5 de la Ley 388 de 1997, donde se aprecia que el
ordenamiento territorial municipal se refiere al acondicionamiento del espacio,
según los requerimientos que sobre la dimensión territorial, exigen las
estrategias económica y social formuladas para lograr los objetivos de
desarrollo y todo sometido a los limitantes que imponen las condiciones
ambientales y características culturales de identidad y tradición. De ahí surge
la pregunta de si al formular Programas de Desarrollo Rural con Enfoque
Territorial, se crean determinantes particulares en los procesos económicos y
sociales que contienen requerimientos especiales en materia de espacio y
territorio, para que el ordenamiento territorial brinde la respuesta pertinente
y consecuente a dicho enfoque, el cual es integral y suprasectorial. Sería
interesante considerar la propuesta de Orlando Fals Borda presentada en 1997,
cuando dice que “En las circunstancias
del conflicto armado y para llegar a su alivio o solución, la contribución
principal del ordenamiento territorial es la de indicar cómo construir o
reconstruir espacios sociogeográficos y administrativos bien determinados donde,
como en los casos recientes de conversión de corregimientos en municipios, se
siga expresando libremente la voluntad de la sociedad civil como poder autónomo
o gobierno popular”.
Si el sentido del Enfoque Territorial es el de formular
políticas de abajo hacia arriba (Bottom-Up) y si el propósito es el de
propiciar el desarrollo humano integral, el punto de partida en el proceso, son
las necesidades humanas de la misma población y la forma de satisfacerlas. Esto
implica que los satisfactores de las necesidades, las acciones y medios para
llegar a su satisfacción, deben responder a las aspiraciones de las mismas
comunidades, y deben ser definidos con base en su propia cultura. Pero, el
interrogante que surge después de examinar el trabajo de campo ya citado, es,
si la disposición de los agentes comunitarios, o si las comunidades están
acondicionadas para realizar este ejercicio. La costumbre del enfoque sectorial
tradicional es que los programas se diseñan de arriba hacia abajo (Top-Down) y
la población simplemente se limita a recibir lo que las entidades le brinden de
manera unilateral. Por ello, es necesario adelantar una fase inicial de
educación ciudadana, donde haya creatividad e iniciativa de parte de los
actores sociales, para identificar las características que debe tener la oferta
institucional y a partir de la tradición y la identidad territorial, definir
mecanismos, acciones y canales de oferta para llegar a la población. Tal como
están hoy las condiciones mentales de las comunidades, será muy difícil lograr
la creatividad y el ingenio necesario para definir herramientas institucionales
innovativas que correspondan de manera pertinente a su propia cultura.
Un tercer elemento de análisis se refiere al enfoque de la
gestión pública, que en este caso es relevante en los niveles territoriales
principalmente el municipal. Si bien es cierto que desde hace más de un cuarto
de siglo Colombia adelanta la trasformación del Estado, pasando del Modelo
Burocrático al Modelo Gerencial que es más pertinente para ajustarse a los
cambios, de todas maneras, el ordenamiento institucional que hoy existe es de
carácter sectorial y así mismo están concebidos los instrumentos fiscales. Dar
un saldo intempestivo para realizar la gestión pública desde las
administraciones municipales aplicando el Enfoque Territorial sin antes
realizar los acondicionamientos estructurales y operativos, no es razonable.
Por ello, se requiere identificar los aspectos inherentes a la administración
municipal que sea necesario ajustar, para que la función administrativa sea más
adecuada a la dinamización y rectoría de los procesos económicos y sociales con
el nuevo enfoque que se pretende implementar, el cual es de carácter holístico
y suprasectorial.
Finalmente, el tema que más interesa en este escenario
donde están presente las corporaciones administrativas municipales, se refiere
a la Democracia Participativa y a la Descentralización Política, dos conceptos estrechamente
ligados, que se han discutido muchas veces en escenarios académicos e institucionales,
pero que en la realidad de la organización social y las relaciones
Estado-Sociedad, aún no alcanzan las características suficientes para lograr la
finalidad consagrada en la Constitución Política y reconocida como indispensable
para avanzar hacia los objetivos de desarrollo.
La Democracia Participativa va más allá de la simple
concurrencia a las urnas para elegir gobernantes y legisladores. Esa era la
pauta de la vieja Democracia Representativa, pero no es suficiente para aplicar
el espíritu de la norma constitucional, el cual requiere que haya intervención
de los actores sociales en los tres procesos de gestión pública, planificación,
ejecución y control, de igual a igual con los organismos del Estado. La
Democracia Participativa es un cambio en las relaciones Estado-Sociedad, donde las
relaciones sean horizontales y de doble vía, mediante mecanismos de
concertación donde se apliquen los patrones de la gobernanza para avanzar hacia
los objetivos de desarrollo.
Surge entonces la pregunta de sí la comunidad está sensibilizada,
motivada, capacitada, preparada, pero, sobre todo, organizada adecuadamente
para entrar en la concertación de políticas públicas; y si hoy existen los
escenarios y mecanismo adecuados para ejercer la gobernanza, los cuales cuentan,
sí, con el piso jurídico necesario, pero, como se anotó anteriormente, la sola
base legal no es suficiente para dinamizar procesos de gestión pública.
El otro interrogante es sobre los puentes o elementos de
contacto entre el Estado y la Sociedad, para que la participación en los
procesos de gestión no se convierta en una montonera anarquizada que rompa los
principios técnicos de la Co-gestión con responsabilidad compartida entre estas
dos fuerzas sociales. La pregunta es: por cuál conducto entre los dos actores,
que exista hoy, se puede canalizar la comunicación de doble vía entre el Estado
y la sociedad civil, si lo que vemos es una sociedad atomizada, dispersa y
sufriendo un profundo grado de conflicto y confrontación, sin la cohesión
necesaria para sentarse de igual a igual a concertar con el Estado. Igualmente,
dónde está el liderazgo obligado para la conducción de los procesos sociales.
Y sobre la descentralización política también hay bastantes
temas de reflexión. El país viene hablando ya hace tres decenios sobre la
descentralización administrativa y varias normas jurídicas de alcance
constitucional y legal se han implementado en esta materia, aunque, muchas de
esas normas se han quedado en el papel; porque lo que vemos es que cada día
más, el centralismo bogotano castra las iniciativas administrativas de las
entidades territoriales, aunque también cada vez les traslada responsabilidades
sin los correspondientes recursos de financiamiento que son necesarios.
Pero más que la descentralización administrativa, el
enfoque territorial del que veníamos hablando, necesita la descentralización
política, entendida esta como el empoderamiento de las comunidades locales para
tomar las decisiones necesarias a la construcción de su propio futuro, en correspondencia
con sus verdaderas necesidades y bajo el respeto de su propia cultura e
identidad.
Aquí, el interrogante principal se refiere al cómo lograr
el fortalecimiento de las comunidades para el ejercicio de la participación
real y la democracia participativa en la gestión de su desarrollo, si, como lo
anotamos arriba, la comunidad no está debidamente preparada. Es necesario
adoptar un mecanismo que permita suplir las deficiencias organizacionales,
operativas y técnicas de las comunidades, porque, de todas maneras, el
propósito de la descentralización política es necesario para el país. Esto
significa que es ahí, donde tenemos que fijar la mirada e indagar en la actual
dotación institucional la viabilidad del instrumento.
La invitación, por lo tanto, es a la reflexión sobre el
papel y los alcances del Concejo Municipal en las actuales circunstancias que
vive el país y ante las necesidades en materia de construcción de convivencia
armónica, de los cambios de enfoque en la gestión pública, del liderazgo social
y del empoderamiento de las comunidades locales. El Concejo Municipal hoy tiene
dos procesos misionales, ambos ubicados en el costado que lo articula con el
gobierno municipal, pero tiene un faltante jurídico que crea un vació en el costado
que debe articular la corporación con las organizaciones sociales, para que se
convierta en el “cordón umbilical” a través del cual se canalicen las
interacciones Estado-Sociedad para la construcción del nuevo país que la
ciudadanía está esperando y ambicionando.
PONENCIA PRESENTADA EN EL III CONGRESO DE CONCEJALES DEL PACIFICO ORGANIZADO POR FEDECON PACÍFICO EN AGOSTO DE 2018