El mercado ha sido aceptado casi universalmente como el mecanismo más
adecuado para dinamizar el sistema económico y ya son muy pocos en todo el
mundo, los que se refieren al mecanismo alternativo de la planificación, cuya
vigencia histórica se derrumbó en los años ochenta. Pero el mercado no es que
sea un dechado de virtudes. Sus leyes son implacables y como no obedecen a una
autoridad humana sino a una racionalidad basada en la rentabilidad económica o
financiera y las conveniencias individuales que determinan la conducta de la
persona, los resultados casi siempre se alejan de la ley natural y de la lógica
humana.
La estructura del citado mecanismo tiene dos fuerzas antagónicas que
definen acciones y posturas individuales y colectivas. O se maneja el enfoque
de oferta, o se maneja el enfoque de demanda, como lo podemos ver en estos días
para dos temas muy importantes que se están tratando en la opinión pública: los
cultivos de uso ilícito y el salario mínimo. En el primer caso, se dice que es
necesario fumigar los cultivos para bajar la oferta y disminuir el volumen de
tráfico internacional y por supuesto para bajar la salida de dólares del
Estados Unidos, que es lo que verdaderamente le preocupa al gobierno de ese
país; en el segundo caso se dice que es necesario bajar el salario y los
impuestos al capital para generar empleo. Ahí se están atacando los hechos que
preocupan recurriendo a medidas de intervención en la oferta, como si los
agentes del mercado o narcotraficantes, incurren en la arriesgada operación a
ver si de pronto encuentran a alguien quien les compre y por otro lado, como si
los empresarios realizan las inversiones considerando sus costos sin saber
dónde van a vender sus productos.
Por otro lado está el enfoque de demanda cuyo planteamiento se basa en
que para cualquier negocio, primero hay que estudiar la demanda, es decir,
quien, donde, cuanto y como se comprará el bien que se pretende producir. Así, la
producción de coca es el resultado de la presión que los consumidores ejercen
en los países desarrollados, quienes de paso, son quienes tienen los ingresos
suficientes para ofrecer precios rentables que hacen atractivo el negocio,
aunque los costos de distribución sean elevados por tantos intermediarios y
controles legales. De la misma manera, de nada sirve a un empresario que los
costos sean muy bajos si en el mercado no hay suficientes compradores de sus
productos.
Lo que se observa en la práctica es que los empresarios crean puestos de
trabajo cuando tienen pedidos y existe la necesidad de satisfacer a sus
clientes, independientemente de los costos que deben asumir, porque al atender
un pedido, ya los precios de la negociación han cubierto los costos inherentes.
Los partidarios de este enfoque plantean que la única forma de incrementar el
empleo no es bajando salario ni exonerando de impuestos, sino incrementando la
Demanda Agregada, que depende fundamentalmente del nivel general de ingresos
familiares donde el Gasto Público desempeña un significativo papel y en el caso
de los salarios, precisamente lo que se requiere es niveles altos que le
otorguen a los trabajadores capacidad de compra para que las empresas tengan
más facilidad para vender su mercancía, cumpliéndose de esta manera los efectos
de la ley del mercado.