En los últimos días el gobierno ha mostrado su
preocupación por la situación que vive la economía colombiana, donde el sector
industrial viene de capa caída poniendo en riesgo la solidez del aparato productivo
y con ello todo el conjunto de la economía. Los hijos de los papás, quienes hoy
administran el Estado colombiano, se ingeniaron un paquete de medidas que el
mismo presidente anunció con bombos y platillos desde el 15 de abril, creando
gran expectativa sobre todo en los empresarios y capitalistas, porque al pueblo
ni le va ni le viene, ya que las medidas de la economía siempre se hacen
pensando en los ricos.
Por supuesto, las medidas han sido bien acogidas
por los empresarios viendo claramente su beneficio directo y a corto plazo;
pero la pregunta es si además de favorecer a los capitalistas también favorecen
a la economía, tal como lo presentó el hijo de Cárdenas. Aquí entra en juego el
viejo debate en toda economía de mercado: si las fórmulas se deben aplicar en
la oferta o en la demanda y en este caso, si en la situación general de la
economía se debe tener en cuenta el empleo.
Si bien Santamaría, el director del DNP, dijo que
este plan tenía como propósito crear más de 300 mil empleos nuevos, esto se
espera como consecuencia de medidas aplicadas a la oferta, cuyos efectos
siempre dejan duda, sobre si se transmiten al empleo. Nuevamente la vivienda y
la construcción se toman como panacea, pero igualmente estimulando la oferta
sin saber si esos productos finalmente se pueden vender ante una demanda
agregada que no cuenta con los ingresos necesarios para comprar los bienes que
de por sí son de precios elevados, aunque exista masivamente la necesidad de
ellos.