martes, 29 de octubre de 2019

REFLEXIONES SOBRE EL FUTURO POLÍTICO

Los resultados electorales del pasado domingo y los hechos recientes en toda Suramérica, generan pensamiento sobre lo que será el futuro político nacional y por supuesto sus efectos en materia de social. Ecuador, Bolivia, Chile, Uruguay, Argentina, han observado sucesos políticos de trascendencia, que muestran el desplome del modelo de globalización financiera con el poder concentrado en el BPI y diseminado a través del FMI y los diversos fondos de inversión. Era una crónica anunciada desde 2008 por el deterioro del aparato productivo y la destrucción del Estado Moderno, que lógicamente tendría que conducir al empobrecimiento general y la miseria, que ya el pueblo no aguanta y la copa se rebosó.

Con los eventos continentales se va aclarando el debate político y con ello el derrumbe de la guerra sucia neoliberal asustando a la gente con el tal castrochavisto. La gente ya sabe que en ninguna parte, nadie está proponiendo montar sistema socialista, ni el clásico de Lenin ni el del Siglo XXI de Dieterich. Lo que la gente quiere es el desmonte del modelo neoliberal, pero dentro del mismo sistema capitalista.

Los resultados electorales recientes permiten hacer varias deducciones, por ahora especulativas porque no hay evidencias aun, pero con alta dosis de lógica. Parece que la polarización Petro-Uribe se está desmoronando porque a pesar de la cultura política caudillista de Colombia, ya no tienen la relevancia de los últimos años en el escenario político. Con ello, surge la idea de que el debate guerra-paz que concentró la discusión política ya está desgastado y es hora de trascender el tema. La guerrilla ya no cuenta con el protagonismo de antes y siguen existiendo fenómenos de violencia, como en toda la historia de Colombia, ahora desde otros ángulos del conflicto. Y el tema de la corrupción, ni fu ni fa. Parece que ya la sociedad se acostumbró a este flagelo y a nadie le importa que los corruptos sigan administrando el Estado.

El descontento está manifiesto. Un porcentaje importante votó por candidatos de origen cívico que se agruparon en la diversidad de partidos que hoy existen, siendo el Partido Verde el más notable, porque otorgó aval a candidatos que triunfaron. Este partido fue el mayor protagonista de la alternativa política, desplazando al Polo y a la Colombia Humana. Con ello, las perspectivas de Fajardo se abren puertas, lo que crea una contradicción porque este personaje es claramente defensor del neoliberalismo, corriente que está cayendo en picada.

Por su parte el Partido Liberal, que estatutariamente debería ser la organización que confronte al neoliberalismo, hoy está en las garras del decano de esta corriente política y se ha convertido, simplemente, en un traficante de avales y protector de corruptos, sin que ninguno profese seriamente la doctrina socialdemócrata consignada en su plataforma ideológica.

Pero también queda claro, que si Colombia entra en la corriente suramericana de desmontar el modelo neoliberal, debe surgir otro dirigente, diferente a Gustavo Petro, que lidere la propuesta anti-neoliberal, por cuanto este personaje ha demostrado errores en la conducción política y no corresponde plenamente con los fundamentos de la tradición política nacional, como se puede ver en la magnitud de las personas que no están de acuerdo con él.  

Por supuesto más temas se podrían considerar en el análisis, pero el espacio es insuficiente para incluir todas las reflexiones sobre el futuro político.  

martes, 22 de octubre de 2019

CULPABLES DE LA VIOLENCIA ELECTORAL

Claro que Colombia es un país violento por idiosincrasia, según se deduce de los hechos históricos de los dos siglos anteriores, desde la guerra boba, los siete conflictos intestinos del Siglo XIX, la violencia Liberal-Conservadora y el conflicto sociopolítico con guerrilla y paramilitares del Siglo XX. Y también se había visto que en época electoral los actos beligerantes se acentuaban por el enfrentamiento liberal-conservador, de donde surgió la ley seca y la militarización.

Pero creo que nunca antes, desde 1958 para acá, se había visto tanta pugnacidad y ataques individuales, porque los de rojo y azul eran colectivos, como los que se han visto en esta campaña electoral. Amenazas y atentados contra candidatos, ataques a sedes políticas, insultos y riñas en los triviales foros en medios y universidades, injurias y calumnias en la publicidad y en las redes sociales, enemistades por causas electorales y en fin, todo tipo de diatribas e improperios entre unos y otros por defensa o ataque de un candidato, siempre haciendo referencia a la persona, sus defectos y principalmente su pasado.

Es una situación preocupante en el seno de la cultura de violencia que reviste al país, porque puede evolucionar para empeorar con efectos impredecibles. Por ello es conveniente que quienes tienen posibilidades de hacer algo, traten de implantar mecanismos para disminuir el nivel de pugnacidad y virulencia en el debate electoral.

Probablemente, si se cumpliera con rigor el espíritu de la Ley 131 de 1994, los factores de violencia serían menores. Es necesario bajar la relevancia al candidato y elevar la trascendencia al programa de gobierno, para desviar el objeto de la confrontación hacia propósitos de interés público y alejarlo de los atributos privados de los candidatos, de modo que baje la posibilidad de concentrar la atención en el personaje y elevar la mirada sobre la propuesta. Así, los ataques personales tendrían menor cabida y los factores de violencia serían menos fuertes.

Con ello vemos que el Consejo Nacional Electoral tiene gran responsabilidad en la permisión del caldo de cultivo que gesta la violencia electoral. A pesas de que existe el piso jurídico basado en la ley, hace falta la reglamentación, el desglose del espíritu de la norma y los mecanismos prácticos que obliguen a la aplicación rigurosa del propósito del legislador. Este organismo, en su calidad de máxima autoridad en el régimen político, podría establecer obligaciones y prohibiciones que regulen el proceso en el marco del programa de gobierno y disminuir los factores que alimentan el escenario de la confrontación entre personajes.

De otro lado, los partidos y movimientos también tienen su aporte de responsabilidad, por cuanto se han convertido en mercaderes de avales, para favorecer intereses electorales futuros yo para alimentar sus apetitos monetarios, dejando de lado la verdadera filosofía de un partido, como canal conductor de proyectos políticos y fórmulas para que el Estado responda a los requerimientos de la sociedad en materia de condiciones de vida. De esta manera entonces, vemos que si bien es cierto la idiosincrasia, que se alimenta desde el hogar y en la niñez del individuo durante la etapa de formación del carácter, es una causa fuerte en los fenómenos de violencia, hay otros aspectos inherentes al régimen político que también hacen sus contribuciones como culpables de la violencia electoral.

martes, 15 de octubre de 2019

EL MITO DEL CAPITAL

Desde el inicio del sistema capitalista, por allá en el siglo 18, los teóricos definieron dos, como los factores determinantes de la economía, a los cuales también se les sumó la tierra para completar tres; pero los susceptibles de manejar deliberadamente a través de políticas, son el capital y el trabajo. Desde entonces, el juicio en las políticas económicas se concentra en establecer a cuál de los dos se le conceden los privilegios. Por supuesto, como el Estado siempre ha estado en manos del factor capital, las políticas han favorecido a este factor y salvo en contadas excepciones, conceden beneficios al factor trabajo, casi siempre, porque la protesta social ha llevado a esta decisión.      

El argumento central para la definición de políticas siempre ha sido el mismo: que los capitalistas le hacen un favor a la sociedad porque sin este factor no hay empleo ni progreso. O sea la sociedad salió a deberles. Sin embargo tendríamos que detenernos a reflexionar en este argumento por dos razones fundamentales: una, porque ahí cabe la pregunta de si es primero el huevo o la gallina; y dos, porque también cabe la pregunta sobre qué es lo principal, si el elemento vivo o el elemento inerte.

Desde la época del pensamiento clásico se dijo que la única fuerza que crea valor en una sociedad es el trabajo humano, o sea que sin éste, no existiría el capital. Ya desde los griegos de Aristóteles esto se había señalado         . De otro lado, la fuerza que tiene vida es el trabajo mientras que el capital es un elemento muerto. Por sí solo no dinamiza procesos.

Qué pueden hacer los capitalistas con sus activos, si no están presente los trabajadores que los muevan?? De hecho, hoy con tanta acumulación de capital en Norteamérica y Europa, fruto del empobrecimiento del resto del mundo, los ricos están atesorando en lingotes de oro, porque ya no saben qué hacer con su capital. Lo mismo le ocurre a usted, cuando tienen un capital y quiere hacer un negocio, pero no encuentra los trabajadores para el efecto. En cambio, una persona sin capital dinero pero dotada de capital humano, se rebusca y a partir de las horas de trabajo, puede generar ingresos y acumular activos. Es el trabajo el factor que permite dinamizar los procesos de utilización del capital y no al revés.

Entonces no hay tal que el capital le hace un favor a la sociedad y que por esta razón las políticas deben favorecer este factor. Es al contrario. Por eso, el argumento central de la Ley de Financiamiento, que fue concebida para favorecer al capital con el pretexto engañoso de que era para generar empleo, se cae por su propio peso. Las estructuras tributarias que privilegian el capital, por el contrario, propician más el estancamiento económico por cuanto, no debe concebirse un Estado que se alimente de los impuestos a los pobres, estos que no tienen dinero para pagar. Los impuestos a los consumidores reducen más la demanda agregada y con ello la base tributaria; mientras los capitalistas, en su mayoría extranjeros, se llevan sus utilidades para el país de origen vaciando cada vez más las arcas nacionales.

Que no amenacen, ni se quejen, ni hagan chantajes los capitalistas con el falaz argumento que la vida social depende de ellos, porque la historia económica muestra que es la fuerza de trabajo la que crea el valor y que esta puede, sin capital, dinamizar procesos productivos, más cuando en Colombia existe tanta dotación de recursos naturales para aprovechar. La razón es entonces, de carácter político y no técnico. Es porque los grupos de poder prefieren favorecer deliberadamente a los ricos y no porque sus argumentos sean ciertos, que hoy han creado y difundido el mito del capital.   

martes, 8 de octubre de 2019

TRASCENDENCIA DEL ESTILO DE DESARROLLO


Se ha generalizado en la opinión pública, sobre todo por razones políticas, que en el mundo existen dos sistemas económicos, el capitalismo y el socialismo, los cuales difieren por motivo del mecanismo que determina su funcionamiento; el capitalismo funciona por el mercado y el socialismo por la planificación.

Lo cierto es que la historia nos muestra que el sistema planificado no es eficaz; puede ser que alivie las desigualdades sociales, pero no contiene el mecanismo apropiado para dinamizar y fortalecer el aparato productivo de modo que responda adecuadamente frente a las exigencias de desarrollo tecnológico, la productividad y la competitividad. Por eso el debate político frente a los dos sistemas es baladí, por cuanto universalmente se ha reconocido que, definitivamente, se necesita el mercado para innovar, crecer y propiciar cambios cualitativos. Por ello, lo relevante no está en dicho mecanismo, sino en el papel del Estado como instrumento social regulador de la economía.

Ante ese debate, los analistas de la CEPAL introdujeron un concepto por allá en los años ochenta, que bien sirve para dilucidar el problema y resolver el tema del mecanismo de funcionamiento del sistema, el cual, acepta el mercado y reconoce su importante papel, pero propicia el cambio en las condiciones de vida como contraposición al llamado “capitalismo salvaje”, que deteriora la calidad de vida de las mayorías y los escenarios ambientales que reproducen las condiciones de vida. Osvaldo Súnkel, José Villamil, Jorge Graciarena pero principalmente Aníbal Pinto, definen el Estilo de Desarrollo como la forma o manera en que una sociedad organiza, asigna y maneja las fuerzas productivas, o sea los objetos, los medios y la fuerza de trabajo, para resolver los tres interrogantes básicos de la economía planteados por Samuelson, sobre: qué se produce, cómo se produce y para quién se produce. Así, mientras el sistema se determina por las relaciones sociales de producción, el “estilo” se define por las fuerzas productivas.

Hoy, cuando el debate político se ha revestido de acaloradas discusiones por dicho asunto, más cuando el alemán Heinz Dieterich Steffan propuso en 1996 su modelo de Socialismo del Siglo XXI, la propuesta de los cepalinos puede ser una alternativa importante para darle salida política al embrollo del sistema económico. El socialismo no cabe; ni el clásico de Lenin ni el del Siglo XXI. Pero tampoco se puede permitir que el capitalismo salvaje siga destruyendo los ecosistemas y la especie humana. Entonces se necesitan cambios, aun dentro del sistema de mercado, pero de todo modos, cambios; por lo cual el planteamiento sobre modificación del Estilo de Desarrollo, como lo define Pinto, es completamente sensato y viable.

Dichos cambios en el estilo significan cambios ideológicos y culturales, que neutralicen las características del actual estilo, que es transnacional y originario en los países del norte; además de cambios en el uso de la tecnología y otros aspectos inherentes al manejo económico, como el tipo de empresas, los criterios de evaluación y por supuesto, el concepto mismo de desarrollo. Siendo absolutamente relevante y consecuencial a los ajustes en la economía, el cambio en el trato que se le concede al medio ambiente, que en el Estilo Transnacional dominante, es deteriorativo y destructor de las condiciones de vida de la especie. Muy poco se ha hablado de este tema por cuando el debate gira siempre en torno al sistema económico, pero es muy importante reconocer la trascendencia del Estilo de Desarrollo.

martes, 1 de octubre de 2019

LA REALIDAD DEL CAMBIO TERRITORIAL

Hay reconocimiento generalizado de que la situación del Cauca es crítica por las condiciones que vive en materia económica, social, ambiental e institucional, pero lo peculiar es que todavía hay personas que afirman, que el culpable de esta situación es el gobierno nacional que tiene abandonada la región.

Sin embargo, esa imputación pudo ser totalmente cierta en el siglo pasado, cuando los enfoques del desarrollo eran de carácter exógeno y los factores de cambio para mejorar las condiciones de vida regional y local estaban en Bogotá y los países extranjeros, desde donde se esperaba que llegaran los capitales para crear empresas y con ello impulsar el empleo. Pero en este siglo y en casi todo el mundo, los factores del desarrollo son endógenos y por lo tanto los procesos de cambio se generan en el interior del territorio protagonizados por los mismos actores residentes.

Lo cierto es que si en el presente siglo, la situación de este departamento no ha cambiado para mejorar las condiciones de vida, es porque los actores regionales y locales no han construido los procesos de transformación estructural en las dimensiones del complejo regional, para avanzar hacia los fines deseados por la comunidad. Llegando ya a la quinta parte del Siglo XXI, las condiciones de vida son peores que las existentes al final del siglo pasado, por la carencia de dinámicas emprendedoras en lo económico y social, que propicien la construcción de futuro a partir del patrimonio territorial existente, principalmente en materias ambiental y humana.

Por supuesto que esos fenómenos de procesos endógenos para la construcción futura de mejores condiciones de vida, en todo el mundo se han dado siempre que exista el liderazgo local apropiado, lo cual nos indica que, una gran debilidad aquí, es precisamente, la carencia del liderazgo económico, social, institucional y político apropiado, sumado a la presencia de factores idiosincráticos que en nada se ajustan a los cánones que exige el desarrollo endógeno.

Para no ir más lejos, veamos, no más, lo que está ocurriendo en el debate electoral presente para elegir gobernantes territoriales. Sería una buena oportunidad para examinar las propuestas y ver si alguno de los candidatos se está refiriendo a la construcción colectiva del futuro, protagonizada por los mismos actores locales y con aprovechamiento de la dotación patrimonial existente. No. La ciudadanía se fija en otros aspectos del candidato, menos en la pertinencia y racionalidad de los programas presentados. Luego y durante los próximos cuatro años, nuevamente se oirá el coro de plañideras manifestando su descontento con el gobierno nacional, por una respuesta que la Nación nunca nos va a brindar, porque las políticas nacionales son simples complementos a las dinámicas de generación regional.

Es lamentable, que habiendo casos de candidatos que sí invitan a la construcción de un futuro mejor para las condiciones de vida, convocando a los mismos actores caucanos, la publicidad electoral que propicia los efectos masivos en la ciudadanía, con base en las abultadas tesorerías de campaña y movilizando clientelas sin considerar con objetividad la pertinencia de los procesos electorales frente a los verdaderos requerimientos del departamento, es lo más relevante y determinante del triunfo, alejándose de la realidad del cambio territorial.