Se ha
generalizado en la opinión pública, sobre todo por razones políticas, que en el
mundo existen dos sistemas económicos, el capitalismo y el socialismo, los
cuales difieren por motivo del mecanismo que determina su funcionamiento; el
capitalismo funciona por el mercado y el socialismo por la planificación.
Lo cierto
es que la historia nos muestra que el sistema planificado no es eficaz; puede
ser que alivie las desigualdades sociales, pero no contiene el mecanismo
apropiado para dinamizar y fortalecer el aparato productivo de modo que
responda adecuadamente frente a las exigencias de desarrollo tecnológico, la productividad
y la competitividad. Por eso el debate político frente a los dos sistemas es
baladí, por cuanto universalmente se ha reconocido que, definitivamente, se
necesita el mercado para innovar, crecer y propiciar cambios cualitativos. Por
ello, lo relevante no está en dicho mecanismo, sino en el papel del Estado como
instrumento social regulador de la economía.
Ante ese
debate, los analistas de la CEPAL introdujeron un concepto por allá en los años
ochenta, que bien sirve para dilucidar el problema y resolver el tema del
mecanismo de funcionamiento del sistema, el cual, acepta el mercado y reconoce
su importante papel, pero propicia el cambio en las condiciones de vida como
contraposición al llamado “capitalismo salvaje”, que deteriora la calidad de
vida de las mayorías y los escenarios ambientales que reproducen las
condiciones de vida. Osvaldo Súnkel, José Villamil, Jorge Graciarena pero
principalmente Aníbal Pinto, definen el Estilo de Desarrollo como la forma o
manera en que una sociedad organiza, asigna y maneja las fuerzas productivas, o
sea los objetos, los medios y la fuerza de trabajo, para resolver los tres
interrogantes básicos de la economía planteados por Samuelson, sobre: qué se
produce, cómo se produce y para quién se produce. Así, mientras el sistema se
determina por las relaciones sociales de producción, el “estilo” se define por
las fuerzas productivas.
Hoy, cuando
el debate político se ha revestido de acaloradas discusiones por dicho asunto,
más cuando el alemán Heinz Dieterich Steffan propuso en 1996 su modelo de
Socialismo del Siglo XXI, la propuesta de los cepalinos puede ser una
alternativa importante para darle salida política al embrollo del sistema
económico. El socialismo no cabe; ni el clásico de Lenin ni el del Siglo XXI.
Pero tampoco se puede permitir que el capitalismo salvaje siga destruyendo los
ecosistemas y la especie humana. Entonces se necesitan cambios, aun dentro del
sistema de mercado, pero de todo modos, cambios; por lo cual el planteamiento
sobre modificación del Estilo de Desarrollo, como lo define Pinto, es
completamente sensato y viable.
Dichos
cambios en el estilo significan cambios ideológicos y culturales, que
neutralicen las características del actual estilo, que es transnacional y
originario en los países del norte; además de cambios en el uso de la
tecnología y otros aspectos inherentes al manejo económico, como el tipo de
empresas, los criterios de evaluación y por supuesto, el concepto mismo de
desarrollo. Siendo absolutamente relevante y consecuencial a los ajustes en la
economía, el cambio en el trato que se le concede al medio ambiente, que en el
Estilo Transnacional dominante, es deteriorativo y destructor de las
condiciones de vida de la especie. Muy poco se ha hablado de este tema por
cuando el debate gira siempre en torno al sistema económico, pero es muy
importante reconocer la trascendencia del Estilo de Desarrollo.
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