jueves, 25 de agosto de 2022

OTRA VEZ LAS DROGAS ILÍCITAS

Durante el ultimo medio siglo, la guerra contra las drogas ilícitas ha sido tema central en la agenda de las relaciones con Estados Unidos y por más que han hecho, el fenómeno, en lugar de disminuir, ha estado aumentando. Algo se está haciendo mal y ya los responsables del gobierno de ambos países han tomado conciencia de que así no es y que se debe cambiar, pero aun no es claro el sentido del cambio. 

Lo cierto es que el problema se debe abordar con el esquema sistémico producción-distribución-consumo, como lo han dicho últimamente, lo que significa una intervención internacional casi global. El tratamiento holístico del caso, requiere de la intervención de varios países según donde se ubique en el esquema sistémico de la cadena. Colombia, tiene la mayor participación en el subsistema de producción, sobre todo de coca, amapola y cannabis. Pero, siempre se ha impuesto medidas equivocadas para la solución del problema del cultivo. 

Está claro y demostrado, que la principal causa del fenómeno de producción de cultivos de uso ilícito en las zonas de economía campesina y minifundio, es de naturaleza de mercado por lo cual es impertinente y resulta MFT, lo que se hace con medidas de política. Las medidas de política no corrigen las causas de mercado. Se tiene que implantar medidas de mercado, si se quiere eliminar la producción de estas especies vegetales. 

En Colombia solo dos productos de economía campesina tienen solución de comercialización establecida: el café y la coca. De ahí el fracaso de la federación de cafeteros hace más de 40 años con el programa de diversificación cafetera. Ahora la historia se repite: mientras la coca tenga solución de comercialización, no se podrá erradicar con medidas coactivas y de presión. Se necesita que a esos territorios les implanten estructuras eficientes y eficaces de comercialización de otros productos diferentes a la coca, para que inercialmente, las fuerzas del mercado y los factores de competencia, propicien el abandono de la coca, sin que haya mecanismos coercitivos, sino voluntarios; la racionalidad del mercado es más potente que la fumigación y esa misma razón es la que hace que hoy, la fumigación no sirva para nada. Con el cambio, los narcos tendrían que elevar el precio de compra a precios tan altos, que ya la cadena de intermediación hasta los países consumidores se debilitaría y las mafias del narcotráfico tendrían más dificultades para operar, con el complemento de las medidas en el subsistema de consumo. 

ACOABASTOS presentó ante el ministerio de agricultura una solución estructural al problema de la comercialización de los productos de economía campesina y minifundio a finales de los años ochenta cuando el ministro era Caicedo, pero el alto gobierno no atendió la propuesta y hoy la situación sigue vigente, como si no hubiera pasado la historia; y para acabar de completar, los PDET, que se suponía iban a contener el enfoque territorial de la gestión pública, terminaron haciendo lo mismos del PNR de Virgilio Barco, que no se parece en nada al concepto suprasectorial y holístico que encierra el enfoque territorial con políticas públicas bottom up.

No sabemos cómo se va a orientar la nueva política internacional propuesta por el presidente colombiano contra el narcotráfico, ya con la anuencia de Estado Unidos; pero sí sabemos que, si no se cambia el paradigma y no se responde con pertinencia a las verdaderas causas del problema, como en cualquier método del marco lógico, las condiciones seguirán igual y el fenómeno se mantendrá, porque los campesinos de los pobres territorios necesitan medios para subsistir y hoy, el único que se los brinda es el cultivo de uso ilícito, que tanto le preocupa al gobierno del país del norte, por el temor al daño que la salida de dólares de su país le produzca a la Reserva Federal (FED), organismo que los emite; y así dentro de pocos años tendremos que volver a repetir que otra vez las drogas ilícitas. 

jueves, 18 de agosto de 2022

LA PAPAYA DEL GOBIERNO

 Está bien que se resalte los diplomas y hoja de vida académica en el nombramiento de funcionarios del alto gobierno; pero se debe recordar que los títulos son para colgarlos en la pared, ya que la sabiduría, el talento y las competencias, salen del interior de la persona y obedecen a otros factores diferentes a los puros aspectos académicos; y tampoco los cargos ocupados en el pasado son factor de mérito, cuando estos corresponden a designaciones burocráticas por palanca o padrinazgo político. 

La calidad de la gestión pública en el más alto nivel, no se mide con los patrones convencionales con que tradicionalmente se valora, sino con métodos que consideren otros aspectos relevantes. Hoy juegan papel importante la gestión del conocimiento y la innovación, que requiere de la comprensión, la adaptación y la pertinencia, frente al entorno velozmente cambiante y complejo, en un mundo heterogéneo y diverso. Si no se consideran estos aspectos, simplemente se está dando oportunidad para que la oposición política o los enemigos de cualquier índole, aprovechen la ocasión para lanzar ataques y socavar el piso institucional de la acción gubernamental. 

En el marco del modelo gerencial que hoy demarca la gestión pública, las decisiones se toman con base en evidencias y los anuncios sobre estas mismas se realizan por medio de actos administrativos o procesos comunicativos formalmente establecidos. Las ideas personales, el pensamiento subjetivo, los deseos y las intenciones, por buenas que sean, al expresarlas conllevan alta dosis de riesgo, que puede ser tolerable en la gestión privada, pero que es grave en el marco de la gestión pública. Los anuncios sobre políticas o decisiones y la información sobre propuestas, deben estar sustentadas en estudios objetivos y técnicos que implican el abordaje de la realidad compleja, bajo los cánones que determina el manejo de lo público. Una política pública debe ser profundamente estudiada con participación de los actores; y con el método científico se debe sustentar la formulación frente a la opinión pública, ya que ninguna política es universal y todas generan amigos y enemigos. 

El gobierno que está comenzando tiene propósitos muy sanos y convenientes para el interés general; pero los procedimientos que usa no cumplen los parámetros adecuados a la administración gerencial de lo público, que requiere serenidad, cautela, pragmatismo, pertinencia y flexibilidad, si quiere lograr la viabilidad real con carácter estratégico, en un mundo que es globalizado y por lo cual los factores influyentes no solo son nacionales sino internacionales. 

Los ministros demuestran que tienen conocimientos y propósitos bien intencionados; pero también demuestran limitaciones en materia de gerencia pública y se les escapa la delicadeza y rigor con que deben realizar la gestión. Hay que evitar ser boqui-suelto.

Si fuera un gobierno como los que existieron durante 200 años, nada se esperaría porque la oligarquía siempre fue la misma; pero se trata de un gobierno para el cambio, que ha generado muchas expectativas. No se quiere un gobierno que dispare al aire para todos los lados para ver dónde cae, sino un plan concreto de desmonte paulatino del modelo neoliberal, que implica diseñar una estrategia y pasos tácticos precisos sin desviar la ruta y dejar de lado los elementos intrascendentes y asuntos triviales, que poco aportan al cambio de las políticas neoliberales pero que desgastan la imagen y dan ocasión para la crítica, alimentando así la oposición y a los neonazis, que están al acecho pendientes de cualquier paso en falso para atacar, haciendo por ello obligatorio que se tiene que evitar servir la papaya del gobierno. 

jueves, 11 de agosto de 2022

EL RIESGO DEL DOGMATISMO

 La mayoría del electorado recibió con beneplácito el primer gobierno popular, elegido después de dos siglos de dominio de las mismas familias de siempre y con ello se ha creado una gran expectativa, tal vez exagerada, por el acumulado del descontento social almacenado durante los 30 años que llevan las políticas neoliberales causado estragos en la vida familiar y la dignidad humana. Pero, es necesario tener en cuenta, que este gobierno no es perfecto; es diferente, pero también tendrá errores, que se miden según el logro de los objetivos o de la solución de los problemas existentes. 

Viene con ello la designación de funcionarios, por ahora de la primera línea como les dijo el presidente a los ministros, y más adelante el resto de la planta del funcionariado directivo, algunos de ellos, seguramente, provenientes de la vieja izquierda del siglo pasado, que, durante toda su vida y al igual que el presidente, solo han recibido garrote de la oligarquía dominante. 

Pero el mundo y el país, en este tercer decenio del Siglo XXI, ya es diferente de cuando se originaron las luchas políticas bajo el antiguo esquema “izquierda-derecha” del siglo pasado; hoy existe un sistema capitalista diferente, un tipo de Estado distinto, un andamiaje institucional modificado, otras formas en la relación Estado-Sociedad, variantes en el régimen político y otras formas de tenencia de los medios de producción, de tal manera que el paradigma sociológico predominante en el siglo pasado, ya no aporta los conceptos e instrumentos para regir la gestión pública que fueron pertinentes en esa época del capitalismo clásico. 

Ya los enfoques keynesianos y marxistas no se pueden aplicar al pie de la letra; ni siquiera la socialdemocracia de esa época. Hoy están sobre la mesa el Progresismo y como dijo el presidente refiriéndose a los cambios en Latinoamérica, lo que hay es una búsqueda, que aún no encuentra el diseño definitivo; porque posterior al derrumbe del modelo neoliberal, que se espera a más tardar en 2028, hoy no se sabe cuál es la alternativa para la reconstrucción económica, social e institucional del mundo. Es necesario crearla, con ingenio, flexibilidad, pragmatismo y pertinencia. Lo único que se sabe es que la desigualdad económica, geográfica y social, debe disminuir a cifras tolerantes. 

En tales circunstancias, el gobierno de Petro no puede ser dogmático ni sectario. Debe interpretar la heterogeneidad de Colombia en lo económico, lo social, lo territorial y lo ambiental, de modo que las políticas, en todos los temas, no pueden ser estandarizadas como si el país fuera uniforme, sino diversas. La política fiscal, por ejemplo, debe reconocer las diferencias en los contribuyentes para aplicar impuestos directos diferenciales; la política laboral debe reconocer que ya no estamos en época del desarrollo exógeno con prevalencia de las multinacionales, sino que estamos en el marco del desarrollo endógeno con relevancia de los emprendimientos nacionales. Cada sector de la economía tiene sus propias especificidades que requieren tratos diferenciados. Aplicar los mismos patrones de la industrialización del siglo pasado en el momento presente, es arruinar los esfuerzos endógenos de generación empresarial. El rasero debe ser diferencial, lo mismo que los factores territoriales, considerando políticas según las diferencias regionales en cuanto a la capacidad de la base económica local.

Si se quiere que el gobierno que comienza deje sembradas las bases para un proceso de largo plazo de reconstrucción económica, social, institucional y ambiental, los criterios antiguos no pueden ser rígidos, sino que deben ser flexibles y pertinentes con la realidad presente; por eso, en la designación de funcionarios del alto gobierno es necesario reconocer los méritos políticos del pasado y los aportes a la lucha por el cambio, pero también se debe considerar el riesgo del dogmatismo.

viernes, 5 de agosto de 2022

LA PROGRESIVIDAD DEL CAMBIO

Claro que hoy, después del gobierno de Duque, Colombia está para hacerla de nuevo, en lo económico, lo social, lo institucional, lo político y lo idiosincrático, porque con el enfoque neonazi que este gobierno aplicó en las políticas neoliberales, prácticamente todo quedó destruido y la crisis que se afronta en la vida social y humana, adolece de graves situaciones y problemas; pero, todo no se puede arreglar de un solo golpe. 

“El que mucho abarca poco aprieta” dice el viejo refrán y ese es el riesgo que se está corriendo en la coyuntura presente, cuando inicia un nuevo gobierno, pero no un gobierno cualquiera de régimen tradicional, que conserva el andamiaje de la misma oligarquía de siempre, sino uno en manos de otro presidente, que sentó su propuesta electoral, precisamente, en el cambio de esta realidad que el grueso de la población rechaza; por eso lo eligieron.  

Por ello surgen, de todos los lados, miles de propuesta de cambio como si Petro fuera omnipotente, porque casi todo está por cambiar después de dos siglos de la misma oligarquía y treinta años del modelo neoliberal que lo destruyó casi todo. Pero todo no se puede cambiar de un solo golpe. Se requiere un proceso paulatino que demora varios años para recuperar a Colombia con sus instituciones y su comunidad. 

Las preguntas son entonces, a qué nos dedicamos y por dónde comenzamos, porque existen prioridades y también la secuencia lógica de los procesos. Por supuesto, es necesario comenzar con las políticas macroeconómicas, pero estas están sometidas a las reglas globales impuestas por el capitalismo financiero internacional. Así que lo único que se puede tocar, por ahora, es la política fiscal, donde es necesario una reforma tributaria que ponga a los ricos, que siempre ha estado exentos, a pagar impuestos. Las políticas cambiaria y monetaria deben seguir como están por ahora, esta ultima totalmente fracasada como se puede ver con la cifra de inflación que publica el Dane. 

En las políticas sectoriales, principalmente las sociales, sí son urgentes y ahí es donde se debe concentrar principalmente el cambio. Desmontar el carácter neoliberal para volver a implementar políticas propias del capitalismo clásico, similares, no pueden ser iguales, a las que había antes de 1980. Los sectores sociales de salud, educación, vivienda, recreación y deporte, familia, donde la compensación familiar debe modificarse totalmente, además de los cambios en la política de infancia y adolescencia, son urgentes; y la previsión social incluyendo los grupos vulnerables y la vejez, también. Pero, para lo demás, los cuatro años no alcanzan. En las políticas sectoriales económicas, la más urgente es la del sector agropecuario, que debe estar amarrada a la de la zona rural, hay que hacerla desde cero, comenzando con la tenencia de la tierra. Pero no se alcanza más; y también urgente, la política para el sector industrial con miras a la recuperación del aparato productivo que el uribismo dejo maltratado. 

Claro, quedan temas urgentes, importantes y transversales que también requieren intervención desde el inicio del período y que probablemente no alcancen los cuatro años para arrojar resultados, como son el de la paz, el régimen político, la corrupción, el manejo de los bienes públicos cuya privatización neoliberal ha sido funesta por el desboque de la corrupción y el impacto en los costos de la canasta familiar; igualmente un tema trascendental como es la gestión pública, que requiere el enfoque gerencial y fortalecimiento de la democracia participativa, para lo cual se debe implementar la descentralización política, amarrada a una adecuada política de ordenamiento territorial que corrija la anarquía que hoy existe.

Pero pare de contar. Ni el tiempo, ni los recursos, ni la capacidad institucional, ni la voluntad política alcanzan para todo lo que hoy se está exigiendo, como si este gobierno tuviera la fuerza para resolverlo todo. El desastre neoliberal causado durante los 30 años que lleva, no se puede corregir en menos de 15 años, para notar el cambio mínimo esperado. Es necesario, por lo tanto, implantar un proyecto político sostenido en el largo plazo, que asegure, por lo menos cuatro presidentes de este mismo bando por fuera de la oligarquía tradicional y concebir estrategias que tengan un punto de partida mínimo y permitan la progresividad del cambio.