miércoles, 23 de septiembre de 2020

LOS CONFLICTOS INTRASCENDENTES



Mucha preocupación se palpa en varios pensadores y analistas de la situación social, al ver lo que está ocurriendo en el país en la coyuntura que se vive, la cual, sin duda, contiene las situaciones y problemas más graves de, por lo menos, el último medio siglo. Los niveles de pugnacidad se han incrementado en magnitudes alarmantes y las confrontaciones entre los actores sociales cada día dividen más a la comunidad nacional, con manifestaciones, algunas nacionales y otras territoriales, pero que están creando un clima de conflicto aterrador. 

La preocupación surge, no tanto por la cantidad de motivos por los que la gente está en desacuerdo, sino porque actualmente el país está afrontando una situación económica de mucha gravedad, con manifestaciones de paro en el aparato productivo y desempleo de los factores que están afectando los ingresos familiares y con ello la situación social, todo como resultado de la pandemia, donde se requiere de una empresa colectiva unificada entre todos los colombianos para afrontar ese grave problema, además de intervenciones del gobierno apropiadas a las condiciones existentes, con acciones fiscales que respondan a los verdaderos requerimientos del país. 

Pero no. Mientras la gravedad de la situación pide una cosa, los colombianos andan discutiendo por asuntos impertinentes frente a la realidad actual, polarizándose por temas, que si bien son importantes y merecen mucha atención, no corresponden a las verdaderas necesidades del país. La única realidad que responde a los problemas, se refiere a las políticas del gobierno nacional, que deben ajustarse a las exigencias de la crisis; pero a nivel nacional la discusión se concentra en otros aspectos del conflicto sociopolítico y a nivel territorial en diversos temas locales, que lo que hacen es distraer la acción institucional frente al problema real, como cuando se discute por el derribo de una estatua, cuya competencia es del Concejo Municipal, o por las marchas callejeras, cuando el verdadero enemigo son las políticas neoliberales que llevan treinta años destruyendo la dignidad humana. 

Los temas sobre lo que se requiere en el país como medidas de política están bien definidos y expuestos en distintos foros y eventos académicos realizados durante las últimas semanas a través de las plataformas virtuales, donde los expertos han intervenido y que no son exactamente los que hoy ocupan el espacio de los noticieros. Se trata, entre otros asuntos, de la reactivación de la economía, del papel del Banco de la República, del gasto social, de la política tributaria, de los programas de fomento económico, pero nada que ver con la quiebra de Avianca, las concesiones mineras, la exención de tributos a las multinacionales, el servicios de la deuda y otras de la agenda gubernamental.

Con todo aquello se produce una tristeza generalizada por el desvío de la atención y la concentración de la energía social en asuntos que no conducen al tratamiento serio de la crisis, como la pelea por las hojas de vida de los líderes políticos, mientras que, por lo que se vislumbra, la situación tomará varios años para enderezar la tendencia debido a que los impactos han sido muy fuertes; pero sobretodo, que requieren de esfuerzo unificado de los actores mediante procesos de concertación en esquemas democráticos de gobernanza; es decir, mediante procesos públicos muy, pero muy distantes, a los que hoy se están aplicando para resolver los temas de conflicto. Produce mucha desazón y desesperanza, ver que mientras el país se está derrumbado por culpa del Covid-19, el gobierno y los principales actores sociales andan ocupando el tiempo en temas distantes de la realidad y atizando el fuego de los conflictos intrascendentes.

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