Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel de Economía en 2001, en su
reciente libro titulado “Capitalismo Progresista, la respuesta a la era del
malestar”, reconoce el fracaso del Capitalismo Rentista, hace un análisis
crítico del mismo y presenta algunas
fórmulas para rescatar el sistema y evitar la catástrofe total. Ya desde varios
años atrás, varios economistas habían anunciado esta situación, pero como no
son premio nobel, la gente no les paró bolas.
Esta modalidad de capitalismo se caracteriza principalmente, en que los
poseedores de las grandes fortunas no hacen inversiones de riesgo creando
empresas y propiciando la generación de empleo, sino que prefieren entregar su
dinero a un agente del mercado de capitales, quien especula en ese escenario
para obtener ganancias y entregarle la renta periódica al propietario que hoy
le llaman inversor, a quien Keynes le llamaba especulador. Es mejor ganar poco
pero fijo y seguro, es la filosofía de estos capitalistas.
Por supuesto, este esquema económico tiene asegurado su fracaso, no solo
porque violenta la ley natural que dio origen a la economía como instrumentos
de conservación de la especie, sino porque, entre otros varios, tiene dos
factores esenciales que le imprimen la debilidad: por una parte, porque
convirtieron el dinero en la principal mercancía para hacer negocios, sin
contrapartida en el sector real de la economía y por otra, la de mayor peso,
porque convirtieron al Estado en el marrano para hacer sus inversiones, mediante
préstamos de dinero que hacen comprando los títulos de deuda pública. Se
produce entonces el desecamiento del aparato productivo y con ello la
disminución de la base tributaria que afecta los ingresos fiscales y crea
dificultad para pagar la deuda y, por lógica, para mantener un gasto público a
la altura de las necesidades sociales. La mayoría de los Estados del mundo
están endeudados hasta los tuétanos.
Todo ese esquema, que tiene un soporte teórico conocido como
neoliberalismo, tiene que desplomarse en el largo plazo, a pesar de los
esfuerzos que hacen los fondos de inversión y los organismos multilaterales que
están en manos de dichos fondos, lo cual en la presente coyuntura de la
pandemia, se aceleró. Stiglitz escribió examinando la situación antes del Covid-19
y ya en esa época el fenómeno se estaba cocinando. Ahora los efectos del virus
y el paro que ha generado en la economía ha incrementado los factores de
deterioro económico y ha puesto al Estado entre la espada y la pared, por
cuanto el interés del capitalismo financiero internacional es que el organismo
disminuya el gasto social para proteger el pago de la deuda, mientras que la
pandemia ha impuesto la obligación de aumentar el gasto público para atender
las necesidades de salud y subsistencia a las clase populares.
Las
fórmulas que recomienda el Premio Nobel, que las denomina progresistas, se
refieren a la economía de Estado Unidos, pero se asemejan a patrones que
funcionaron en época del capitalismo clásico, donde la fuerza del aparato
productivo, el peso del mercado de bienes y servicios, la generación de empleo,
eran factores clave; pero ante todo, el significado del Estado y su papel en el
engranaje económico, por lo que el autor señala la importancia del régimen
político y los alcances de la política en materia de salvación de la economía,
que, de todos modos, debe ser dentro del mismo sistema capitalista, pero
alejado del capitalismo salvaje neoliberal para que se pueda evitar del todo el
derrumbe de la economía.
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