Una de las noticias de esta semana fue la realización de un evento para
los candidatos a la presidencia, cuya finalidad era el encuentro con los niños
para que estos les formularan preguntas, al cual sólo asistió uno de los
aspirantes al cargo, tal vez porque para el resto predomina la vieja frase de
cajón de que “los niños son el futuro” y entonces que esperen. No obstante que
la opinión se pregunta: cómo va a ser el futuro la cuarta parte de la población
del país, que son los menores de 15 años y donde el 42 % son menores de 25
años? Es decir, que el Estado está gobernando únicamente para el 58 % de la
población porque al resto hay que dejarlos para el futuro. Por ahora que
esperen.
El país no ha medido en su real dimensión el significado de una
política de infancia. Desde hace 20 años, cuando el gobierno en su política
social promovió el “Pacto por la Infancia”, como un mecanismo de gestión social
orientado a ubicar este grupo poblacional en el lugar que merece, no hemos
vuelto a ver alguna acción de política pública orientada a su tratamiento
apropiado, en concordancia con el artículo 44 de la Constitución Política que
consagra el principio de prevalencia de los derechos de los niños. Existe una
ley que se llama código, pero en materia de gestión pública las leyes y
decretos son simplemente el piso jurídico y en ningún caso sustituyen las
acciones públicas necesarias para gestionar una política. Las normas jurídicas
son inertes y por sí solas no dinamizan procesos sociales. Así que el Código de
Infancia y Adolescencia, no pasa de ser un saludo a la bandera.
La situación se hace más preocupante si se consideran los datos que
Cristina de la Torre señala en su columna de un diario bogotano, donde cita
resultados de un estudio internacional sobre educación cívica y ciudadanía,
realizado por la Fundación Plan, según entendí, en el que nos muestra el rumbo
que está tomando la población adolescente, donde hay señales verdaderamente
preocupantes.
Hoy se ven a diario efectos públicos de un fenómeno que se considera
privado, como es el tratamiento que los adultos les dan a los niños, donde el
mal trato físico y psicológico es el pan del día. El abandono y la falta de
afecto es común en el seno de la familia y el Estado cierra los ojos creyendo
que la existencia del ICBF es suficiente para brindar la respuesta de política
que la sociedad en su conjunto requiere, más cuando ese instituto ha sido presa
de la politiquería y la corrupción.
Una
verdadera política social debe girar en torno a los infantes y adolescentes, no
solo por el artículo 44 de la Constitución, sino porque a esa edad se gestan
muchas de las conductas que en la vida adulta afectan al conglomerado social
por las patologías que se forman en los primeros años. La violencia y la conducta
delincuencial, sin duda, en muchos aspectos, depende de las condiciones que el
individuo vivió cuando estaba en su infancia; pero los candidatos a la
presidencia parece que no son conscientes de esta situación por cuando no se
aprecia con claridad y precisión, cual es la propuesta de campaña sobre la
política de infancia.
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