martes, 3 de abril de 2018

LA ILUSIÓN DE LA OCDE

Según lo señala la gran prensa bogotana, el presidente Santos va a aprovechar la visita de Trump a Colombia para pedir apoyo al ingreso del país a la OCDE, y así terminar el período realizando el sueño que este gobierno ha tenido por más de cuatro años, en una expresión semejante a la del mamarracho Zabaleta, el ultimo figurín del álbum “usted no sabe quién soy yo”, quien apareció en las redes en fotos con los grandes personajes de la clase política, presumiendo sus relaciones personales.

Sobre la vinculación de Colombia a la OCDE, el único beneficiado es Santos, quien en el escenario internacional se lucirá en foto con los poderosos de la economía mundial y hará publicidad de que, gracias a él, el país ahora pertenece al club de los ricos. Pero, lo más probable, es que con ello quede más encartado que con el Premio Nobel de Paz, que ahora lo tiene dando tumbos en el gobierno para demostrar falazmente a la comunidad internacional que se está cumplimiento el acuerdo con las Farc, el cual, como lo hemos visto, ha sido incumplido en alto porcentaje y principalmente en lo que se refiere al beneficio para el país como es el punto 1 sobre el desarrollo rural.

Si le aceptan el ingreso a la OCDE, Colombia quedará encartado para sostener la membresía cumpliendo los requisitos de esa organización, ya que, a la fuerza, este gobierno ha tratado de demostrar su cumplimiento, pero usando mecanismos postizos o maquillando una realidad que no corresponde a los niveles propios de los socios de ese organismo. Quienes están ahí es porque por naturaleza, están donde deben estar; pero Colombia se estaría metiendo en el lugar equivocado.

Uno de los componentes que la OCDE exige a sus miembros se refiere a la gestión pública, que debe ser eficiente, eficaz y efectiva, al tenor del discurso neoliberal que ese organismo multilateral profesa, requisito este que en Colombia será muy difícil sostener, cuando aquí tenemos un Estado corrupto y un sistema político que va en contravía de los principios de esa organización. La administración pública en Colombia, que lleva más de un cuarto de siglo atravesando un proceso de transformación desde el Estado Burocrático hacia el Estado Gerencial, está en una situación de caos tan desproporcionada que no hay claridad en la presencia ni de uno ni de otro; solo se aprecia el imperio del clientelismo, la ineptitud y la corrupción en las altas esferas del gobierno en Bogotá, desde donde parten las políticas públicas, que son todo lo contrario a lo que pide la OCDE. Para esa organización, la democracia participativa es importante y esta requiere de políticas públicas de abajo hacia arriba, contrarias al centralismo bogotano que hoy tiene sometida la transformación del Estado a los intereses de las grandes élites de poder, sin que las comunidades territoriales puedan solucionar sus problemas y necesidades, porque los funcionarios no llegan a los cargos a responder a la sociedad, sino a ver cómo sacan beneficios personales. La gestión pública en Colombia será un requisito que el país no podrá sostener mientras siga el actual régimen político, de modo que la sostenibilidad en el largo plazo como miembro de la organización deja muchas dudas, por lo cual su exclusión es inminente, desvaneciéndose así el sueño de Santos que se convertirá en la ilusión de la OCDE.

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