El próximo año hay elecciones y desde ahora se
están viendo movimientos de los aspirantes a ocupar curules en el Congreso.
Visitas a barrios y veredas, reuniones,
desayunos y almuerzos, todos eventos tradicionales en la fase de calistenia
electoral; porque el juego de verdad sucederá en 2014. Muchos aspirantes a
pocas curules de modo que no habrá cama para tanta gente. Así que deben
recurrir a los más sofisticados métodos de marketing electoral para darle el
codazo al rival y quedarse con la silla.
Pero lo más gracioso de todo, por no decir otro
término, es la piedra que tienen en la cara. No tienen carne ni hueso, por lo
cual ni siquiera se ponen colorados. Están viendo el país en el estado en que
se encuentra, por culpa del régimen político colombiano donde ellos son
protagonistas y no se dan por aludidos. Colombia sufre hoy tal vez la crisis
más grave de la historia reciente, en la que se observan cierre de empresas,
atracos callejeros, violencia intrafamiliar, matoneo escolar, bandas criminales
por doquier y para ellos es como si no pasara nada. En muchos puntos de la
geografía nacional se están cocinando paros y movilizaciones de protesta
originados en diversas ramas de la actividad económica, fenómeno sin
precedentes en la historia nacional, y los aspirantes a curul es como si no
vieran nada.
Claro que esa postura está bien, si fuera que
nuevos aspirantes entraran a competir para ir a luchar por el cambio de la
realidad nacional. Pero no: son los mismos con las mismas. Los que quieren
repetir después de varios períodos y por lo tanto son responsables directos de
la crisis nacional, sumados a quienes han sido concejales y diputados, es
decir, quienes tienen antecedentes en la tragedia política colombiana. Tragedia
que se gesta porque quienes llegan a las posiciones legislativas o
administrativas, piensan primero en la tajada que podrán sacar desde su puesto
para beneficio personal y no en los resultados en la gestión del organismo
estatal al que se vinculan.
Están en todo su derecho. Este es un país de
libertades. Pero es sociológicamente inaceptable, que, después de los paros y
las marchas, esos mismo marchantes vuelven y votan por los mismos políticos de
siempre, desconociendo que la verdadera movilización social y protesta no es
darse golpes con la policía, sino votando en día de elecciones para apoyar un
proyecto político que cambie de verdad el actual estado de cosas en lugar de
elegir a los mismos que hoy muestran esa tremenda desfachatez.
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