Según se deduce de los informes periodísticos, el gobierno se encuentra
entre la espada y la pared recibiendo presión de dos lados, por una parte, la
situación del virus y el riesgo de contagio que avanza masivamente y por otro
lado, la conveniencia de los empresarios y de quienes necesitar trabajar en el
día a día para conseguir los medios de subsistencia. La decisión es, sin duda,
absolutamente complicada por los motivos o argumentos que se exponen de lado y
lado, ambos de gran magnitud, en cuanto a la connotación que reviste cada uno,
donde el eje problémico es la vida humana y la conservación de la especie
biológica sobre la faz de la tierra. Por supuesto, que la conservación de la
especie depende de la economía, mecanismo social mediante el cual se genera los
medios de subsistencia, lo cual conviene a todos sin distinción y por ello el
paro es completamente perjudicial y atentatorio contra la vida. Pero también es
cierto, que en la medida en que se realicen las interacciones humanas en el
marco de la vida cotidiana, la pandemia se extiende colocando también en riesgo
la existencia humana. Es un tema de la agenda pública, cuyo manejo
gubernamental debe ser atendido con delicada filigrana y como lo ordena la
norma de gestión de calidad, basado en evidencias, lo cual significa, con el
uso de insumos altamente técnicos, científicos y gerenciales.
Encontrar la solución apropiada es una tarea extremadamente difícil, porque
no se trata ni de ni de quemar al santo ni de dejarlo sin alumbrar, sino de
encontrar una salida salomónica, que permita una postura de equilibrio entre
las dos alternativas en oposición. Cómo crear condiciones para que las muertes
sean mínimas y cómo propiciar procesos económicos que permitan los movimientos
de oferta y demanda mínimos, para que el suministro de bienes y servicios
necesarios tenga las provisiones suficientes y se garantice los ingresos
familiares a toda la población para conseguir al menos, el mínimo vital. ¡Cójame
ese trompo en la uña! Ahí sí, Duque está pagando los pecados del fraude y la
compra de votos.
No se conoce la fórmula adecuada para la decisión, porque no está en los
libros de texto ni de medicina ni de administración pública; pero unos
principios básicos universales sí se pueden considerar: por un lado, hay que
revivir a Keynes y tener en cuenta que se requiere un Estado
Interventor-Benefactor, que adopte mecanismos de regulación económica para conducir
los procesos con fines específicos evitando que las leyes del mercado actúen sin
control y hagan ochas y panochas con el conglomerado social. Y por otro lado,
se requiere un cambio estructural, de fondo y detallado, en el sistema de
salud, que inicie desde los mismos diseños curriculares en las facultades de
medicina y se extienda hasta los protocolos de la prestación del servicio en el
nivel IV, pasando por los modelos de gerencia pública que aseguren eficiencia,
eficacia y efectividad en todos los procesos preventivos y curativos del
servicio dentro de un esquema institucional que coloque la salud humana por
encima de cualquier otro motivo de carácter empresarial. Un sistema que elimine
el aseguramiento y retorne a la universalidad del servicio público, con
revitalización de la red pública de prestadores y alta participación de la
prevención de la enfermedad.
Desde
luego que esos principios esenciales permiten ver que, de pronto, con ingenio y
creatividad y usando los métodos heurísticos que señala Bernardo Kliksberg, es
posible lograr la solución de equilibrio; pero queda por resolver, tal vez, el
más grande obstáculo o impedimento para encontrar soluciones apropiadas: el
régimen político y sus sistemas asociados, que se soportan en una cultura
política totalmente opuesta a la ética pública y a la prevalencia del interés
general y el bien común por encima de los interese individuales y grupales, los
cuales siempre corrompen la gestión pública y propician decisiones amañadas y
alejadas de todo argumento técnico y científico para favorecer élites, por lo
cual este factor de tipo politiquero, es el principal inconveniente para
resolver en el seno del gobierno, el actual dilema de la vida.
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