Por motivo de los efectos de la
pandemia que está viviendo el mundo, ha revivido nuevamente el debate sobre el
sistema capitalista, a raíz de que varios importantes pensadores de nivel
mundial han afirmado que por culpa de este sistema, hoy la crisis humana es de
la magnitud que se conoce, con lo cual se ha vuelto a la argumentación política
que fue fuerte en los años sesenta, en plena guerra fría y recién cimentándose
la revolución cubana, cuando se proponía que la única fórmula de salvación de
la especie humana ante los embates despiadados del sistema contra la humanidad,
era cambiándolo por uno más justo y proponían el socialismo como alternativa
salvadora. No obstante, ya en este siglo, la historia ha dejado importantes
enseñanzas que se deben asimilar, por lo que ante dicha propuesta, bien se
podría decir, sí pero no.
Los hechos históricos han mostrado
que, efectivamente, es el mecanismo de funcionamiento del sistema capitalista,
el mercado, el causante de la descomunal concentración de riqueza en unos pocos
y la masiva generalización de la pobreza extrema en la gran mayoría de
población. Pero también han enseñado que el mecanismo de funcionamiento del
sistema socialista, la planificación, también tiene serias deficiencias que
impiden finalmente lograr los propósitos naturales del sistema económico para
la conservación de la especie, basados en la equidad y la justicia social. Las
economías planificadas presentan graves inconvenientes para el crecimiento y la
innovación y por lo general, el aparato productivo cae en el adormecimiento, convirtiéndose
en un bumerán, como ocurrió en la Europa Oriental, que se derrumbó en los años
ochenta por el letargo del aparato productivo. Por eso, de los dos males, escoger
el menor o por lo menos el que tenga medios de solución. Además, no me imagino
una economía planificada, que requiere una cultura especial, operando en Colombia,
donde la idiosincrasia ni siquiera ha podido asimilar una solución negociada del
conflicto sociopolítico armado; mucho menos podrá tener la disciplina social
que requiere el subsistema de distribución del producto social, en el sistema
planificado.
No podemos olvidar, que el demonio
no es el capitalismo per se, sino que en los años ochenta se transformó la
modalidad del sistema y se pasó del
Capitalismo Clásico con esencia empresarial, al Capitalismo Rentista, con
esencia en el agiotaje sobre la especulación con el dinero, modalidad esta, que
destruyó los fundamentos del Estado Moderno y particularmente los del Estado
Social creado por los alemanes en 1890, para convertir el organismo en un marrano
arrodillado al servicios de los fondos de inversión, con el fin esencial de
endeudarse en el mercado de valores, para luego dedicarse a recaudar los tributos
y pagar el servicio de la deuda. Así, quedó abandonada la función social del
Estado, privatizando los bienes públicos, para dedicarse únicamente al cobro de
impuestos para pagar la deuda y por lo tanto abandonar el gasto social para
atender las necesidades humanas.
Vista
así la situación, no se trata de cambiar el sistema, sino cambiar el tipo de Estado,
considerando que este organismo es el único recurso que tiene la humanidad para
salvar sus raíces naturales. No es sustituir el mercado por el plan, como
mecanismo de funcionamiento del sistema, sino utilizar el Estado para
neutralizar los golpes del mercado contra la dignidad humana, entregando al
organismo, nuevamente el manejo con exclusividad los bienes públicos; se trata
de recuperar de las garras del BPI el Banco de la República y de implantar una
política fiscal progresiva y redistributiva, con alta intervención del Estado en
la economía, para regular las fuerzas del mercado hacia objetivos de alcance
social, ya que la causa de la crisis humana que vive el mundo, es la modalidad
o el modelo rentista y no es el capitalismo propiamente.
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