martes, 14 de abril de 2020

NO ES EL CAPITALISMO PROPIAMENTE

Por motivo de los efectos de la pandemia que está viviendo el mundo, ha revivido nuevamente el debate sobre el sistema capitalista, a raíz de que varios importantes pensadores de nivel mundial han afirmado que por culpa de este sistema, hoy la crisis humana es de la magnitud que se conoce, con lo cual se ha vuelto a la argumentación política que fue fuerte en los años sesenta, en plena guerra fría y recién cimentándose la revolución cubana, cuando se proponía que la única fórmula de salvación de la especie humana ante los embates despiadados del sistema contra la humanidad, era cambiándolo por uno más justo y proponían el socialismo como alternativa salvadora. No obstante, ya en este siglo, la historia ha dejado importantes enseñanzas que se deben asimilar, por lo que ante dicha propuesta, bien se podría decir, sí pero no.

Los hechos históricos han mostrado que, efectivamente, es el mecanismo de funcionamiento del sistema capitalista, el mercado, el causante de la descomunal concentración de riqueza en unos pocos y la masiva generalización de la pobreza extrema en la gran mayoría de población. Pero también han enseñado que el mecanismo de funcionamiento del sistema socialista, la planificación, también tiene serias deficiencias que impiden finalmente lograr los propósitos naturales del sistema económico para la conservación de la especie, basados en la equidad y la justicia social. Las economías planificadas presentan graves inconvenientes para el crecimiento y la innovación y por lo general, el aparato productivo cae en el adormecimiento, convirtiéndose en un bumerán, como ocurrió en la Europa Oriental, que se derrumbó en los años ochenta por el letargo del aparato productivo. Por eso, de los dos males, escoger el menor o por lo menos el que tenga medios de solución. Además, no me imagino una economía planificada, que requiere una cultura especial, operando en Colombia, donde la idiosincrasia ni siquiera ha podido asimilar una solución negociada del conflicto sociopolítico armado; mucho menos podrá tener la disciplina social que requiere el subsistema de distribución del producto social, en el sistema planificado.

No podemos olvidar, que el demonio no es el capitalismo per se, sino que en los años ochenta se transformó la modalidad del sistema  y se pasó del Capitalismo Clásico con esencia empresarial, al Capitalismo Rentista, con esencia en el agiotaje sobre la especulación con el dinero, modalidad esta, que destruyó los fundamentos del Estado Moderno y particularmente los del Estado Social creado por los alemanes en 1890, para convertir el organismo en un marrano arrodillado al servicios de los fondos de inversión, con el fin esencial de endeudarse en el mercado de valores, para luego dedicarse a recaudar los tributos y pagar el servicio de la deuda. Así, quedó abandonada la función social del Estado, privatizando los bienes públicos, para dedicarse únicamente al cobro de impuestos para pagar la deuda y por lo tanto abandonar el gasto social para atender las necesidades humanas.

Vista así la situación, no se trata de cambiar el sistema, sino cambiar el tipo de Estado, considerando que este organismo es el único recurso que tiene la humanidad para salvar sus raíces naturales. No es sustituir el mercado por el plan, como mecanismo de funcionamiento del sistema, sino utilizar el Estado para neutralizar los golpes del mercado contra la dignidad humana, entregando al organismo, nuevamente el manejo con exclusividad los bienes públicos; se trata de recuperar de las garras del BPI el Banco de la República y de implantar una política fiscal progresiva y redistributiva, con alta intervención del Estado en la economía, para regular las fuerzas del mercado hacia objetivos de alcance social, ya que la causa de la crisis humana que vive el mundo, es la modalidad o el modelo rentista y no es el capitalismo propiamente.

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