Los expertos, que la gran prensa bogotana acostumbra a llamar para el
análisis de las elecciones, quienes por lo general especulan con criterios
subjetivos porque no disponen de estudios sociológicos para el efecto,
suministraron todo tipo de explicaciones sobre el resultado de la votación del
domingo pasado, atribuyendo las cifras a diversidad de factores, algunos
razonables, otros insólitos, pero no hicieron referencia a uno que, tal vez, no
podemos desconocer, cual es papel de los medios de comunicación en la creación
de la opinión pública y la determinación de la conducta electoral de la
ciudadanía.
También especulando un poco como los expertos bogotanos, podemos decir
que esta vez tuvo mucho peso en los resultados: el voto en contra, el voto
comprado, el voto por temor laboral y el voto por miedo. Probablemente el
porcentaje de votos por convicción política y decisión voluntaria fue menor,
que el voto por los demás motivos. Pues no es fácil creer que haya 4.8 millones
de “petristas” y 7.5 millones de “duquistas”.
Por eso también es razonable pensar que muchos de esos votos son
producto de la imagen creada a través de los medios de comunicación, a los que
se les llama el cuarto poder, que de manera abierta en unos casos y soterrada
en otros, influyeron en la conciencia ciudadana y ayudaron a definir la
conducta electoral. Estamos seguros que en Colombia no hay tantos neoliberales
y partidarios de políticas públicas para favorecer a los ricos, ni tantos defensores
de la corrupción. Pero sí hay muchos colombianos aterrorizados con lo que está
ocurriendo en Venezuela, de modo que atribuirle a Petro similitud con ese país,
produce votos en su contra. Así mismo, la gente cansada de ver los hechos de
corrupción e impunidad que en los últimos años han denunciado los medios, toma
una postura y el voto en contra de quienes sostienen el establecimiento.
Por
supuesto, el periodismo no debería estar metido en este conflicto; pero
lamentablemente, mientras existan los medios mercantilizados, o sea que necesitan
de la pauta para subsistir, no es posible extraer dicha función pública de las
presiones que desvían la objetividad. La comunicación social es un asunto
público que ha estado privatizado siempre y por ello su papel en la conciencia
colectiva y por supuesto en la cultura política, es relevante, más cuando la
propiedad de ellos es de grupos económicos que no solo los sostienen, sino que
los colocan al servicio de sus propietarios como ocurre con la gran prensa
bogotana y los canales de televisión, que a la vez, son los responsables de
atizar el fuego de la polarización izquierda-derecha que no es totalmente
cierta. Pero es que los directores, en su mayoría, no ocupan el puesto porque
tengan méritos profesionales, sino porque tienen vínculos con los propietarios
o se han ganado el apoyo a través de lagarteo, servilismo, arribismo y
sumisión. Por ello en el análisis de los resultados electorales, no podemos
dejar por fuera el efecto de los medios en la generación del voto en contra,
que esta vez fue significativo, y de esa manera también una vez más tenemos que
reconocer que en política es bien importante el poder del cuarto poder.
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