martes, 22 de mayo de 2018

PETRO NO ES CAUSA SINO CONSECUENCIA

En el debate electoral para la presidencia que se está realizando, se ha visto, sorpresivamente, gran acogida por el candidato Gustavo Petro, la que se manifiesta a través de aglomeraciones plazas públicas, en los resultados de las encuestas y en la opinión callejera de la gente. No se puede negar ni desconocer, la magnitud del apoyo a este candidato, independientemente de los resultados del 27 de mayo.

Ante dicho fenómeno político, y como suele ocurrir siempre, los “expertos” bogotanos no se hicieron esperar y salieron a dar las explicaciones del caso, señalando las causas del fenómeno y atribuyendo a Petro la culpa de los acontecimientos, porque, según dicen ellos, este salió ante el público con un discurso embaucador, engañoso, que se aprovecha de la ingenuidad de los jóvenes y con argumentos populistas, captura a la gente y la aglutina alrededor de su campaña.

Pero cuando se observan los antecedentes del actual proceso electoral y se interroga a los simpatizantes del candidato, se encuentra que los “expertos” están equivocados. Hubiera podido ser otro, que dentro del marco de la cultura política caudillista que impera en Colombia, donde no importa la estructura organizacional ni el partido político, como en este caso de Petro que no tiene ni partido ni organización, un personaje con algún grado de carisma y algo de credibilidad, se hubiera podido convertir en el fenómeno político de campaña. Habría podido ser un miembro del Partido Liberal, si este partido no hubiera caído desde hace quince años, en manos de la camarilla neoliberal de Gaviria, que está llevando al abismo al histórico partido.

Lo que se aprecia es que no fue el candidato quien capturó a las masas, sino las masas quienes capturaron al candidato. Antes del candidato, las masas ya estaban ahí, listas, con la energía social acumulada para canalizarla hacia una propuesta presidencial. Era el resultado de varios años durante los cuales los medios de comunicación se encargaron de crear el descontento y la inconformidad contra el establecimiento, que ha sido manejado con prácticas mafiosas donde la corrupción y la impunidad sobresalen, mientras el grueso de la población se ahoga en innumerables problemas de vida y en la descomposición social que cada vez corroe más a fondo los cimientos morales y éticos de la organización social. Por eso, los beneficiarios del actual estado de cosas, que preocupados por la amenaza de Petro, han desplegado todo tipo de ataques para frenar el ímpetu de su campaña, no han logrado mayores resultados porque a la gente no le importa lo que digan del candidato. Ya desde antes de que el personaje surgiera, la disposición a votar en contra de quienes durante los últimos años han administrado el Estado por fuera de los más elementales principios de la ética pública, estaba presente en el pensamiento de gran cantidad de electores.

No hay tal, por lo tanto, que Petro está engañando incautos, por cuanto su propuesta no es otra que la de regresar el país al modelo económico que existía en Colombia antes de 1980 y aplicar políticas concordantes con la plataforma del Partido Liberal aprobada en el año 2002. Son precisamente quienes hoy se oponen a esta candidatura, quienes más han fortalecido su campaña aportando potenciales votantes, que desde mucho antes de que el candidato saliera al escenario político, ya estaban en disposición de votar en contra de las costumbres politiqueras tradicionales, por lo cual está claro que Petro no es causa sino consecuencia.

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