martes, 2 de diciembre de 2014

LOS RICOS TAMBIÉN LLORAN

En la teoría clásica, la política fiscal en general y particularmente la estructura impositiva son un instrumento para direccionar las estrategias de desarrollo. No son fin sino medios para buscar objetivos superiores. Por eso es necesario que primero se definan los objetivos de cambio para mejorar las condiciones de vida de la sociedad, para luego sí, definir un esquema impositivo acorde con dichos requerimientos. Pero en Colombia hoy esto no se aplica. La última reforma tributaria tiene como objetivo tapar un faltante de 12 y pico de billones que quedan pendientes en el presupuesto de gastos y este presupuesto obedece a todo, menos a las estrategias de cambiar las condiciones de vida de la sociedad nacional.

El Ministro de Hacienda dijo en estos días a través de una emisora de radio, que en Colombia, entre los 47 millones de habitantes, sólo hay 670 ricos, que con su familia no pasan de tres mil, y sólo 50 mil, que con su familia no pasad de 200 mil, viven dignamente sin ser ricos, lo que muestra el alto grado de concentración del ingreso, razón por lo cual se considera el segundo país en América con alto grado de inequidad. Pero lo más grave, además de la concentración, es que a los ricos nacionales no les gusta pagar impuestos, aunque el Estado es manejado por ellos y a la vez está a su servicio, no quieren aportar para el sostenimiento del organismo.

El gobierno había creado el concepto de impuesto a la riqueza para gravar los más altos capitales; pero los ricos pusieron el grito en el cielo con el falaz y repetido argumento que eso espanta la inversión y agudiza el desempleo, siendo que la historia muestra que cuando las condiciones de mercado son buenas y los negocios rentables, los ingresos dan para todo. Lo que motiva la inversión y fomenta el empleo no es la exención de impuestos sino las oportunidades de mercado que propician altos márgenes de rentabilidad. Los capitalistas siempre han considerado que ellos le hacen un favor al país y que por eso se les debe consentir. Sin embargo, de nada vale el capital sin poder hacer negocios y de nada sirven los negocios si no se consigue trabajadores.

Lo que verdaderamente necesita el país es una reforma tributaria estructural, que reconozca la heterogeneidad territorial y el aporte de cada actividad económica a las estrategias de desarrollo para tener un sistema impositivo diverso, pertinente y consecuente con las condiciones económicas. Esas tasas uniformes aplicables a las cuantías ya sea de ingreso, patrimonio o valor agregado, pueden ser muy fáciles de recaudar, pero muy difíciles para contribuir con racionalidad a los procesos de desarrollo económico. No es lo mismo, por ejemplo, aplicar la misma tasa al mismo objeto en Bogotá que en Popayán, como tampoco es lo mismo aplicar una tasa uniforme a un capital invertido en el sector primario que la misma aplicada en el sector parásito de la economía como son los bancos. El Ministro dijo que sólo hasta el 2018 se tratará el tema de la reforma estructural lo cual implica que hasta esa fecha debemos seguir presenciando el ridículo espectáculo de que los ricos también lloran.

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