Todos los intentos de
la izquierda colombiana del siglo pasado fracasaron. Desde los más extremos
como los de Pedro Arboleda, Pedro Marín, Fabio Vásquez o Jaime Bateman, hasta
los más moderados como los del Movimiento Firmes, pasando por los del Bloque
Socialista, Ligas Socialistas, JUCO, JUPA, MOIR o PC, no sólo no llegaron en
medio siglo a la toma del poder de Estado, como reza la teoría clásica del
Materialismo Histórico, sino que permitieron que ahora la extrema derecha
neonazi sacara ocho millones de votos, en una clara demostración de su
ineficacia.
Por supuesto y como
ocurre en casi todos los fenómenos sociológicos, el caso no es monocausal. Son
varios los factores que determinaron dicho fracaso, entre los cuales podemos
identificar la actitud de los dirigentes, también llamados líderes. Tal vez los
rasgos de personalidad o carácter o algo similar, contribuyeron de manera
decisiva en los pobres resultados del proceso. Conductas inapropiadas y casos
de dogmatismo en lugar de pragmatismo, fueron el común denominador.
Proliferaron los ataques entre los mismos grupos de izquierda, distorsionando
la realidad sobre el verdadero rival; todos se creían poseedores de la verdad
revelada y ajustaban sus análisis más a la rigidez conceptual que a la
interpretación de la realidad histórica nacional. No tuvieron capacidad para abstraer
de la cultura o idiosincrasia propia las claves del éxito y le dieron mucho
peso a los modelos extranjeros; múltiples errores más aparecen en el balance
que se hace en el presente siglo, sobre lo que fue la segunda mitad del pasado.
Hoy quedan algunos reductos de esos movimientos, hasta con los mismos
dirigentes pero ya desgastados y a punto de jubilarse.
En
estos días comenzó a circular por las redes virtuales (en sociología las redes
sociales son otra cosa) una propuesta sobre la nueva izquierda colombiana, que
pretende adaptarse a la realidad actual y asimilar la experiencia del fracaso
anterior. No se conoce todavía los detalles del proyecto pero se espera que
respondan a la fase histórica actual, cuando ya es otro el sistema económico;
pues ahora no rige el Capitalismo Empresarial con políticas para favorecer a
los industriales, sino el Capitalismo Rentista con favorecimientos a los fondos
y banca de inversión; ya no se cuenta con el Estado Interventor-Benefactor sino
con el Estado Social de Derecho; ya no es un modelo de economía cerrada sino el
imperio de la globalización. Hoy ya no tiene vigencia histórica la propuesta de
la economía planificada que se derrumbó hace un cuarto de siglo, sino que todos
los procesos políticos deben plantearse sobre la existencia del mercado como
mecanismo de funcionamiento del sistema, es decir, una realidad que obliga a
una interpretación histórica consecuente si es que quienes impulsan la
propuesta quieren mostrar diferencias en la izquierda del siglo XXI.
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