miércoles, 22 de octubre de 2014

PERTINENCIA DEL NOBEL DE PAZ

En ocasiones el otorgamiento del premio nobel de paz ha sido cuestionado, como cuando se lo conceden al presidente de Estados Unidos, un funcionario marioneta de los grupos del poder financiero de ese país, quien muchas veces actúa como el mayor promotor de guerras y violencia del planeta. Pero este año dicho premio nos evoca un tema que con relación a la paz, tiene mucho significado y trascendencia. Varios analistas coinciden en que la violencia tiene causas objetivas y subjetivas que se alimentan con factores de riesgo estructurales y coyunturales, donde la infancia ocupa un lugar preponderante. Pero sobre todo, el trato que los adultos les brindan a los infantes.

El maltrato infantil es una aberración incrustada en el seno de la sociedad con serios efectos en materia de convivencia y paz, como lo señalaba una columna en este diario publicada el 13 de noviembre de 2013 con el título “La otra negociación de paz”, por lo cual el premio concedido al indio Kailash por su lucha contra el trabajo infantil, lo mismo que a la pakistaní Malala, cuyo trabajo también se refiere a los derechos de las niñas, revive en la agenda universal el tema de la infancia tantas veces trinado por la Unicef pero que aún conserva las irracionalidades tradicionales.

Mientras no se erradique la violencia física y psicológica que golpea a los infantes, cualquier empresa contra la violencia en la sociedad y en pro de la construcción del clima de convivencia armónica deseado, quedará a mitad de camino, por lo cual bien vale recordar una propuesta que se discutió en el alto gobierno durante 1998 sobre la conveniencia de otorgarle, mediante mecanismos constitucional, el estatus de “asunto público” al maltrato infantil, con la finalidad de abrirle la puerta a toda la comunidad para que intervenga en la prevención y la atención de semejante aberración social. Hoy es un asunto privado y el único que tiene competencia para intervenir es el ICBF.

El premio nobel de este año les recuerda a los adultos que manejan las naciones y el mundo, que existen los niños. Que también las luchas a favor de este grupo poblacional ameritan el otorgamiento de premios de la magnitud del nobel, de modo que se motiven los mayores a pensar en la importancia de la infancia, que constituye el corazón de la sociedad presente, y no sigan diciendo que los niños son el futuro, como reza la frase de cajón que tantas veces se pronuncia. Basta con ser padre de familia para comprender que los adultos viven por y para los niños, motivo por el cual no cabe la menor duda sobre la pertinencia del nobel de paz.

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