Ahora que se agita el tema de los candidatos y las
elecciones para gobiernos territoriales, varias opiniones coinciden en la
necesidad de pensar más en el futuro gobierno que en el candidato y la
elección. Dijo Héctor Rodríguez “¿seguimos jugando a ganar elecciones o
buscamos un buen alcalde para Popayán?”, lo cual coloca sobre la mesa la
importancia de tener en consideración los aspectos que hoy, en el Estado
Postmoderno, se comportan como factores clave para alcanzar los objetivos
gubernamentales en materia de satisfacción de las necesidades de la ciudadanía.
Se ha dicho que fulano de tal es un buen candidato porque
su experiencia es en la empresa privada o que ha sido empresario, con lo cual
se coloca sobre la mesa el tema gerencial como factor de éxito en la gestión,
lo que es totalmente cierto, hoy que lo público se concentra en el escenario
del mercado, donde, si no hay enfoque gerencial habrá rotuno fracaso, como se
puede ver en los gobernantes actuales que en lugar de aplicar las leyes que
regulan el enfoque gerencial, gobiernan a punta de sentido común y por eso el
descontento de sus gobernados. Pero el tema no se puede tomar a raja tabla. Si
bien los principios gerenciales son universales y los mismos donde quiera que
se hallen, la aplicación de estos en lo privado es substancialmente distinto a
su aplicación en lo público. Para lo privado se aplican con la finalidad de producir
ganancias o utilidades a los propietarios de la empresa, mientras que en lo
público se utilizan para el cumplimiento satisfactorio de los fines esenciales
del Estado donde prima el servicio a la comunidad.
Pero lo más importante es tener en cuenta los atributos
de esta disciplina administrativa y por supuesto, las competencias del
gobernante para adoptarlos. Dice el marco conceptual que el gerente público debe
navegar en la multiorganización, por cuanto el objeto donde se aplica la administración,
o sea la masa social, es compleja y encierra diversidad de elementos en que el
Estado tiene multiplicidad de organismos y la sociedad diversidad de formas; la
participación, dentro del marco de la democracia participativa, porque no es
posible alcanzar objetivos de gran alcance sin el compromiso e involucramiento
de la misma sociedad beneficiaria; la concertación porque no puede haber
co-gestión con responsabilidad compartida entre Estado y sociedad, sin
acuerdos, negociaciones y compromisos entre todos los actores; la flexibilidad porque
se tiene que acomodar a las circunstancias que van apareciendo con el
transcurrir del tiempo; la innovación porque no existen fórmulas
preestablecidas para administrar lo público ni recetas únicas para resolver
problemas y satisfacer requerimientos sociales; y el trabajo en equipo porque
es necesario elevar la eficacia social a través de la sinergia que se produce
cuando se opera con esta modalidad.
Así
pues que al pensar en los nuevos gobernantes territoriales, más que los
antecedentes del candidato se debe pensar en el futuro cuyos requerimientos
están determinados por la ley, de modo que basta con aplicar las normas
vigentes para que se conjuguen con pertinencia los factores del buen gobierno.
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