martes, 14 de julio de 2020

LA CRISIS DE LAS ESE

El problema de las ESE no es técnico ni científico; desde tiempo atrás, las facultades de medicina, los centros de investigación y las multinacionales tecnológicas y farmacéuticas, ya han resuelto los problemas de este género. Hoy lo que se aprecia es una gran debilidad gerencial que impide el logro de los objetivos corporativos, porque los problemas administrativos y operativos superan los esfuerzos y voluntad de quienes están a cargo de la organización.

El gobierno nacional creyó equivocadamente, que brindando a los médicos algunos conocimientos sobre gerencia hospitalaria a través de especializaciones de un año, donde apenas se alcanza a dar algunos brochazos sobre la materia, ya estaban listos para desempeñarse con eficacia en el manejo de las entidades y lo que vemos en muchos casos, es que se sigue manejando las empresas a punta de sentido común, donde prevalece las decisiones subjetivas basadas en el “yo pienso”, “yo opino”, “ a mí me parece”, o sea en forma totalmente alejada del enfoque gerencial. Creyó el gobierno nacional que el direccionamiento estratégico de las organizaciones, depende de las personas, sin entender que son más determinantes los procesos y los modelos operativos que se apliquen. En el mejor de los casos, las ESE aplican enfoques gerenciales calcados de la empresa privada, lo cual, por el contrario, agudizan más el problema por la impertinencia del esquema.   

Las ESE son empresas doblemente públicas: uno, porque el objeto de trabajo o sea la salud, es un asunto público; y dos, porque el propietario de la empresa es el Estado; por ello, lo apropiado es la aplicación de modelos de gerencia pública diseñados de manera particular para las especificidades de la organización, pero aplicando los principios teóricos de la microgestión pública. Para no ir más lejos, veamos un ejemplo: como gran hazaña, algunas aplican el enfoque del Plan Estratégico que parte de un DOFA, pero que fue creado para fábricas de productos tangibles de carácter privado y para empresas mercantiles que deben salir al mercado a competir con sus similares, situación muy diferente a la de las ESE, mientras existen otros enfoques de planificación institucional más adecuados a este tipo de empresas. En la mayoría de los casos, los DOFA son mentirosos. Así mismo ocurre con el modelo operación, que en su mayoría se concentra en la aplicación de los protocolos de atención que manda el gobierno desde Bogotá, con procedimientos rígidos y cuyo trasfondo encierra la política sectorial con sustento financierista y sin valor humanista; e igualmente las estrategias de marketing, que imitan los esquemas privados y no se ajustan al paradigma público. Parece que los protocolos del Ministerio son elaborados, más para aumentar las ventas de las multinacionales tecnológicas y farmacéuticas, que para sanar las enfermedades.

Ahora bien, si en tiempos de normalidad, estas empresas prestadoras del servicio de salud estaban sufriendo por todos estos motivos, con el agravante de los golpes que las aseguradoras les dan como efecto del sistema de la Ley 100, ahora, con la aparición de la pandemia del Covid-19, sí que es cierto que la situación se agravó, porque las fallas son estructurales y las empresas no tienen la capacidad de dar respuesta pragmática, pertinente y flexible, a los cambios en el entorno, como lo exigen las situaciones emergentes. Como quien dice, las cogieron fuera de base y a última hora están dando pataleadas de ahogado para salir del embrollo de la mejor manera posible, pero que de todas maneras no es la más adecuada para atender el reto que el virus impone a todos los actores, estamentos y sectores de la sociedad, profundizándose de esta manera la crisis de las ESE.

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