miércoles, 1 de julio de 2020

CALLADITO DE GAVIRIA

Se hizo popular el apelativo de la “calladita”, haciendo referencia a la magistrada que ocultó información de interés público; y últimamente se armó un escándalo porque la vicepresidenta calló durante muchos años una tragedia familiar. Entonces como ya está de moda el tema, bien vale recordar algunos datos que el sepulturero del glorioso Partido Liberal y padre del neoliberalismo en Colombia, ha mantenido en secreto durante tres décadas.

Cesar Gaviria está en deuda con el país sobre varios asuntos de interés general que la opinión pública no conoce y que él en su calidad de presidente de la república debió saber. Por ejemplo, no ha dicho Gaviria qué papel jugó el Instituto para la Economía Internacional (IIE) de Washington, que hoy se llama Instituto Peterson, en todos los antecedentes de la Asamblea Constituyente de 1991, ni tampoco ha informado sobre el papel del señor John Williamson que coordinó un proyecto derivado del Consenso de Washington, que según el informe de esa misma entidad, contaba con un presupuesto de 18 millones de dólares. Aún no sabe la opinión pública de dónde salieron los recursos para financiar el movimiento de la Séptima Papeleta. Tampoco sabe la opinión pública qué maniobras se dieron para que la Corte Suprema de Justicia expidiera dos conceptos sobre reforma constitucional, cuando Alfonso López manifestó la imposibilidad de reformar la Constitución mediante Asamblea Constituyente y más adelante, sobre la capacidad de esta asamblea para cambiar totalmente la Carta.

Cesar Gaviria no ha dicho quien le recomendó a Rudolf Hommes para el cargo de Ministro de Hacienda, justamente, el único colombiano que participo en el Consenso de Washington, auspiciado y financiado por el IIE, y tampoco nos ha informado por qué este mismo organismo, cuyos recursos principales recibía en ese tiempo de los fondos de inversión con importante participación de Rockefeller, según publican en su página web, cubrió los gastos para que en 1993 fueran a la capital norteamericana a recibir la cartilla neoliberal, un numeroso grupo de funcionarios de su gobierno, quienes a finales de ese año llegaron a Colombia a presentar los proyectos de ley que hoy tienen destruido al país y en grave situación de descomposición social.

No ha explicado todavía por qué y cuál era el significado de su famosa frase en el discurso de posesión “bienvenidos al futuro”, un futuro que hoy es presente y que ya conocemos. Tampoco ha dicho el significado de la famosa autonomía del Banco de la República, cuando vemos que hoy ese organismo tiene lazos de dependencia muy estrecha con el Banco de Pagos Internacionales (BPI) con sede en Basilea Suiza, mientras el gobierno no dispone del instrumento apropiado para afrontar la grave crisis de las finanzas públicas. Debe informar Gaviria, cuáles eran los compromisos con el IIE sobre cambio de la Constitución, derogando el Estado del Bienestar, que había sido víctima de cruentos ataques y desprestigio de parte de los especuladores internacionales del dinero aglutinados en los fondos de inversión.

También hay gente que piensa, que Gaviria sabe sobre quiénes son los verdaderos autores intelectuales de la muerte de Galán; pues no creen que un narcotraficante llegue al asesinato de un virtual presidente por un motivo irrisorio. En cambio esta corriente considera que el cambio de tipo de Estado sí justifica un crimen de esa magnitud, resaltando que Galán no iba a prestarse para destruir el Estado Interventor-Benefactor, que él tanto defendió, para instaurar el Estado neoliberal que se impuso en 1991.

Pero el mayor interrogante que hoy nos amarga a los liberales, a los afiliados al Partido Liberal que somos fieles a la plataforma ideológica aprobada por la Constituyente Liberal de comienzos de siglo, es quién le sostiene aferrado a la organización política que encierra la potencialidad suficiente para cambiar el actual establecimiento neoliberal e imponer las políticas pertinentes para solucionar los grandes problemas nacionales. Por eso hoy toca dejar el temor de un lado y aprovechando que el tema del silencio se ha puesto de moda, exponer públicamente el caso del calladito de Gaviria.

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