martes, 28 de enero de 2020

LA UTILIDAD DE LA PROTESTA CALLEJERA

Algunos son partidarios de las manifestaciones de inconformidad con el gobierno, mediante actos en las vías públicas, argumentando que históricamente, de esa manera se han logrado reivindicaciones laborales y sociales como la jornada laboral de ocho horas y otras. Y en verdad, antaño fueron muy provechosos, incluyendo el nacimiento del Estado Social en Alemania, por allá en 1890 a través de la Constitución de Bismarck, que el gobierno promovió como efecto de las revueltas de los trabajadores y las clases populares durante la segunda parte del Siglo XIX.

Claro, en ese tiempo las condiciones eran diferentes: era otro momento histórico, otra modalidad de capitalismo, otro tipo de Estado, otros avances tecnológicos, otras élites de poder económico, otro significado del aparato productivo, otras relaciones económicas internacionales y en el caso alemán, otra posición en las relaciones norte-sur, como hoy en Francia, que le permiten al país menor grado de dependencia frente a las fuerzas de dominación internacional.

Pero hoy en Colombia las circunstancias son diferentes, de manera que los alcances de este fenómeno de masas tienen serias limitaciones. El argumento de la lucha popular, en esa época, se sustentaba con la crítica al sistema económico y a la necesidad de cambiarlo, lo cual solo era posible mediante la violencia, por la resistencia de la clase dominante; mientras hoy, no se trata de cambiar el sistema, sino de desmontar una modalidad de capitalismo y unas políticas que atentan contra la dignidad humana y la vida misma, para favorecer fuerzas de poder económico que no están concentradas dentro del mismo país, sino en los centros de dominación global cuya ubicación geográfica es indeterminada.

Ahora, la única forma de alcanzar el propósito de cambio es mediante modificaciones a la Constitución y a la ley, lo cual se hace en el Congreso de la República, por lo cual, más que marchas y protestas públicas, se requiere cambios en el perfil de los congresistas que aprueban los actos legislativos y las leyes. Unos congresistas con ética pública que respondan al interés general y al bien común, no como sucede hoy que dichos sujetos venden su voto al mejor postor, ya sea lobistas o gobierno, sin importarles el daño a los ciudadanos que los eligieron.

Se necesitan cambios en la cultura política para que el elector no vote motivado por el interés individual sino por el interés público, lo cual implica que se debe realizar un proceso pedagógico masivo, que propicie un cambio de conciencia para que se elijan congresistas que representen los intereses del pueblo. Hoy los miembros del Congreso no se eligen democráticamente, sino que ellos mismos compran su elección para ocupar la curul.    

Los estudiantes y sindicalistas, en lugar de estar exponiendo su integridad personal ante la violenta represión del gobierno, violatoria de los derechos constitucionales, deberían armar cuadrillas para hacer un barrido por los barrios y veredas, casa por casa, realizando campañas de educación política que conduzcan al cambio de actitud de los ciudadanos frente a las elecciones. Lo que se necesitan son normas constitucionales y legales contrarias a las que sustentan las actuales políticas neoliberales, por lo cual es momento oportuno para examinar y evaluar la utilidad de la protesta callejera.

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