El capitalismo rentista agrupado en los fondos de
inversión, creyó en los años ochenta que había cogido el cielo con la mano,
porque por fin, después de medio siglo, había agarrado al Estado para colocarlo
a su servicio, reduciendo el papel de este organismo a ser el deudor de ellos y
a cobrar los impuestos para pagarles cumplidamente el servicio de la deuda. Lo
que no pensaron es que estaban matando la gallina de los huevos de oro y ahora,
treinta años después, ya no saben qué hacer para salir del atolladero, por lo
que han recurrido a la extinción de la especie humana, principalmente de los
más pobres.
Pero el principal error, desde el punto de vista del
método científico de la teoría económica, fue haber convertido el dinero en una
mercancía. En época del capitalismo clásico, de carácter empresarial
principalmente industrial, el dinero era un medio de pago y de atesoramiento,
que se utilizaba para realizar transacciones de bienes y servicios, sirviendo
como canal para la distribución del producto social en el escenario del
mercado, que constituye el mecanismo mediante el cual funciona el sistema
capitalista. Y también se utilizaba para acumular el ahorro social, expresado
en capital dinero. Así que la formula universal de los negocios era
Dinero-Mercancía-Dinero, a través de la cual se obtenía ganancias.
Por supuesto, la mercancía tenía este carácter, de ser
demandada en el mercado, por su contenido de satisfactores de necesidades
humanas, su utilidad que llama una corriente de pensamiento o valor de uso como
le llama otra corriente. Lo que imprime la identidad a la mercancía es la
capacidad de satisfacer necesidades humanas, razón por la cual la gente la
compra en el mercado. Nadie compra lo que no satisface una necesidad de
cualquier tipo.
Pero los rentistas, cuyo negocio no es sacar ganancias
de las operaciones con bienes o servicios, sino obteniendo renta de su capital
sin ninguna contrapartida en el mercado de bienes y servicios, por su afán de
diversificar su negocio convirtieron el dinero en mercancía, es decir objeto de
negocios para sacar utilidad, mediante la fórmula Dinero-Dinero-Dinero, en una
operación que el pensador Keynes denominó especulación. No son empresarios sino
especuladores del dinero, que han podido diversificar y ampliar su negocio,
gracias a la ayuda de la microelectrónica que ha permitido el desarrollo y
fortalecimiento del mercado monetario. Compran activos monetarios y los venden
sacando ganancias.
Con ello, la riqueza del mundo se ha venido
concentrando en el sector monetario y el aparato productivo se ha venido
desecando de modo que los ricos especuladores ya no saben qué hacer su capital
y la humanidad ya no sabe dónde conseguir los medios de subsistencia. Por
supuesto, una economía mundial así, está en el aire y navega en activos
monetarios, pero sin los medios reales que permiten cumplir la misión natural
de la economía, la cual está orientada al sostenimiento y conservación de la
especie humana.
Por
esas circunstancias el modelo es insostenible, porque tienen gran acumulación
de dinero pero sin respaldo en el sector real, que es la contrapartida del
dinero. En su afán, los ricos atesoran en lingotes de oro, diversifican las
unidades monetarias virtuales, amplían los canales digitales hasta el punto que
hoy la riqueza se expresa en cifras que aparecen en los monitores de
computador, pero que no tienen respaldo efectivo en bienes o servicios,
exceptuando el petróleo, y con ello garantizando que en un futuro no muy
lejano, se vendrá el derrumbe del
modelo.
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