Recientemente,
la palabra “democracia” ha estado bailando de boca en boca con fines políticos
y en la mayoría de casos con intereses preconcebidos, por lo que a veces es a
favor u otras veces en contra, como ocurre en Venezuela donde el presidente
Maduro para unos está en la democracia y para otros no. Igualmente en Colombia,
donde el presidente Duque fue elegido en unas elecciones que sustentan su
legitimidad, pero que también se cuestiona por dos motivos: por un lado porque
nadie ha contado los votos físicamente como se hacían anteriormente los
escrutinios, sino que obedece a una contabilidad electrónica operada a través
de internet, un medio que es manejado por un gobierno extranjero y controlado
desde su servidor central, que además cuenta con un satélite, lo que no
garantiza la imparcialidad en los resultados. Por otro lado, porque en la
realidad, este gobierno está al servicio de una elite de poder, para quien se
orienta las decisiones.
La
palabra democracia surgió históricamente cuatro siglos Antes de Cristo y fue
introducida en el lenguaje político por los griegos, con significados diversos
pero similares como el caso de Platón, para quien significaba el gobierno de la
multitud, o para Aristóteles para quien significaba el gobierno de la mayoría.
Posteriormente, surge el idioma español y el término se introduce en la jerga
política utilizando las raíces griegas para su significado, cuya etimología se
refiere a demos como pueblo y cratos como dominio o poder.
Pero
hoy es necesario tener en consideración algunas diferencias obligadas para
comprender el fenómeno político. Se requiere hacer la distinción entre la
etimología de la palabra democracia y su utilización como nombre de un régimen
político, ya que en el terreno práctico esta distinción aclara aspectos en la
opinión pública que interfieren el pensamiento de la ciudadanía.
Una
cosa es la etimología de la palabra y otra cosa, muy distinta, son las
características del régimen político que utiliza esa palabra como nombre. El régimen político surge paralelamente con
el nacimiento del Estado Moderno por allá en el siglo 17 cuando se derrumba el
Estado Feudal suyo factor de poder era la existencia de Dios, que fue sustituido
desde 1648 por el fundamento de que el poder viene del pueblo. Así, la
democracia, como régimen político, fue creada en ese tiempo por los ricos para
que gobiernen los ricos en beneficio de los ricos. Por supuesto, con el voto de
los pobres.
El
régimen político democrático de hoy contiene un sistema político que en nada se
asimila a la raíz etimológica del nombre. Es el mecanismo para que el poder
esté en manos de una élite, la que tiene recursos económicos, y donde las
políticas gubernamentales y las políticas públicas, se orientan para su
beneficio de clase. Es un sistema clientelista y, como ocurre en Colombia,
extremadamente corrupto, que juega con la etimología de la palabra que lleva
por título y de manera mal intencionada es utilizado para aberraciones
sociológicas que despistan al ciudadano bajo la manipulación de su conciencia. Es
un sistema donde los cargos de administración del Estado no son ocupados por
mérito, sino como cuotas burocráticas que se entregan a representantes de los
partidos que sustentan el régimen. Por lo tanto, es perjudicial no tener en
cuenta la distinción entre una cosa y la otra, entre la etimología de la
palabra democracia y las características del régimen democrático, que, al no
distinguirse, solo lleva a mantener la confusión de la democracia.
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