Claro que la disminución del caudal de Río Cauca, casi
hasta llegar a cero aguas abajo de la presa de Hidroituango, sería transitorio,
mientras llenaba el embalse. Pero los ecosistemas quedaron alterados y las
consecuencias de aquí en adelante son impredecibles. No se sabe en esa
mortandad de peces que otros organismos biológicos murieron y tampoco se sabe
cómo se afectaron las interacciones de los distintos elementos bióticos y
abióticos, no solo del cauce, sino también en la ronda del río hasta por lo
menos los 30 metros a lado y lado de que habla la ley, para no extender el
asunto, como si la naturaleza se sometiera a las ley. Igualmente, no se conoce
a ciencia cierta los impactos en los otros dos subsistemas que conforman el
sistema ambiental, como son el socioeconómico y el institucional, aunque ya se
ha visto la afectación de las comunidades ribereñas, que son las principales
protagonistas del subsistema socioeconómico.
Lo que está saliendo a flote es que al proyecto no tenía
viabilidad técnica, ni viabilidad ambiental ni viabilidad social; y no sabemos
si tendría viabilidad económica y viabilidad financiera, para opinar sobre todo
el paquete del estudio de factibilidad. La deducción es entonces, que los gestores
del proyecto se apresuraron a ejecutar las obras, más motivados por la
celebración de los cuantiosos contratos, que siempre en Colombia conllevan
coimas y tajadas, que por verdaderamente avanzar en el desarrollo del sector
eléctrico del país. Tremendo porrazo al río Cauca.
Pero otro impacto al Cauca también le dieron las élites que
desde hace más de medio siglo vienen manipulando el sector eléctrico de
Colombia. Ya no al río, sino al departamento. Una vez determinaron la ejecución
de Hidroituango, después de la separación de ISA e Isagen, según dijo el
Gobernador de Antioquia en ese entonces, en 1997 se lanzaron con todo a la
promoción y ejecución del proyecto, arrasando con todos los obstáculos que se
atravesaron. Por el lado de las comunidades, que se opusieron a la obra, duros
golpes fueron asestados según resultados de las investigaciones de los
organismos judiciales. Y por arriba, por el centralismo bogotano,
trascendentales decisiones se tomaron para despejar el camino. Y ahí, este
territorio recibió también un porrazo.
En ese año de 1997, fue descartado definitivamente el
proyecto hidroeléctrico Arrieros de Micay, que era un competidor. Con
argumentos de carácter ambiental no muy convincentes, pues la cuenca del Micay
ya estaba intervenida por fenómenos de colonización, cultivos de uso ilícito y
corredores de grupos armados, a pesar de las bondades hidrológicas derivadas de
la alta precipitación en la zona y de que aguas abajo la población no era
significativa, el proyecto fue enterrado dejando sin competencia a Hidroituango
y con ello la facilidad de canalizar todos los recursos del país hacia el de
gestación de los antioqueños, que desde tiempo atrás vienen manejando a su
antojo el sector eléctrico nacional. Todo proyecto hidroeléctrico genera
impactos ambientales y probablemente la inundación de la biomasa de la cuenca
del Micay hubiera sido de especial cuidado; pero según los acontecimientos a
posteriori, casi podemos estar seguros que los impactos de Arrieros de Micay
hubieran sido inferiores a los de Hidroituango o por lo menos, la mitigación hubiera
sido menos onerosa. Y esto sin considerar el riesgo del derrumbe de la montaña
con presa y todo que los expertos han planteado.
Pero probablemente el afán
de celebrar los cuantiosos contratos de obra y mantener el control de este
importante sector de la infraestructura, pudo más que los argumentos técnicos y
por eso finalmente se terminó dando doble porrazo con golpes al Cauca y al
Cauca.
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