Alguna
vez, hace como tres años, leí un comentario en Facebook que decía “hacer un
acuerdo de paz en Colombia es como bañar y perfumar un gamín bogotano”, lo cual
me pareció muy curioso y además de recordarme la famosa frase del diputado
antioqueño sobre “perfumar un bollo”, me hizo pensar sobre el pesimismo de su
autor y la osadía de hacerlo público en una de las llamadas redes sociales.
Pero viendo hoy lo que está haciendo la oligarquía colombiana, principalmente
el ala de la extrema derecha neonazi, y sus representantes en el aparato
legislativo, no queda otra alternativa que reflexionar sobre la frase.
Si
repasamos la historia del Colombia a partir de 1819, la que nos enseñaron en el
colegio en los años sesentas, vemos que el eje principal de la narración
histórica es la secuencia de guerras y enfrentamientos internos entre
diferentes grupos de colombianos que siempre se agrupan en torno a un paquete
de intereses y querían derrotar a los otros, recurriendo a los métodos
violentos, de modo que el conflicto y la confrontación se han vuelto el común
denominador histórico.
No
hace falta repasar las distintas manifestaciones violentas del conflicto que
todos conocemos desde nuestra juventud de estudiantes. Desde la noche
septembrina cuando trataron de eliminar a Bolívar, pasando por la revolución
del medio siglo, la guerra de los mil días, la violencia liberal-conservadora
etc., es poco el tiempo de nuestra historia en que la sociedad colombiana ha
vivido en paz.
Por
supuesto, la repetición de hechos de este carácter sembró el patrón cultural
que hoy rodea la conciencia colectiva y polariza la comunidad nacional en dos
bandos; por un lado quienes aspiran, ya aburridos, que las expresiones de
violencia se terminen o, por lo menos
que disminuyan; y por otro lado, quienes motivados por el rencor, el odio, el
afán de venganza y nutridos por el veneno de la intolerancia, se niegan a
aceptar el acuerdo de paz suscrito con uno de los grupos insurgentes, cuya
irrupción histórica en los años sesenta, se sustentó en el legítimo derecho
universal de la rebelión, creado antes de Cristo y consagrado en la Carta de
las Naciones Unidas. Otra cosa es que posteriormente se haya criminalizado y
políticamente se haya torcido.
La
conclusión al ver los hechos políticos actuales con la división de la
oligarquía, es que definitivamente, en Colombia no se podrá recurrir a salidas
negociadas y pacíficas a los conflictos sociopolíticos. ¿Para qué negociar con
el ELN, si va a ocurrir lo mismo? Y lo más grave es que, no solo los ricos se
oponen a los acuerdos, sino que hay una masa de alienados mentales de las
clases pobres, que repiten los argumentos de la extrema derecha neonazi sin
profundizar en la reflexión necesaria para comprender el fenómeno político,
porque ya se ha consolidado un mecanismo de operación automática en la mente que
se extiende por toda la instancia ideológica del país y que tiene generalizada
la cultura de la violencia.
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