miércoles, 13 de diciembre de 2017

EL CARNAVAL DE LA DEMOCRACIA

Con el cierre de la inscripción de listas de candidatos a las corporaciones del Congreso de la República, se vio finalmente el balance de lo que están pensando y deseando los políticos, antiguos y nuevos, y con ello la evidencia de la identidad del régimen político colombiano, que lo conocemos como “Régimen Democrático”, pero que en los rasgos que lo caracterizan no hay ningún parecido entre el sistema funcional que encierra y la etimología de la palabra que lleva por título. Claro puede darse ese lujo de atropellar las bases establecidas por los griegos varios siglos antes de Cristo y obrar con el grado de degeneramiento que hoy presenta, porque así se lo permite la cultura política colombiana, soportada en la alienación mental y el predominio de patrones que imponen el interés personal por encima del interés general y el bien común.

Los delincuentes, o sea quienes están en la cárcel por haber cometido delitos y que son un buen porcentaje de los políticos, siguen tan campantes como si nada hubiera sucedido. Simplemente inscribieron a sus hijos, a sus hermanos, a su cónyuge o a cualquier otro testaferro, pero siguen siendo sus votos cautivos y su dinero de dudosa procedencia, los factores que determinarán la elección y con ello el mantenimiento del poder político desde la cárcel mediante intermediarios o por celular. Los otros, los politiqueros de pacotilla que son la mayoría, también, a repetir curul, como si sus desaciertos y procedimientos antiéticos de los cuatro años anteriores, no tuvieran significado.

De nada ha valido la amplia difusión a través de las llamadas redes sociales ni en los medios de comunicación, donde se ha dicho y reiterado sobre las conductas violatorias de la ética pública y de la más elemental moral de la humanidad. Parece que a la sociedad le entra por un oído y le sale por el otro, si vemos las fotos en la prensa del grupo de aduladores y lagartos que acompañaron la inscripción de los aspirantes.

Por lo visto, en las próximas elecciones muy poco o casi nada cambiará. Seguirá el manejo del Estado, que se realiza a través de leyes, en manos de personas que van a los organismos de decisión, no motivados por el servicio a la comunidad y el bienestar del país, sino impulsados por sus apetitos económico y de poder que les permite una práctica mafiosa en el seno del régimen político.

La política, que debería ser el mecanismo con el cual la sociedad promueve el desarrollo de sus procesos de mejoramiento de las condiciones de vida, se ha convertido en un mercado de negocios donde las transacciones de los recursos fiscales es el centro de la operación y el tráfico de conciencias para sustentar los mecanismos de dominación, son las acciones mercantiles que predominan en el escenario donde la dignidad de la participación se ha convertido en el carnaval de la democracia. 

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