Por allá en los siglos 17 y 18, los
ricos europeos (manufactureros, financistas y comerciantes) todos plebeyos,
inventaron un régimen político de su conveniencia, para lo cual desempolvaros
la palabra “democracia” que había
sido utilizada por los griegos como sistema de gobierno varios siglos antes de
Cristo, en época de Pericles. Por supuesto, el régimen de ahora, para el Estado
Moderno, se diferencia substancialmente del de los griegos por lo cual le colocaron
el apellido “representativa”. Desde entonces y como ahora, la democracia ha
sido el gobierno de los ricos para beneficio de los ricos, pero, por supuesto,
con el voto de los pobres.
La inepta y corrupta oligarquía
colombiana siempre se ha ufanado de la democracia de este país. Vociferan a los
cuatro vientos que es necesario proteger el régimen y ahora, utilizan el caso
de Venezuela para argumentar su defensa. Pero no dicen nada cuando en el siglo
pasado los dos partidos tradicionales cerraron las opciones de participar a
otras organizaciones políticas, ni dicen nada ahora, cuando los aspirantes más
cercanos a la presidencia y quienes controlan los órganos de poder, son hijos o
nietos de los mismos que hoy están con las mismas. Las corporaciones legislativas
y las administrativas territoriales, integradas supuestamente por
representantes legítimos del pueblo, operan viciadas en las decisiones que
condicionan a prebendas y beneficios personales: casi ninguno vota gratis, por
lo cual el gobierno solo puede adoptar políticas, siempre que reparta
mermelada.
Ahora la oligarquía, aun dividida,
firmó un acuerdo con el grupo guerrillero Farc, que pidió entre los
compromisos, apertura democrática para participar en procesos que durante más
de medio siglo les cerraron a ellos y a otros grupos que han estado por fuera
de las élites de poder como la UP y, hoy Gustavo Petro, a quien, por todos los
medios, tratan de frenar para que no avance en la conquista del gobierno. Henry
Acosta Patiño, el facilitador del diálogo con las Farc, distribuyó por las
llamadas redes sociales un mensaje quejándose por el incumplimiento del
gobierno en los compromisos del acuerdo sobre la participación de dicha
organización en la actividad política, en razón a la telaraña de instancias que
enredan las decisiones.
Y lo más preocupante es que, en el
concierto Latinoamericano, el régimen político colombiano está mal posicionado,
según se aprecia en la lectura del Índice de Desarrollo Democrático que publica
la organización Polilat de Argentina con el auspicio de la Fundación Konrad
Adenauer de Alemania. En 2016, Colombia ocupó el puesto 13 entre 18 países con
un puntaje de 2,98 sobre 10,00 posibles. Entre los cinco países que superó,
están Venezuela y Nicaragua. En dicho
informe se aprecia también, que en materia de derechos político y libertades
civiles, Colombia sólo tiene debilidades y ninguna fortaleza, lo mismo que en el
campo de la calidad institucional y la eficiencia políticas, concluyendo que “pasa a calificar como país con mínimo desarrollo
democrático” y en el análisis del período 2002-2016, solo se ven los tumbos
de la democracia.
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