En época del capitalismo empresarial con el enfoque de desarrolló
exógeno, soporte keynesiano y economía cerrada, hace más de medio siglo, las
cooperativas tuvieron más difusión y recibieron más apoyo de parte del gobierno,
que ahora, cuanto tenemos el capitalismo rentista con enfoque de desarrollo
endógeno, soporte neoliberal y economía abierta. Justo, cuando las bondades del
pensamiento cooperativo ofrecen más utilidad y beneficios, no sólo para las
clases populares, sino para la economía nacional en general, que las reglas
operativas de la globalización han llevado a la situación que hoy afronta, con
alto nivel de desempleo y recesión.
Pero todo depende del gobierno, quien debe adoptar una adecuada política
pública para este sector, que incluya instrumentos de políticas fiscal,
monetaria y cambiaria, medios de fomento, estímulo y apoyo, y en general los
recursos de fortalecimiento que sean apropiados bajo las condiciones sociales
colombianas, con su cultura y su economía.
En materia de desarrollo endógeno, desde hace un cuarto de siglo se
viene agitando el discurso de los emprendimientos como medio para generar
empleo y fortalecer la base económica; pero varios estudios hechos por
universidades muestran que sólo el 10 % de las microempresas creadas con la
dinámica del emprendimiento, han superado los primeros cinco años y se han
consolidado como verdaderas empresas. El restante 90 % ha sido pérdida de
esfuerzos y recursos de capital desperdiciados. La razón principal, entre
otras, es que, en una economía abierta y globalizada, la competitividad solo se
logra con grandes capitales acumulados que permitan la fuerza suficiente para
navegar en la turbulencia del mercado, además de otros factores de política que,
justamente, el gobierno no les ha aportado a las microempresas resultantes del
emprendimiento.
Las cooperativas permiten, en el marco de la democratización económica,
aglutinar grandes capitales en un solo esfuerzo empresarial, que suma grandes
volúmenes de energía social convirtiéndose en una fábrica de capital social,
donde la persona está por encima del capital y con ello, la fortaleza necesaria
para afrontar la lucha en el mercado que en este caso no solo es contra las
grandes empresas nacionales sino contra las multinacionales y transnacionales
que dominan el mercado global.
El Acuerdo de Paz incluye un compromiso con el cooperativismo, que
ojalá el gobierno cumpla, para crear y fortalecer principalmente las
cooperativas de producción y de comercialización; pues las de crédito se han
fortalecido solas. Pero si el centralismo bogotano no formula e implementa una
política pública dentro del contexto del desarrollo endógeno, que obligue la
contribución de los gobiernos territoriales, no será posible avanzar en este
campo de la economía y organización social, tan pertinente en la actual
coyuntura económica y entonces, Colombia terminará desaprovechando de manera
irracional el alcance de las cooperativas.
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