Revisando
los libros de historia se da uno cuenta de que la historia colombiana es
principalmente la crónica de las guerras. Desde los inicios de la república,
cuando se enfrentaron los partidarios de Bolívar con los de Santander, que
incluye el famoso suceso de la noche septembrina. Luego viene una secuencia de
guerras internas en el país por diferentes motivos y circunstancias, pero
siempre los conflictos acompañados de manifestaciones de violencia, hasta que
el Siglo XIX se cerró con la tan mentada Guerra de los Mil Días.
Luego
vino el Siglo XX y aquí, se destacan dos períodos significativos. La primera
mitad con enfrentamientos entre los partidos liberal y conservador, que según
se deduce solo los distinguía la diferencia del rojo y el azul, y la segunda
mitad que se caracteriza por el enfrentamiento entre las fuerzas del Estado y
la guerrilla, en un principio revolucionaria basada en el derecho a la rebelión,
que luego se criminalizó y degeneró el enfrentamiento. Parece que la historia
de este siglo se terminará con la crónica de los acuerdos de La Habana y Quito.
Si
se sigue la tendencia histórica, tendríamos que, lamentable y tristemente,
esperar los términos y condiciones de los fenómenos del Siglo XXI, que apenas
lleva dieciséis años y faltan ochenta y cuatro, y que, con lo que estamos
viendo hoy en la polarización alrededor de los acuerdos con las Farc, se deduce
cuáles serán las fuerzas en conflicto durante las próximas décadas.
El
uribismo por un lado y los antiuribistas por el otro, le están dando visos al
enfrentamiento con rasgos de sumo peligro. Son posturas radicalmente opuestas y
rígidas, con imputaciones al contradictor sustentadas en cargos hirientes, que
difícilmente lograrán sanar. Se ven claramente las tendencias políticas que se
pueden ubicar, como en la Asamblea Constituyente de la Revolución Francesa, a
la derecha y a la izquierda. Por un lado, se aprecia la postura claramente
neoliberal que hoy domina el mundo, y por otro lado una tendencia difusa que no
muestra precisión en la postura política pero que deja ver con claridad que
neoliberal no es. Es curioso; se evidencia más un enfrentamiento alrededor de
un caudillo, que un debate conceptual sobre las propuestas de fondo en el campo
político.
De
todos modos, lo que se ha sembrado y está germinando, es un enfrentamiento que
cambiará sustancialmente el carácter del régimen político colombiano. Ya no
será pensando en la revolución socialista, ni en el socialismo clásico del
Siglo XX ni el Socialismo del Siglo XXI, pero sí está mostrando dos tendencias
radicalmente diferenciadas sobre cómo se debe afrontar el manejo del Estado
dentro del sistema capitalista. Después de que el modelo neoliberal se
derrumbe, lo cual ya está en proceso, se verán los efectos que, ante el fracaso
del nuevo orden mundial, que también se está frustrando, dejará gestar un nuevo
conflicto sociopolítico que en la historia de Colombia marcará, y ojalá me
equivoque, la identidad de la violencia del Siglo XXI.
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