En
estos días estuvo por acá por esta región el hijo de Gaviria, delfín quien hoy
ocupa el cargo de Director del DNP, y de sus intervenciones en público se
deduce que hay preocupación en ese organismo por los resultados que hasta hoy
se han dado en la ejecución territorial de los recursos del sistema de
regalías. Se esperaba que cuando se cambió el sistema, con reforma
constitucional y todo, dichos recursos contribuyeran sustancialmente al
desarrollo territorial en zonas donde el antiguo sistema no había tenido una
presencia relevante; pero según las palabras del funcionario, los logros
obtenidos causan más preocupaciones que satisfacciones.
Ya
antes habíamos señalado las deficiencias en materia de gestión de proyectos que
existe en Colombia, lo que ha afectado la ejecución de estos dineros; pero
además de la débil gestión, que se manifiesta en todos los campos de la
administración pública, hay otros factores que repercuten en los resultados del
sistema de regalías. Se esperaba que, con la nueva asignación territorial de
los dineros, los departamentos contaran con fuentes adecuadas para financiar
inversiones de desarrollo; pero lo que hasta hoy se ha visto es que el, todavía
nuevo, sistema de regalías se ha convertido en la piñata de la fiesta de los
políticos locales. No se han favorecido las regiones sino los políticos,
quienes han convertido estos fondos en su fuente de nutrición electorera y,
según las investigaciones que avanzan en los organismos de control, también en
mecanismo para alimentar sus finanzas personales con procedimientos corruptos.
Las quejas contra los gobernadores no se han hecho esperar, mientras las
comunidades siguen afrontando serias necesidades; y muchas expectativas sobre
el desarrollo aún se mantienen carentes de respuestas pertinentes.
A
pesar de que en la normatividad legal se introdujeron los instrumentos para
asignar recursos con criterios técnico y aunque introdujeron el centralista
filtro del DNP, las aberraciones de los gobernadores han sido superiores que
los controles normativos y cuantiosos recursos se han asignado a proyectos de
bajo impacto territorial; otras sumas, estando aprobadas, no se han ejecutado;
varios proyectos han sido elefantes blancos y otros muestran su tendencia al
fracaso apenas comenzando su operación. El balance positivo es porcentualmente
bajo respecto a la cuantía de las cifras asignadas.
Con
todo esto, la consecuencia es el fortalecimiento del centralismo bogotano, que
está destruyendo a Colombia, y que con el caso de las regalías refuerza el
argumento de que a las administraciones territoriales no se les puede dar
funciones y competencias porque son inmaduras y por ello son ineficientes e
ineficaces, sin tener en cuenta que el mal que adolecen las regiones es la
voracidad de los politiqueros que con sus artimañas electoreras se hacen elegir
en los cargos de decisión y por supuesto, la existencia de una cultura política
que sostiene el mecanismos por su inapropiada partición en política, razón por
la cual continuaremos por mucho tiempo viendo
el bajo impacto de las regalías.
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