En la vida quien da papaya tienen que asumir las
consecuencias, como le está sucediendo a Santos con el tema de La Habana, donde
por culpa de sus malos asesores en publicidad, ahora los uribistas lo tienen
arrinconado por el alto riesgo en la votación del plebiscito.
Los uribistas
han sido más efectivos: siguiendo al pie de la letra la escuela de Goebbels, el
ministro de propaganda de Hitler, montaron una estrategia publicitaria con
frases efectistas basadas en sofismas y la distorsión de la verdad, pero
certera en los golpes de opinión que aplican llegando al meollo de la
conciencia ciudadana. Por su parte y a pesar de la conveniencia de aplicar el
mecanismo de resolución pacífica de los conflictos mediante el diálogo y
concertación, no obstante de las bondades de los acuerdos realizados con las
Farc que abren la puerta y crean condiciones para corregir deficiencias
estructurales en materia de democracia participativa y gestión del desarrollo,
la opinión pública se inclina en contra de los acuerdos.
La primera falla del gobierno es pretender meter en
la cabeza de la gente que los acuerdos son la paz, cosa que todo el mundo sabe,
no se logra con la firma de un simple acuerdo. Los asesores en publicidad
desconocieron que el demonio para la opinión pública son las Farc y que los
acuerdos no traerán la paz pero si harán desaparecer a ese grupo guerrilleo.
Probablemente si el eje publicitario se hubiera enfocado a mostrar este
beneficio de desaparición del grupo insurgente, tal vez el efecto hubiera sido
diferente.
De otro lado, el enfoque trasladó un suceso de gran
importancia social al terreno de lo electoral y en este escenario ha sido
absorbido por los mecanismos tradicionales de todas las elecciones. Hoy el
debate gira, igual que cualquier elección de los últimos años, a la mecánica
mercantil de conseguir votos a como dé lugar, sin conciencia y a expensas del
mejor postor. Es casi seguro que la gente votará sin conocer a fondo la
trascendencia de la elección y la importancia que tiene para la historia
nacional.
Ahora
ya no hay tiempo de llorar. La ventaja que le ha sacado el uribismo con su
estrategia es considerable y en esta pelea interna de la oligarquía colombiana
quién pagará los platos rotos será todo el conglomerado social, siendo los
golpes más duros para los de abajo como siempre, al perderse la oportunidad de
desarrollar un proceso de construcción de país bajo otros patrones de
organización y participación social y otros mecanismos para implementar un
proceso de desarrollo con mejores condiciones para el aprovechamiento de los
factores endógenos, todo por un inadecuado manejo de la estrategia política que
hoy tiene al gobierno metido en un embrollo por culpa de sus mismos asesores que
por una inadecuada interpretación de la realidad política y cultual del país,
terminaron dándole oportunidad a los opositores para que salieran adelante y
hoy cuando es bastante tarde, tenemos que lamentarnos de la papaya de Santos.
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