El
postconflicto es una palabreja que sin tener suficiente claridad sobre su
significado, ya se incrustó en el seno de la opinión pública y en ese ir y
venir por los senderos de la mente humana, ha creado grandes expectativas en la
comunidad nacional de modo que hoy la gran mayoría de la gente habla de ello,
muchas veces sin tener gran interés por el tema, como ocurre en un alto
porcentaje de la ciudadanía del estrato uno en los centros urbanos, a quienes
nunca encuestan las empresas especializadas ni por teléfono ni mucho menos
personalmente, y que ni les va ni les viene ni la guerrilla ni el proceso de la
Habana.
Pero de
todos modos, el tema aun sin profundizar en su significado, ha creado grandes
expectativas porque la prensa habla de las grande sumas de dinero que
circularán bajo ese proceso, aunque tampoco se sabe a ciencia cierta ni de
donde saldrán los recursos ni cuáles serán los conceptos del gasto; pero cuando
se trata de dinero la gente se ilusiona. Lo que sí es cierto es que para dar
cumplimiento a los acuerdos firmados con la guerrilla será necesario crear unos
escenarios de intervención social en los procesos públicos que sin duda,
crearán condiciones favorables al fortalecimiento de la democracia, de la que
también todo el mundo habla, pero que en la realidad poco se aplica si se
tienen en cuenta el contenido etimológico del concepto.
Los nuevos
escenarios de participación implican, por supuesto, nueva organización social,
la cual hoy es muy débil. Hoy no se cuenta con la organización social adecuada
para ejecutar los cambios que los acuerdos proponen. La comunidad está dispersa
y sin el liderazgo pertinente y solo gira en torno a la sociedad comunal, que
también está desprestigiada, en manos de los políticos y sin la suficiente
fuerza para motivar las bases sociales y así superar esa apatía generalizada
que ahoga la sociedad colombiana.
Hace
falta por lo tanto, la construcción de un nuevo liderazgo no personal sino
colectivo y una nueva forma de organización que aglutine a la sociedad civil y
conforme una fuerza objetiva y neutral que sobreponga el interés general sobre
el particular y se convierta en el componente social que conjuntamente con los
organismos del Estado, diseñe y construya políticas públicas que respondan a
las expectativas del cambio que se espera lograr con la inserción de la
guerrilla en la vida civil. Una fuerza que tenga la suficiente organización y
la potencia necesaria para liderar procesos sociales y sentarse codo a codo con
el Estado a concertar sin dejarse imponer, las políticas de transformación que
tanto necesita el país. Pero eso sí, lo que está debidamente comprobado y
evidenciado, es que después de firmados los acuerdos con la guerrilla y conociendo
la conducta de los partidos existentes y sus dirigentes, para disminuir el
riesgo de fracaso no se puede dejar el postconflicto en manos de los políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario