Ahora
que se acerca el 9 el febrero y que el caso del joven periodista radial de
Medellín levantó polvareda, bien vale la pena retomar un tema que hace más de
quince años se discutió en las esferas institucionales pero que luego, durante
los últimos años, ya no se ha vuelto a comentar y que tiene relación con el
periodismo, aunque muy poca con los periodistas.
Desde
1991, cuando se introdujo por vía constitucional la Democracia Participativa
acompañada del Modelo de Estado Gerencial para la gestión de políticas, ya no
gubernamentales sino públicas, se gestó la necesidad de incorporar al andamiaje
institucional la modalidad de comunicación social más adecuada a los
requerimientos de la gobernanza. Por esa época y sigue siendo igual, los
gobernantes acostumbraban y aun lo hacen, a tener un “jefe de prensa” que se
encarga de las relaciones con los medios de comunicación masivos
convencionales, casi todos de corte mercantil, para efecto de hacer propaganda
a la labor gubernamental y mantener en
alto nivel la imagen del funcionario en la opinión pública. Pero eso no es lo
apropiado en la democracia participativa.
En
1998, desde la Presidencia de la República y con la participación de las
facultades de comunicación de las universidades Javeriana y de La Sabana, se
adelantaron eventos que destacaron la necesidad de desarrollar paradigmas y
modelos de comunicación que permitieran acompañar la gestión de políticas
públicas en los tres escenarios donde se requiere una adecuada comunicación
social: al interior del Estado, en el seno de la sociedad civil y en la
relación Estado-Sociedad, que es donde se concreta la gobernanza. Pero todo
quedó igual.
Una
cosa sí quedó clara en los debates de esa época: los medios masivos
convencionales no son los más adecuados para incorporar el instrumento
comunicativo en la gerencia pública; pues su dependencia frente a la pauta
publicitaria para garantizar el financiamiento, les impide inscribirse de
manera contundente en el servicio de la gestión pública. Por supuesto con
excepciones.
Ahora
que por razones de la terminación de la confrontación armada con los grupos
guerrilleros, que aunque no propiamente traerán la paz a Colombia, sí permitirá
un nuevo escenarios en las relaciones Estado-Sociedad y al interior mismo de la
sociedad, nuevamente surge la necesidad de desarrollar instrumentos de
comunicación que faciliten la gerencia pública. No es posible hacer gerencia,
ni privada ni pública, si no se cuenta con los medios de comunicación adecuados;
y más aún, cuando la gerencia pública es multiorganizacional, diversa,
heterogénea y navega en el caos de la complejidad. Corresponde por ello a las
facultades de comunicación, apartarse de los paradigmas que se inventan en
Estado Unidos sobre este tema y de manera pragmática y pertinente proponer
modelos de comunicación para la gestión pública.
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