martes, 26 de enero de 2016

LOS CRÍMENES SOCIOAMBIENTALES

Desde cuando se conoció el estudio de la Estructura Ecológica Principal de Popayán que realizó la firma payanesa del Ingeniero Oscar Calvache para la administración municipal anterior, en varias ocasiones hemos hecho referencia en esta columna a los méritos del paisaje urbano de la ciudad y a la subvaloración que se percibe en los distintos estamentos de la comunidad local. Este paisaje, compuesto por elementos naturales y culturales, es un patrimonio público que mucho puede contribuir al mejoramiento de la calidad de vida de los residentes y a la atracción de flujos de turistas de otros lugares, contribuyendo así al fortalecimiento de la base económica local. Se sabe de países, como por ejemplo Suiza, donde el paisaje es un importante factor de ingresos por el flujo de turistas de toda Europa que acuden allá a satisfacer sus apetitos visuales.

Uno de los elementos de este patrimonio público era la plantación forestal existente al occidente, a lado y lado de la variante de la carretera Panamericana. No solamente contribuía a la riqueza paisajística urbana, sino que además, servía de albergue a especies animales voladoras y por supuesto, aportaba a la absorción de carbono, ambas funciones ecológicas propias de todas las plantaciones vegetales que se debe valorar independientemente de la magnitud de su contribución.

Pero, lo que hemos visto en los últimos días ha sido la tala del producto forestal, o sea la destrucción de este activo ambiental. Muchos dirán que eso era un cultivo comercial privado y que sus propietarios pueden hacer con ello lo que quieran. Pero también hay voces que resaltan la función social de la propiedad privada consagrada en la Constitución Política y otros que destacan la creación de la gerencia pública, que precisamente, ofrece instrumentos de gobernanza con el fin de que el Estado pueda negociar y concertar con los particulares el uso y orientación de los bienes públicos y comunales cuando estos están privatizados. Pero la ineptitud, ignorancia o politiquería de los funcionarios de la CRC y la administración municipal anterior, no les permitió dimensionar adecuadamente el asunto, ni manejar los instrumentos de gestión administrativa disponibles para regir los procesos privados hacia fines de interés general y beneficio público.

Ahora sólo quedan las lamentaciones colectivas y por supuesto, los efectos que se generarán tarde o temprano por la desaparición de esa riqueza pública privatizada. Después de ojo sacado no vale Santa Lucía, pero muchos otros casos del patrimonio ambiental municipal están corriendo el mismo riesgo sin que haya un doliente institucional que intervenga preventivamente antes de que en el municipio se siga cometiendo los crímenes socioambientales. 

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