Desde
cuando la Oficina de las Naciones Unidas contra la droga y el delito (UNODC)
publicó en julio de 2015 el informe de monitoreo a los cultivos de uso ilícito
en Colombia en el que se muestra un incremento de las áreas sembradas del 44 %
durante el último año del estudio, pusieron el grito en el cielo los uribistas
y desde entonces vienen despotricando en contra del gobierno Santos. Mejor
dicho les dieron papaya para, junto con el Procurador Ordóñez, vociferar los improperios
de costumbre en contra de la negociación con las Farc. Dicen que es por culpa
de las políticas del gobierno Santos, quien está favoreciendo el narcotráfico
de la guerrilla; pero ocultan una de las verdaderas causas de la siembra, que
se asimila también a la expansión de la minería ilegal, otra actividad que se
ha vuelto dolor de cabeza para el gobierno.
El
mecanismo instintivo que la naturaleza propicia para la conservación de la
especie, genera conductas económicas en los individuos conocidas desde el
origen mismo de la economía. La ley natural es implacable y no hay leyes ni
reglas sociales que valgan. La situación de desempleo, pobreza y falta de
instrumentos para aprovechar las oportunidades de vida, impulsa a las personas al
rebusque dentro de lo que se puede denominar “la economía del instinto”.
Las
zonas de minifundio y economía campesina totalmente desconectadas del mercado,
lo mismo que los parajes donde se concentra la dotación de minerales valiosos,
son medios apropiados para encontrar recursos de subsistencia, cuando existen
en Norteamérica y Europa mercados de consumo donde pagan altos precios; y con
ello se propicia la creación de canales de comercialización, aunque los lugares
de producción estén muy apartados. Los jóvenes de los países ricos son
consumidores de droga e igualmente los ricos de esos países han expandido la
demanda de oro que ahora compran para atesorar, debido a los riesgos de
acumular capital utilizando las monedas fuertes como el dólar y el euro. Con el
aumento de esa demanda los precios del metal se han elevado tanto que justifica
el negocio de la explotación a como dé lugar.
No
hay otros productos que tengan mejor solución de comercialización en las
regiones apartadas, como para sustituir los ilegales. Por ello tampoco existe
otro medio de subsistencia más expedito para las comunidades abandonadas. En la
actividad agrícola imperante en las zonas de minifundio y economía campesina,
solo dos productos tienen solución de comercialización fija: el café y la coca.
Pero el café tiene su franja territorial apropiada y requiere de la
infraestructura de mercado desarrollada. Por otro lado, si el precio del oro no
se hubiera elevado tanto, no sería objeto de la economía del rebusque.
Independientemente
de las políticas del gobierno, mientras existan demanda y altos precios en
Europa y Norteamérica y sigan viviendo grupos humanos en extrema pobreza y sin
opciones de subsistencia, la ley natural sobrepasará a la ley jurídica y
siempre seguirán presente los cultivos y la minería ilegales.
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