martes, 9 de febrero de 2016

LOS PRECIOS DE LOS ALIMENTOS

El fin de semana pasado la confrontación fue entre el Ministro de Agricultura y los empresarios de los supermercados apoyados por sus gremios. El Ministro se aceleró en sus declaraciones a los medios masivos bogotanos afirmando que la inflación en los alimentos era por culpa de las cadenas de supermercados y ahí fue Troya. Hasta el presidente le haló las orejas; pues se metió nada menos que contra multinacionales y grandes empresarios nacionales que hoy controlan estas cadenas que cubren un alto porcentaje del abastecimiento alimentario del país. El lunes tuvo que echar reversa el hijo de papi Iragorri.

Pero la metida de pata del hijo de Iragorri no fue la noticia. Pues no es noticia que un perro muerda a un hombre. Lo que llama la atención es que el Ministro se refirió a la actual situación de la estructura de comercialización de alimentos en Colombia, la cual está exactamente igual a lo que era hace treinta años.  Es decir después de tres décadas, el país adolece de las mismas fallas que siempre han estado ahí, que coyunturalmente afloran según las circunstancias, y generan impactos notorios como está ocurriendo hoy cuando el alto precio del dólar y la intensa sequía han propiciado aumento en los precios de los alimentos debido a factores de oferta.

Pero el origen es estructural. Tanto en la producción, como fallas en la estructura de distribución social del producto alimentario que desde los años ochenta del siglo pasado,  Acoabastos puso en conocimiento del Ministerio de Agricultura pero que a este organismo le entró por un oído y le salió por el otro, de modo que hoy, cuando el cambio climático se está haciendo sentir, las consecuencias afloran y, como siempre, los platos rotos los paga el consumidor.

Los supermercados son simplemente un canal de distribución urbana de la canasta familiar, que no cubre la totalidad de la demanda; pues en los centros de consumo hay otros canales también abandonados por el Estado y a merced de su propia voluntad, que a diferencia de los del gran capital, navegan en el mar de la informalidad y la ineficiencia frente a los requerimientos del consumidor. Las plazas de mercado, los tenderos de barrio, los mercafruver, los mercados móviles, etc., en su conjunto, dan mayor cobertura que los autoservicios, principalmente a los estratos populares que no son atendidos por las grandes cadenas cuya localización no se hace por atender a la demanda sino con base en la rentabilidad de la inversión, o sea en los barrios de mayor capacidad de pago.

Lo que debe hacer el ministerio está claro y es ampliamente conocido. Pero ese organismo del alto gobierno, que aplica el enfoque neoliberal, no está para corregir las estructuras y solucionar los problemas, sino para poner su presupuesto al servicio de los políticos y los grupos de poder. De modo que mal hace el ministro de turno en buscar chivos expiatorios cuando la coyuntura se pone grave, si lo que se requiere es adoptar medidas de fondo que mejoren la infraestructura y la superestructura de procesos comerciales, si se quiere mejorar los ingresos de los productores y de una vez para bien de los consumidores aliviar los precios de los alimentos. 

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