Varias
veces lo hemos señalado en esta columna: el modelo socialista no tiene soporte
real porque la presencia del mercado como mecanismo de funcionamiento de la
economía, hasta hora, es el único medio que se ha creado con utilidad práctica,
para imprimir la dinámica obligada al el sistema económico, si se quiere que la
sociedad avance en el desarrollo de la tecnología y la calidad de los
satisfactores que se ofrecen para el mejoramiento de las condiciones de vida.
Los sistemas planificados no crecen y el estancamiento conduce a niveles de
pobreza que desembocan en que sale peor el remedio que la enfermedad.
Es
decir el socialismo, tanto el clásico de Lenin como el del Siglo XXI expuesto por Heinz Dieterich Steffan en 1996,
encierran en su propio seno los factores que lo llevan al fracaso, tanto por el
desecamiento del aparato productivo que la falta de mercado genera, como porque
la propiedad privada de los medios de producción y los instrumentos que los propietarios
disponen para defender su posición y mantener el dominio de la economía,
propician condiciones de deterioro social que hacen insostenible el proyecto
político.
Pero
lo más contundente no son las causas internas. Ahora en el mundo globalizado, no
es simplemente la lucha contra la burguesía nacional sino contra las
transnacionales que conformar una burguesía mundial, lo que constituye el más
fuerte obstáculo para derrotar por parte de quienes intentan montar el
socialismo. Deben afrontar barreras mucho más poderosas que las de comienzos
del siglo pasado, lo mismo que cuando se montó la cortina de hierro como
resultado del reparto del mundo entre las potencias triunfantes de la guerra,
que hizo fácil el establecimiento del bloque soviético.
Hoy
existen fuerzas de poder internacional con suficiente capacidad económica para
cubrir los costos que sean necesarios, de modo solo tardan de 2 a 3 años en
desestabilizar un gobierno que pretenda cambiar el orden establecido por ellos.
Tarde o temprano cae. Propiciar la escasez de la canasta familiar es un método
que no falla, no tanto por la elevada tasa de inflación que se genera, sino
porque aprieta directamente la barriga de la comunidad.
El
derrumbe del modelo de Venezuela estaba cantado desde que comenzó, más cuando
el dirigente planteó un enfrentamiento directo contra el gobierno de Estados Unidos.
Era sólo de esperar un tiempo mientras maduraban las condiciones políticas
derivadas del descontento popular, martilladas por los grandes medios masivos
de comunicación que controlan las poderosas empresas multinacionales, que
diariamente manipulan la conciencia de la gente escondiendo los verdaderos
propósitos de los grupos de poder. Cuando la época de Allende en Chile se propició la escasez de la canasta de
alimentos comprando los inventarios para enterrarlos clandestinamente con muy
buenos resultados; ahora en Venezuela utilizaron tácticas similares tocando
detalles más agudos y que nos muestran que en materia política lo que
verdaderamente existe es el poder del papel higiénico.
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