No
acostumbro a utilizar el espacio de esta columna para hacer referencia a
personas en especial; pero después de 39 años de escribir, antes en El Liberal
y hoy en El Nuevo Liberal, por motivo de la partida de la doctora Hilda
Calvache Rojas he resuelto hacer la excepción. No fui alumno de la doctora
Hilda, pero tuve la oportunidad de enterarme sobre su sabiduría y dotes
intelectuales en el campo del derecho; pero sobre todo, la posibilidad de
conocer sus atributos humanos y altos valores éticos.
Recuerdo
un chiste anecdótico en mi infancia, cuando por la época de navidad, entre
amigos se saludaban y alguno decía: “le
deseo feliz navidad y un próspero calvache ruiz”. Hacía referencia al padre
de Hilda, Oscar y Alvaro, los hermanos Calvache Rojas, un brillante abogado
quien a propósito, también contribuyó a la fundación del Diario El Liberal,
cuyas calificaciones como estudiante de la Facultad de Derecho fueron todas,
absolutamente todas y en todos los semestres, cinco (5,0), atributos que
seguramente heredaron sus hijos, porque también Oscar, el Ingeniero, sacó
premios en el Liceo Humboldt y se destacó en la Facultad de Ingeniería. También
recuerdo el paro que a comienzos de los años sesenta y recién nacionalizado el
Liceo Universitario, lideró Álvaro Calvache, quien ya en sus épocas juveniles
se destacaba como dirigente.
Varios
artículos se han publicado en estos días como homenaje a la doctora Hilda, sin
duda, muy merecidos, todo dentro de la costumbre colombiana de resaltar
calidades humanas cuando la persona ya nos ha abandonado. Menos mal que el Alcalde
Fuentes reconoció su labor aun cuando ella estaba en vida. Pero es un tema que
se debe reflexionar porque existen varias personas en esta región que poseen
méritos importantes por sus servicios a la sociedad, sus aportes al
conocimiento o sus contribuciones al interés público, a quienes la comunidad no les ha reconocido su valor,
salvo que sea artista o deportista. Es un cambio cultural que se debe
considerar hacia las nuevas generaciones porque constituye un estímulo y
aliciente para motivar la producción intelectual y los aportes al bien común.
Hoy cuando la doctrina económica ha creado el
concepto de “Economía Naranja”, que no es otra cosa que la “economía creativa”
cuya fábrica es el intelecto, que inserta en la economía el talento y la
creatividad, es el momento oportuno para introducir mecanismos que permitan
relievar atributos humanos diferentes a los tradicionales de la ciencia y la
tecnología y que se refieren a condiciones personales que requieren espacios de
expansión y estímulos para el crecimiento, es razonable pensar en la
conveniencia de brindar a las personas que lo merecen los homenajes en vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario