miércoles, 9 de septiembre de 2015

LOS HOMENAJES EN VIDA

No acostumbro a utilizar el espacio de esta columna para hacer referencia a personas en especial; pero después de 39 años de escribir, antes en El Liberal y hoy en El Nuevo Liberal, por motivo de la partida de la doctora Hilda Calvache Rojas he resuelto hacer la excepción. No fui alumno de la doctora Hilda, pero tuve la oportunidad de enterarme sobre su sabiduría y dotes intelectuales en el campo del derecho; pero sobre todo, la posibilidad de conocer sus atributos humanos y altos valores éticos.

Recuerdo un chiste anecdótico en mi infancia, cuando por la época de navidad, entre amigos se saludaban y alguno decía: “le deseo feliz navidad y un próspero calvache ruiz”. Hacía referencia al padre de Hilda, Oscar y Alvaro, los hermanos Calvache Rojas, un brillante abogado quien a propósito, también contribuyó a la fundación del Diario El Liberal, cuyas calificaciones como estudiante de la Facultad de Derecho fueron todas, absolutamente todas y en todos los semestres, cinco (5,0), atributos que seguramente heredaron sus hijos, porque también Oscar, el Ingeniero, sacó premios en el Liceo Humboldt y se destacó en la Facultad de Ingeniería. También recuerdo el paro que a comienzos de los años sesenta y recién nacionalizado el Liceo Universitario, lideró Álvaro Calvache, quien ya en sus épocas juveniles se destacaba como dirigente.

Varios artículos se han publicado en estos días como homenaje a la doctora Hilda, sin duda, muy merecidos, todo dentro de la costumbre colombiana de resaltar calidades humanas cuando la persona ya nos ha abandonado. Menos mal que el Alcalde Fuentes reconoció su labor aun cuando ella estaba en vida. Pero es un tema que se debe reflexionar porque existen varias personas en esta región que poseen méritos importantes por sus servicios a la sociedad, sus aportes al conocimiento o sus contribuciones al interés público, a quienes la  comunidad no les ha reconocido su valor, salvo que sea artista o deportista. Es un cambio cultural que se debe considerar hacia las nuevas generaciones porque constituye un estímulo y aliciente para motivar la producción intelectual y los aportes al bien común.

Hoy cuando la doctrina económica ha creado el concepto de “Economía Naranja”, que no es otra cosa que la “economía creativa” cuya fábrica es el intelecto, que inserta en la economía el talento y la creatividad, es el momento oportuno para introducir mecanismos que permitan relievar atributos humanos diferentes a los tradicionales de la ciencia y la tecnología y que se refieren a condiciones personales que requieren espacios de expansión y estímulos para el crecimiento, es razonable pensar en la conveniencia de brindar a las personas que lo merecen los homenajes en vida. 

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