martes, 1 de septiembre de 2015

LAS PATALEADAS DE MADURO

El 25 de enero de 2007, en el diario El Liberal se publicó un artículo titulado “El socialismo de Chávez” en el que se formulaba un conjunto de interrogantes acerca de lo que sería, en esa época, el futuro del vecino país de Venezuela. Decía el artículo que si iba a copiar los patrones del socialismo del pasado siglo, “se verá metido en serios problemas” y complementaba diciendo “hay que esperar para ver qué ocurre”.

Hoy, transcurridos un poco más de ocho años, podemos vislumbrar respuestas a los interrogantes del artículo del periódico. En esa época pensamos que Chávez se refería al modelo de Heinz Dieterich Steffan expuesto en 1996 cuando introdujo el término de “socialismo del siglo XXI”. Pero después con Maduro resulta que el caso venezolano se encuentra bien enredado. Como ejemplo, miremos dos elementos: el esquema de expropiación de los medios de producción a los capitalistas, al estilo del socialismo clásico, es anacrónico; y el estilo del asistencialismo populachero es de alto riesgo. Ninguno de los dos contribuye al aumento de la productividad y en cambio son factores del decaimiento del aparato productivo y de penetración de los enemigos del régimen.

La realidad histórica contemporánea presenta condiciones diferentes a las del pasado, por lo que las preocupaciones sobre equidad y justicia social deben afrontarse con otros mecanismos. Hoy se exponen planteamientos y propuestas diferentes a las del sistema socialista para combatir las aberraciones del capitalismo salvaje, pero dentro del mismo sistema de mercado y la propiedad privada de los medios de producción. También con un Estado fuerte, pero utilizando otros instrumentos como el de suministro de los bienes públicos y manejo de los bienes comunes, con política fiscal apropiada y un progresivo sistema tributario. Las condiciones de la globalización, los privilegios universales del sistema financiero, el peso del pensamiento neoliberal y los nuevos grupos que controlan el mundo económico, hacen que los modelos teóricos basados en los viejos principios doctrinarios se vuelvan inviables.


Los efectos en Venezuela son evidentes. La actitud terca de ir contra la corriente universal impide el logro de los objetivos internos por falta de pragmatismo y ello conduce a buscar chivos expiatorios tratando de encontrar la fiebre en la sábana. Es cierto que hay fuerzas externas desestabilizadoras impulsadas por las élites de poder mundial; pero precisamente, eso es parte de la realidad  que no se puede desconocer y que se debe manejar sin dar papaya. Pretender atribuir las causas del problema a factores coyunturales y exógenos cuando las raíces son estructurales, es una óptica tuerta que sólo conduce a medidas desesperadas que no llevan a ningún lado y en cambio no pasan de ser berrinches que como en el caso de la frontera, son simplemente las pataleadas de Maduro.    

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