El
25 de enero de 2007, en el diario El Liberal se publicó un artículo titulado
“El socialismo de Chávez” en el que se formulaba un conjunto de interrogantes
acerca de lo que sería, en esa época, el futuro del vecino país de Venezuela.
Decía el artículo que si iba a copiar los patrones del socialismo del pasado
siglo, “se verá metido en serios
problemas” y complementaba diciendo “hay
que esperar para ver qué ocurre”.
Hoy,
transcurridos un poco más de ocho años, podemos vislumbrar respuestas a los
interrogantes del artículo del periódico. En esa época pensamos que Chávez se
refería al modelo de Heinz Dieterich Steffan expuesto en 1996 cuando introdujo
el término de “socialismo del siglo XXI”. Pero después con Maduro resulta que
el caso venezolano se encuentra bien enredado. Como ejemplo, miremos dos
elementos: el esquema de expropiación de los medios de producción a los
capitalistas, al estilo del socialismo clásico, es anacrónico; y el estilo del
asistencialismo populachero es de alto riesgo. Ninguno de los dos contribuye al
aumento de la productividad y en cambio son factores del decaimiento del
aparato productivo y de penetración de los enemigos del régimen.
La
realidad histórica contemporánea presenta condiciones diferentes a las del
pasado, por lo que las preocupaciones sobre equidad y justicia social deben
afrontarse con otros mecanismos. Hoy se exponen planteamientos y propuestas
diferentes a las del sistema socialista para combatir las aberraciones del capitalismo
salvaje, pero dentro del mismo sistema de mercado y la propiedad privada de los
medios de producción. También con un Estado fuerte, pero utilizando otros
instrumentos como el de suministro de los bienes públicos y manejo de los
bienes comunes, con política fiscal apropiada y un progresivo sistema
tributario. Las condiciones de la globalización, los privilegios universales del
sistema financiero, el peso del pensamiento neoliberal y los nuevos grupos que
controlan el mundo económico, hacen que los modelos teóricos basados en los
viejos principios doctrinarios se vuelvan inviables.
Los
efectos en Venezuela son evidentes. La actitud terca de ir contra la corriente
universal impide el logro de los objetivos internos por falta de pragmatismo y
ello conduce a buscar chivos expiatorios tratando de encontrar la fiebre en la
sábana. Es cierto que hay fuerzas externas desestabilizadoras impulsadas por
las élites de poder mundial; pero precisamente, eso es parte de la
realidad que no se puede desconocer y
que se debe manejar sin dar papaya. Pretender atribuir las causas del problema
a factores coyunturales y exógenos cuando las raíces son estructurales, es una
óptica tuerta que sólo conduce a medidas desesperadas que no llevan a ningún
lado y en cambio no pasan de ser berrinches que como en el caso de la frontera,
son simplemente las pataleadas de Maduro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario